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Universalizar, confundir, sistematizar

Por Eduardo Zeind Palafox , 25 junio, 2017

 

 

Por Eduardo Zeind Palafox 

 

Los enlaces que hallamos en la naturaleza o en la sociedad se deben o a la memoria o al entendimiento o a la imaginación. Enlace, aquí, significa: relación necesaria causada por la naturaleza de las cosas (tomamos palabras de Montesquieu que inauguraron, a decir de Durkheim, la consciencia sociológica). Los enlaces de la memoria son causados por la costumbre. Los del entendimiento son causados por el esfuerzo intelectual, es decir, por la intención consciente de categorizar, de formalizar lo percibido lógicamente. Y los enlaces de la imaginación son causados por la espontaneidad, esa mezcla caótica de datos externos, emociones, intenciones y facultades intelectuales.

Al estudiar una sociedad, por ejemplo, confundimos las leyes intelectivas con las leyes de la memoria y ambas cosas con las leyes de la sociedad. Lo que es organismo en nuestra cabeza, es decir, sistematización de recuerdos gozosos, sentimientos placenteros y raciocinios basados en paralogismos, es tenido por conjunto de leyes determinantes que rigen a la sociedad, creencias que nos llevan al error. Una cosa es crear teorías sobre la sociedad, sobre las estructuras sociales (que hoy llaman «ambientales»), y otra crear teorías sobre el funcionamiento social (que incluyen lo psicológico, lo antropológico, etc.).

Lo que más provoca errores en las ciencias sociales es eso que llaman «ilusión de la transparencia», ilusión urdida por la inconsciencia. Datos del exterior, conceptos de objetos y facultades intelectuales son homogeneizados por la razón, que sistematiza todo el conocimiento que allegamos. Homogeneizar es semejar cosas que aparentemente son distintas. Se semejan cosas para economizar, para poder existir coherentemente.

En lo singular, por ejemplo, se busca algo específico, la «especie», y entre las especies se busca lo genérico, el «género», y entre los distintos géneros se buscan las ideas y luego a Dios. Se afana, en suma, lo universal, que no está en la naturaleza, sino en nuestra razón, enamorada del «ens realissimum», que es causal, arquetípico y superior.

El método de estudio en las ciencias sociales debe ser el sintético, consistente en habitar lo oscuro, en sacarle objetos abigarrados, en aclararlos y en juntarlos con otros objetos claros. Sacar objetos de estudio de lo oscuro, tales como los llamados «fuerzas sociales», evita el dogmatismo racionalista, que cree que todo puede ser conocido mediante principios, definiciones y máximas, y el aclararlos lógicamente sirve para evitar el escepticismo empirista, que se descorazona siempre ante la infinita variedad de acontecimientos perceptibles.

Todo concepto, todo conocimiento humano, es fraguado por la sensibilidad, por las formas de la sensibilidad, es decir, el tiempo y el espacio, que todo lo dispersan. Dispersar es hacer series temporales y conjuntos espaciales con lo simultáneo, que por ser ingente es imposible de captar totalmente. Y toda dispersión, según dice el doctor Mario Caimi, traductor de Kant, es una representación, un fenómeno, esto es, conocimiento mediato, conocimiento hecho de conceptos y representaciones ajenos.

Sinteticemos lo dicho afirmando que la razón, deseando lo universal, todo lo semeja, y que al hacerlo nos vuelve inconscientes, es decir, revuelve datos sensoriales, conceptos y facultades intelectuales, o dicho en palabras más sencillas, fusiona sensibilidad, memoria, imaginación y entendimiento. La razón sin crítica todo lo penetra, todo lo junta («Du gleichst dem Geist», le decimos).

Mezclar en los análisis sociológicos lo que es de la memoria, por ejemplo, con lo que es de la realidad, es confundir, digamos, el método de investigación con el método de exposición. Solemos exponer los conocimientos según el modo en que los encontramos (enlace subjetivo, dice Kant), pero no según el modo en el que pueden ser comprendidos objetivamente. Toda cabeza comprende mejor yendo de las aclaraciones metafísicas, universales (que son su «singular destino», según dice Kant en el «Prefacio de la primera edición» de la «Crítica de la razón pura»), a lo físico, particular.

Es menester, para estudiar objetivamente cualquier objeto, primero describir las condiciones intelectuales que posibilitan el conocimiento y después describir lo conocido. Lo real, recuérdese lo dicho por Marx («Postfacio a la segunda edición» de «El Capital»), hecho fórmula y sin que lo sepamos es puesto en nuestras cabezas, lo que no equivale a decir que nuestras cabezas pueden sin teoría captar lo exterior primero y luego explicarlo.–


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