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Tópicos y personajillos veraniegos

Por Anna Genovés , 9 agosto, 2015

1He pensado muchísimo sobre el tema… Y, al final, me he decidido a escribir esta entrada repleta de tópicos, comediantes y experiencias, mayoritariamente graciosas, relativas a esa estación del año tan especial llamada verano. Sobre todo, porque la mayoría de personas tienen unos días de asueto.

Peculiaridades del estío que recuerdas por lo entrañable del momento o por el mero hecho de olfatear la fragancia preñada de sol que te acuna en sus faldas. Sea como fuere, en verano estamos más alegres que de costumbre; quizás nos favorezca un pelín de bronceado sobre la piel o simplemente que la sonrisa aflore sin motivo aparente.

Y, ¿quién no recuerda a esos especímenes sui géneris que florecen cuando aumentan las temperaturas como los champiñones? Pero, ¿qué sería el verano sin ellas y ellos? pongamos por ejemplo a los…

  1. Los tanoréxicos: los adictos al bronceado –más proclives en hembras que en machos—, que no contentos con los bronceados de cabina, están esperando la primavera para lanzarse a la playa y adquirir ese moreno maleta que tanto les agrada. Les importa un rábano que los dermatólogos repitan hasta la saciedad que hay que tomar precauciones: ellos a los suyo. Se han convertido en piezas imprescindibles de sombrillas y tumbonas.fofisanos
  2. Los cerveceros: personajes que se pasan el verano en las hamaca o los chiringuitos circundantes; bañata ajustado, cadenas al cuello y bebiéndose toda la cerveza que su hechura aguante: barriguita incluida. La mujeres no se libran: haberlas ahílas. Este año tenemos un nuevo ejemplar que entraría dentro de este rol: los llamados fofisanos. Que, en parte, han puesto de moda los hollywoodienses por aquello, digo yo, de estar hasta los mismísimos cataplines de pasarse horas en el gimnasio para marcar body después de los 40… ¡Ayyy…! Qué se la va hacer… la vida nos pasa factura a todos y, Héroes de Marvel, solo se puede ser en la pantalla grande.
  1. Los metrosexuales y Barbies chulescos: esos que se pasan el día sin respirar paseando por la orilla de la playa o la piscina, luciendo musculitos y broceado dabuti. Centro de atención de hombres y mujeres de a pie, como tú y como yo, por aquello de, ¡menudo cuerpazo! Pero, ¡ajjj…!!! Lo que tendrán que currárselo en el gym para mantener la tableta de chocolate abdominal o los glúteos redondeados y sin pizca de celulitis: nada de cerveza, ni helados, ni pizza, ni na de na. Cristiano Ronaldo, for ejemplo… Y hay que reconocer que tienen su mérito.
  2. Los guiris socarrados: blanquitos mantecoso y reflectantes que pasan, en pocos días, a parecer gambas rojas del Mediterráneo. Achicharrados con aceite de coco sin protección y, en muchos casos, ingresados en urgencias hospitalarias por quemaduras superficiales o más. Y todos los años, sucede lo mismo… y no augura cambio alguno. Además, ya forman parte de ese museo cañí tan typical spanish.
  3. Los superabuelos: rodeados de tropecientas sombrillas, bolsos, fiambreras, protectores solares, toallas, mudas de ropa, neveras portátiles, y, cómo no, numerosos renacuajos chillando porque unos quieren jugar con las olas y los otros hacer castillos en la arena con el cubo y la paleta. Ellas con batas de tirantes estampadas; ellos con pantalones cortos, camisetas y gorras. Cuando llega la siesta, los abuelitos echan alguna que otra cabezadita, y las yayas, a tejer algún que otro suetercillo para el bebé que está en camino o una colcha de ganchillo: no tienen precio.

Podría pasarme la tarde nombrando animalitos estivales con el mismo regusto que acabo de tomarme un café granizado con una bola de merengada. Pero solo mencionaré al protagonista veraniego de la city: los Rodríguez. Una especie en extinción. Los conocemos de toda la vida; la mujer y los niños salen de estampida cuando acaba el colegio; hacia el apartamento, el chalé o la casa del pueblo… Los maridos se quedan solos y, separados de cónyuge y crías, comienzan la buena vida: nada de comida sana, de acostarse temprano, de ver programas de cotilleo o de olvidar la tasca con los amigotes y los pinchitos. Al cabo de unas semanas, son el vivo retrato del desaliño; se cambian los gayumbos de uvas a peras y engordan más de la cuenta… Pero, desde que la mujer se ha incorporado al mercado laboral, esta especie ha entrado en involución a la par que han aparecido las Rodríguez.  Y ellas, se cuidan, salen con las amigas a divertirse y terminan el verano más guapas que cuando empezó. Quizás con algún que otro affaire entre manos…

Y es que, en verano, el amor es más sencillo. Nada que ver con los amores otoñales y desgarradores; los invernales y suicidas, o los primaverales como las montañas rusas del parque temático de turno.  En verano la cosa va de sexo espontáneo como las burbujas de champagne, que, igual que suben la moral, acaban. Sin malos rollos, se va a lo que se va y punto.

Sin embargo, el verano significa mucho más… Olvidar el trabajo, el reloj e incluso el día de la semana; leer lo que no has podido durante el invierno, juegos de mesa, comer helados, olvidar la tecnología, sentir que las prendas se adhieren a la dermis, conocer gente, sombreros de paja, verbenas, mojarte bajo una tormenta de granizo caliente, utilizar chanclas, no pegar ojo en toda la noche, llevar el cuerpo molido de picotazos de bichejos, emborracharte y dormirla bajo una palmera, desayunar espaguetis y cenar café con tostadas. Enamorarte de un atardecer, de un pueblecito perdido, de la amiga de siempre o del hijo de tu vecino…

Se podría decir que, el verano, es dejar de pensar, tumbarte a la bartola o hacer todo lo que no haces el resto del año, olvidando que el tiempo existe: dedicarte a vivir.

Según el poeta japonés Yosa Buson…

“Es un placer atravesar el río en verano con las sandalias en la mano”.

©Anna Genovés

08/08/2015

Blog de la autora

Major Lazer (feat. MØ & DJ Snake) – Lean On (Traducido al español) subtitulado

 

 

 

 

 

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