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Stranger Things. La nostalgia como suspense.

Por Emilio Calle , 27 julio, 2016

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Casi de puntillas, carente del boato y la desproporción propagandista que gastan otros productos, una serie de televisión (otra más) se ha colado en nuestros salones para revelarse como la gran sorpresa del verano. «Stranger Things» (creada y prácticamente dirigida en su totalidad por los hermanos Duffer) es la nueva y arrolladora propuesta de Netflix, canal de pago que ya empieza a jugar en las grandes ligas de las cadenas más intratables, y con una fórmula que puede gustar o no gustar, pero que tiene sus ventajas: cuando estrenan una serie, lo hacen en su totalidad, todos los capítulos, nada de estar una semana esperando para comprobar qué ocurre en el siguiente episodio. Es el espectador el que decide cómo y cuándo quiere verla. Y  claro, a poco que uno sea amante del fantástico, y con tendencias un tanto radicales (y este cronista padece ambas singularidades como espectador), la posibilidad de montarse una «sesión golfa» y ver de una sentada todos los capítulos es casi de manual. Tan sencillo como eso. Y casi lo más recomendable.

Y «sesión golfa» es un término que parece pensando para esta serie, pues fue durante los años 80 cuando estaban en su mayor apogeo esas macro sesiones nocturnas en los cines para darse un buen atracón de cualquier rareza que quisieran proponernos a los amantes del género, y es de los 80 de donde surge cada uno de los manantiales de ingenio de la nueva propuesta de Netflix. Ni siquiera cabe hablar de carácter multirreferencial, pues sería colocarle una etiqueta demasiado reflexiva. Se presenta más bien como un festín en el que no falta ni un solo ingrediente de aquellos años de tan buenas cosechas. Ni uno: Spielberg, Explordores, Dragones, Mazmorras, niños que desaparecen, niñas con inquietantes poderes mentales, galaxias y guerras, bosques tenebrosos, The Clash, criaturas que no son de este mundo pero que se alimentan estupendamente de sus habitantes, chavales huyendo en bicicleta de coches de la ley que se salvan no volando ellos, pero sí haciendo que otros vuelen, secretísimos departamentos gubernamentales dedicados a experimentos de monstruosos resultados, aliens, la pandilla de los Goonies, el recuerdo de cuatro amigos que van en busca de un cadáver siguiendo la vía del tren, casas fantasmales, espectros, adolescentes inadaptados, adultos aun menos capaces de adaptarse… Cliché tras cliché, sin descanso, sin pretensión alguna que no sea entretener, más y más dentro de su propio mundo apartado, hasta lograr que lo que ya hemos visto vuelva a ser original. Y aunque ha sido citado, no se puede ser más explícito a la hora de mostrar que la gran inspiración de esta serie es Stephen King, que ahora anda por ahí soltando todo tipo de alabanzas sobre la serie, él, siempre tan crítico a la hora de juzgar sus adaptaciones, y que de pronto se encuentra con el regalo de que sin basarse específicamente en ningún título concreto, han hecho un trabajo precioso con muchas de sus novelas (sobre todo las de aquella época). Y por si fuera poco, al frente de todo este batiburrillo de encuentros y sobresaltos, Winona Ryder (junto a un montón de actores, muchos de ellos niños, perfectos para cada personaje), la musa del fantástico en los 80 gracias a Tim Burton, quien llevaba unos años donde no era fácil verla ya ni tan siquiera como desaprovechada secundaria de lujo (como fue su paso por el universo trekkie), y que logra una composición llena de locura y buen hacer, divertida y obstinada, y además, siempre es una gran noticia que unos ojos como los suyos vuelvan a la pantalla.

«Stranger things» cuenta con una ventaja adicional que lastra otras serie de muchísimo prestigio. Conscientes de que el espectador verá los capítulos cuando y cómo quiera, no deben plegar cada episodio para en el último momento sacarse un as o dos de la manga (y a veces de maneras muy forzadas). Claro que acaban en un punto álgido, pero no más que el resto. El suspense únicamente lo acrecienta el avance de la historia, que uno recorre paso a paso. Se quiere llegar a la conclusión, pero no hay prisa. Porque mientras esta llega, sólo hay que dejarse llevar y es una serie muy generosa si a uno le gustan los mundos mencionados.

Una nota sobre el final (ni un spoiler hasta ahora, menos aún para hablar del desenlace). Ya se habla de una segunda temporada, y es muy complicado no pensar que esa posibilidad ya estaba en sus mentes. Aunque no es menos cierto que series que cuentan con fieles seguidores son canceladas sin el menor miramiento. Pero si uno piensa en ese desenlace es el final real de la serie, menudo mal trago.

La nostalgia como motor para reavivar viejos y casi olvidados terrores. Recordar sólo para divertirse.

No está mal para variar.


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