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TRAS EL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER TRABAJADORA

Por Agustín Ramírez , 9 marzo, 2015

Ayer, 8 de marzo, se celebró el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, también conocido como Día Internacional de la Mujer y me parece que el cambio es relevante y permite la celebración a mujeres que no pueden ser incluidas en dicha conmemoración.

El espíritu de este día no debería ser el de celebración sino el de reivindicación. Su origen data del 8 de marzo de 1857 cuando en Nueva York hubo una marcha de mujeres contra los bajos salarios y las condiciones inhumanas de trabajo. También en Nueva York, 52 años más tarde, en 1909, se produce la protesta de 15.000 trabajadoras bajo la consigna “Pan y Rosas”, reivindicando la seguridad económica, la calidad de vida, el derecho al voto y el final del trabajo infantil. En 1910, en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas reunida en Copenhague, se reitera la demanda del sufragio universal y se proclama el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. El 25 de marzo de 1911, mueren 146 mujeres y 71 son heridas en el incendio ocurrido en la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist de Nueva York y, a consecuencia de ello, la legislación laboral de Estados Unidos fue modificada. En 1977 las Naciones Unidas proclaman el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer, en conmemoración de la lucha de las mujeres por el reconocimiento en un mundo de hombres.

Este somero repaso histórico es un recuerdo de la peripecia histórica y un homenaje para las mujeres que, desde la desigualdad social, luchan día a día para reivindicar sus derechos, para reivindicar que siendo distintas o diferentes, deberían de tener exactamente los mismos derechos que los hombres puesto que hombres y mujeres pertenecen al mismo género, el humano. Pero esto sigue sin ser así.

Y aunque hay derechos propios y específicos de la mujer, como puede ser el derecho al aborto –que recuerdo no es la imposición de nada sino, al contrario, la posibilidad de que una mujer pueda hacer algo doloroso pero que juzga pertinente- siguen vigentes muchas otras reivindicaciones: desde el derecho al voto al respeto a su propia vida, desde el derecho a igual salario para el mismo trabajo,  hasta la libertad de decidir finalizar una convivencia.

Es cierto que hay una concepción machista de la sociedad en cuanto al reparto cotidiano de tareas y, además del plano político, en el plano del día a día es donde se debe producir la aplicación inmediata de todos los derechos de la mujer, para lo cual es indispensable que tenga la total y plena implicación, práctica y teórica, del hombre. Uno de los mejores ejemplos que he encontrado sobre la implicación cotidianaha sido una viñeta de Antonio Fraguas “Forges” en la que él le dice a ella: “hoy cariño me encargo yo de la cena…por cierto, ¿dónde está la cocina?”

No obstante, hoy mismo es actualidad que el nuevo gobierno de Grecia sea un gobierno sin mujeres y fue actualidad que en el año 2004 el primer gobierno de Rodríguez Zapatero fuese un gobierno paritario en el reparto entre mujeres y hombres. Y esto me parece que es quedarnos en el oro del becerro; estar en un Gobierno no es garantía de nada, si partimos de la base de que los gobiernos no son solo el resultado de una elección política sino que son, sobre todo, los altavoces y ejecutores de un poder más real que es el que gobierna el mundo: el poder económico y financiero. Por tanto, aquí que no nos distraiga la paridad o no, aquí nos deberían de preocupar las políticas que se ejecutan, a quien sirven, a quien benefician y a quien perjudican, y hoy por hoy estas políticas las practican mujeres como Christine Lagarde, Angela Merkel o, por poner un caso más cercano,  Esperanza Aguirre o Soraya Sáenz de Santamaría. Mujeres que gobiernan  y que no tienen en cuenta a esas otras mujeres que luchan día a día por la supervivencia: mujeres maltratadas por sus parejas, mujeres desahuciadas de sus viviendas con hijos pequeños, incluso enfermos, mujeres compradas –a modo de una mercancía cualquiera- para ser extorsionadas a través de la prostitución o mujeres que cobran un 24% menos de salario que su compañero, hombre, por el mismo trabajo.

Hay que seguir trabajando y luchando por  los derechos de la mujer porque falta mucho por conseguir, pero no hay que perder la perspectiva de que es una lucha común, de mujeres y hombres, porque  la diferencia, además de estar en la discriminación por sexo, también está en otras desigualdades queforman parte de aquello que se llama, por anticuado que a muchos les parezca, “lucha de clases”, y en la “lucha de clases” entramos todos, mujeres y hombres, para desde ella crear un mundo más igual y más justo; para que, precisamente, esa paridad que ahora no se cumple en el gobierno griego, ni en muchos gobiernos, exista tácitamente y no impuesta.

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