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Y yo me iré

Por Oscar M. Prieto , 15 marzo, 2017

La semana pasada hablamos de las campanas que marcan con su toque el transcurrir del tiempo. Ese tiempo fugaz e inaprensible y escurridizo que, al contrario que el caminante que para a descansar, nunca se detiene, no tiene reposo. “Que se me va, que se me va, que se me fue el instante y con él la eternidad” Este tiempo, instante, que se le escapaba a Juan Ramón Jiménez, es el ácido desoxirribonucleico que oxida nuestros días en su afán permanente por huir.

Qué el tiempo huye, lo sabía Virgilio: “Tempus fugit”. Y que huye irreparablemente. Su huida es marca y condición de la naturaleza humana: “Ayer se fue, mañana no ha llegado y hoy se está yendo sin parar un punto. Soy un fue, un será y un es cansado”. Así comprendió Quevedo la vida que transcurre sometida a la tiranía de un tiempo al que no somos capaces de domesticar poniéndole correa. El tiempo es un perro que tira de nosotros, que corremos tras él, en nuestro empeño por no quedarnos atrás.

Pero hay maneras de vencer esta temporalidad que nos aplasta y angustia en ocasiones. El Talmud nos las revela: plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo. A veces se han confundido como las tres cosas que hay que hacer antes de morir, y en este error, hay quien incluye montar en globo y otras aventuras por el estilo. Pero no tienen que ver.

Si El Talmud cita estas tres y sólo estas, es porque son las únicas que permiten al ser humano transcenderse así mismo, derribar ese muro que es la muerte, contra el que todos acabaremos estrellados, y permanecer aquí, todavía vivos, incluso cuando ya no estemos. El árbol, el libro y el hijo, seguirán, vivirán y nosotros viviremos en sus vidas, no nos iremos del todo. “Y se quedará mi huerto con su verde árbol”.

Este fin de semana he plantado un paraguayo y un nogal. Por esta parte voy cubierto ya. Con los libros, creo que también he cumplido suficiente (este mes de marzo, saldrá el nuevo, “40” se titula). Me queda, lo sé, lo más arriesgado y creo que también lo más maravilloso: traer a la vida a un ser humano. Entonces el círculo estará completo y aunque yo  ya no esté para verlo, otros ojos, que también serán en parte míos, verán y sonreirán ante el paso de los días.

Salud.

www.oscarmprieto.com

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