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Un viaje hipnótico por la sociedad actual

Por Redacción , 20 marzo, 2014

Los canallas, de Claire Denis

cartel-los_canallasAunque conocida solo en los circuitos más cinéfilos, Claire Denis es una de las cineastas europeas más importantes desde su debut en 1988. Desde entonces, ha ido construyendo una carrera coherente tanto en el plano de la ficción como en el del documental, trabajando una visión sobre la sociedad actual combativa tanto en aquello que narra como en la manera en que lo hace, rompiendo la narrativa convencional en busca de un cine más sensorial, pero también más físico gracias a su trabajo con el cuerpo, siendo una de las representantes más importantes, cuando no la que más, del cinema du corps del cine francés. Como algunos compañeros de cinematografía, su cine también se inscribe dentro de un trabajo sin paliativos, directo, que enseña lo que nadie quiere enseñar, que busca nuevos caminos expresivos y estéticos, aunque para ello en ocasiones haya tenido que dar cabida en su cine a una cierta brutalidad visual.

En su nueva película, Los canallas, Denis da un paso hacia delante, apostando por una mayor linealidad que otras propuestas, como El intruso, una obra maestra que nunca llegó a estrenarse en España, o Trouble Every Day, trabajando sus siempre constantes elipsis narrativas pero con menor enfatización que en otras obras, para narrar una historia que se inscribe en el noir, aunque de manera muy personal: lo hace porque crea una obra de intriga (aunque no esté desarrollada del modo más convencional) para mostrar algunas zonas oscuras de la sociedad actual, sobre todo en lo referente a las altas esferas económicas. Poder, dinero, corrupción (más moral que económica), sexualidad enfermiza… todo ello se da la mano en Los canallas, una película que desde su comienzo apela por unas imágenes de gran potencia expresiva, aprovechando las texturas digitales (es la primera película rodada en digital de Denis) para jugar con la luminosidad, creando imágenes radiantes en su fotografía y otras tan oscuras en las que apenas se percibe con comodidad las formas. Y en ambos casos apelando a una búsqueda sensorial a la par que física, corporal, que acompaña al desarrollo argumental, dando forma y ampliando su sentido.

Denis crea de esta manera varios planos narrativos que se entrecruzan y retroalimentan para, al final, construir un relato atroz sobre unos personajes que tienen que enfrentarse a unas circunstancias que, desde el principio, no deparan nada bueno. A este respecto, destacar el tratamiento de estos personajes que a partir de cierto estereotipo constructivo van transformándose, mostrando sus dobleces, sus zonas oscuras, hasta llegar a un final que si bien no llega a resolver en su conjunto de una manera del todo conveniente, nos sitúa en un espacio extraño, ambivalente, ambiguo, en el que no todos acaban actuando de la manera que era de esperar. Aunque los más débiles, Marco (Vincent Lindon), un marinero que ha renunciado a tener una familia y una vida normal y por unas determinadas circunstancias se ve abogado a tener que hacerlo, aunque de una manera muy sui generis, y la joven Justine (Lola Creton), la víctima real de la historia, la que sufre en su cuerpo y en su mente los abusos del poder de una manera tan brutal que tan solo conocemos al final, en unas imágenes perturbadoras, son quienes están predestinados a experimentar lo peor.

Los canallas es un ataque frontal contra el abuso de poder, contra las zonas oscuras de esa parte de la sociedad, la alta, impoluta y en apariencia sana, a través de un relato de aliento noir contemporáneo aunque pasado por el filtro de una cineasta singular y personal, que trabaja la imagen como narración y no como mera ventana visual, que transmite las ideas mediante sensaciones, que trabaja los cuerpos como elementos narrativos en tanto a cómo se relacionan entre sí en pantalla como en el contexto físico de la acción, trabajando muy bien la imagen y la música (de nuevo Tindersticks entregan una banda sonora excelente para Denis) para crear un conjunto hipnótico que, al final, golpea la retina dejando al espectador incomodo, fuera de lugar. Un cine combativo tanto en lo formal como en lo argumental.

Israel Paredes Badía

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