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Una familia con 5 hijos o la locura total

Por Octavi Franch , 2 enero, 2016

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Mi mujer va al gimnasio cada tarde un par de horas. Y allí, claro está, sus compañeras de baile aprovechan para hablar de todo un poco, desahogarse y explicarse las penas. Aprovechando que ya se acercaban estas malditas fiestas que no hay manera que desaparezcan del calendario que todavía me toca vivir, mi esposa escuchó una conversación dantesca, inverosímil y muy pero que muy injusta. Vamos por partes, como decía el carnicero de Delicatessen.

El drama que estaban compartiendo en el vestuario las bailarinas aficionadas es que una de ellas tenía unos amigos que se habían quedado sin trabajo (ya estamos otra vez…) pero que la auténtica desgracia que tenían en casa era que debían alimentar a 5 hijos. ¿Perdón? ¿Cinco hijos?, volví a preguntar a mi mujer cuando me lo estaba explicando mientras cenábamos. Sí, 5 hijos. Vamos a ver, no puedo entender con en la Europa Occidental en pleno siglo XXI alguien puede tener 5 hijos y, sobre todo, no entiendo cómo alguien se lo puede permitir, es decir como los puede mantener.

Está claro que si te llamas Angelina Jolie, David Beckham, Lionel Messi, Cristiano Ronaldo o, incluso, Pepe Montilla puede tener 5 hijos y 14, no hay problema. ¿Pero un matrimonio español joven, normal y corriente, como un servidor? No. Que no lo puedo entender, lo siento. Veamos, si la cosa ha ido de esa manera porque ha habido por en medio un parto múltiple, vale, estoy de acuerdo. Pero es que no me consta, ni una cosa ni la otra. ¿Por lo tanto? ¿Qué ha pasado? ¿Cómo lo han permitido? Es como el tema de las hipotecas, que es el gran culpable de la crisis que estamos sufriendo. Vivíamos tan bien a principios del 2000 (porque nos habían vendido la moto, entre otras, del euro) que nadie podía perder su trabajo. Yo mismo no he perdido ninguno nunca. Siempre he cambiado de trabajo para ganar más dinero. Y ahora, desde que soy autónomo-empresario, por nada del mundo volvería a tener una nómina. Prefiero morirme de hambre que volver a ser un esclavo laboral. Aclarado esto, volvamos a la familia ultranumerosa de otro tiempo. Las familias se habían acostumbrado a vivir de un sueldo y destinar el otro a la hipoteca. Por eso podían vivir de en viviendas que, realmente, no se podían permitir. Yo vivo en un apartamento de una habitación y, encima, tenemos la oficina en casa. Lógicamente, no tenemos ningún hijo. En primer lugar porqué no cabría. Y en segundo, porque no nos lo podemos permitir. Si bastantes problemas tengo yo para poder comer cada día dignamente, ¿cómo podría mantener a una criatura, ya no digamos a dos, y ya no digamos a cinco? Pero, claro, la famosa crisis que todavía perdura provocó un paro del 25% y muchísima gente se fue a la calle, principalmente porque las empresas donde trabajaban cerraron. Pongamos el ejemplo de que una pareja es joven, se quieren, no tienen ningún gasto del pasado, cogen un piso a medias y se hipotecan, que es lo más normal. Y los dos tienen trabajo y bueno, eso por descontado. Entonces tienen un hijo. Correcto. Quizá se atreven con la parejita. Vale, muy bien. ¿Pero buscarán un tercero? Uf, ya me mareo…

El gravísimo problema de este singular caso (como haya más es para tirarse a la vía del Ave cuando pase) es que hay una usuaria del gimnasio de mi mujer que está recogiendo ayudas económicas para esta familia de 7 miembros. Con todos los respetos: el drama lo tendrían que haber evitado antes. Ahora el mal ya está hecho. Pero yo te aseguro que si tengo 5 hijos y les tengo que dar comida, si hiciera falta, robaría un caro con alimentos de primera necesidad de una gran superficie. Pero primero trabajaría 24 horas al día los 7 días de la semana. Y mi pareja lo mismo. Sólo una vez tuve que pedir limosna, después de arruinarme en 2008 dedicándome (inocente de mí) a la cultura y habiendo perdido 300000€ y 3 pisos, amén de todo mi patrimonio cultural. Y fue en la parroquia (y yo no soy católico, pero es que los otros que hacían cola eran musulmanes) de pueblo donde vivía entonces. Dos carros de comida. Y ya está. No podían ayudarnos más. Aún gracias. Siempre se lo agradeceré. Ahora, eso sí: el resto de recogedores, todos extranjeros, maldecían lo que le habían regalado. A mí me dieron una mano en el peor momento de mi vida. Y yo ayudo cada día a alguien. Pero continúo sin tener hijos, porque podrían pasar hambre. Y eso sí que no lo puedo permitir. Prefiero morirme de pena de no saber cómo sería una hijo o hija mía. En la próxima vida, seguro que las cosas serán mejores. En ésta ya he palpado el infierno demasiadas veces, lo siento.


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