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Un baile de máscaras

Por Silvia Pato , 13 agosto, 2014

El mundo de la vanidad aplicada interfiere más en nuestra realidad diaria de lo que, en un principio, podíamos suponer. La permanente exposición a la imagen a la que hemos sometido nuestras vidas incrementa los problemas psicológicos que siempre han existido, de forma exponencial al bombardeo constante al que nos someten las pantallas que nos rodean.

La Academia Americana de Cirugía Plástica Facial ha realizado un estudio cuyos resultados no dejan lugar a dudas. En los últimos años, se ha producido un incremento de más de un treinta por ciento en las cirugías plásticas, siendo este crecimiento mayor que aquel que tímidamente tiene la cirugía reconstructiva.

La influencia de las redes sociales, de las autofotos, de la exigencia constante hacia un aspecto acorde a la moda del momento, ayuda a potenciar esas inseguridades, carencias y complejos que siempre han existido, pero que ahora se multiplican por mil.

Es imposible olvidarse de nuestro aspecto. Es imposible dejar de presenciar el paso del tiempo sobre nuestras fotografías. Sin embargo, en vez de valorarlo como positivo, como tiempo vivido y con la alegría de saber que aún estamos aquí, el mensaje que recibimos de medios audiovisuales es el contrario, y la consecuencia pasa por querer detener el tiempo, paralizar el reloj, mostrar siempre un aspecto juvenil y eterno, sin alcanzar nunca la edad adulta, en un universo virtual donde las barreras generacionales se han roto y los más jóvenes se codean con aquellos que les duplican o triplican la edad tratándolos como si tuvieran la suya, al margen de que haya ocasiones en que se comporten como si tuvieran la suya.

De tal modo, las operaciones de cirugía estética han resultado ser un fructífero negocio más en esta sociedad en la que vivimos, donde ya se habla de ellas como si de ponerse un aparato dental se tratara, y en la que la edad de pasar por el quirófano cada vez es menor.

No parece que las cosas vayan a cambiar, aunque tampoco hay interés alguno en que lo hagan. Nos encontramos con jóvenes más preocupados por su aspecto físico que por sus estudios; muchachas que miden su popularidad por los «me gusta» que les ponen en su imagen de perfil en Facebook; adolescentes que si las sigues ofrecen una fotografía de dudoso tono…

masks-351906_640El punto al que está llegando la cosificación de las personas y de las relaciones humanas es preocupante.

Así, la red social que mayor auge está teniendo en estos momentos es Instagram, a la que ya se ha empezado a denominar el nuevo Twitter; pero junto a las cuentas de difusión y divulgación de todo tipo de Instagram, a través del útil servicio de la imagen cuando se adapta a ello, muchos las utilizan para alimentar sus dosis de exhibicionismo y su vanidad, retransmitiendo punto por punto sus vidas.

Cada vez más imágenes y menos palabras; cada vez más caretas y menos lecturas; cada vez más antifaces y menos líneas; cada vez más silencio.

No está de más recordar que hemos de expresarnos más allá de nuestras fachadas, es la única forma de dejar de danzar en un baile de máscaras.


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