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Segunda mano

Por Anna Genovés , 4 abril, 2014
Segunda mano

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En estos tiempos de crisis, la mayoría de negocios cierran sus puertas. En las ciudades aparecen calles repletas de bajos con carteles de “se alquila”, “se traspasa”, “se vende” o “liquidación por cierre”. Es parte del pan nuestro de cada día; la interminable crisis de la destrucción de toda economía visible. Esencialmente, la de los ciudadanos de a pie. Los inmuebles desmantelados se han convertido en el nuevo escenario artístico que empobrece la imagen global de la metrópoli.

Antes, cuando la economía era fructífera, muchas personas tuvimos la suerte de viajar a otros países. Recuerdo que siempre me apenaba ver una localidad con anuncios similares: ahora nos ha tocado a nosotros vivir en esa cara de la moneda. Pese a ello, algunos negocios se libran de la quema e incluso proliferan en esta nueva coyuntura. Es el caso de los negocios de compra y venta de oro.

La tentación de golpear los escaparates repletos de oropel, es grande. No porque deseemos enjoyarnos al modo del mítico Mr. T del Equipo A, sino porque lo revenderíamos de inmediato para adquirir las cosas que realmente necesitamos: pagar el agua, la luz, el gas, la conexión a internet, el teléfono móvil, y lo principal; la cesta de la compra. Sin alimento dentro del estómago: mal asunto. Por ello, ideas tan peregrinas como la de usurpar y delinquir, es mejor mantenerlas alejadas de nuestro valores. Ni podemos, ni debemos caer por los senderos del crimen. Posiblemente, si lo hiciéramos, todo aquello por lo que hemos luchado se iría al traste.

En la misma línea, están los establecimientos de compra-venta de segunda, tercera, cuarta o quinta mano, de cualquier objeto con un mínimo de valor. El rey del sector es la multinacional australiana Cash Converters. Donde te compran hasta un cargador de móvil o un DVD por unos céntimos de euros. Entre una larga lista de objetos dispares: artículos para el espía aficionado, guantes de beisbol, muñecas de porcelana antigua, zuecos suizos…

Son negocios que crecen en geografías donde la crisis se está cebando con sus modelos de trabajo, empresa y la podredumbre de sus congéneres. Sin embargo, sus orígenes parten de una filosofía muy diferente. En los países anglosajones, la cultura de la segunda mano es una forma de conseguir auténticas gangas. Pues también se puede cambiar o empeñar un producto. Inclusive han llegado a la TV en el segundo canal del grupo Sexta, donde se emite un reality sobre el día a día de una tienda de USA.

Interior tienda de compra-venta

Interior tienda de compra-venta

Hace años, en la España poderosa se consideraban los bazares de los apestados. Veías series interminables de emigrantes malvendiendo lo poco que tenían. En la actualidad, casi todos vendemos alguna cosilla por aquello de: “no lo necesito”. Para limpiar nuestra conciencia de: “no tengo ni un puñetero céntimo”. El instinto de supervivencia se mantiene intacto hasta la muerte.

El interior de estos emporios, se caracteriza por un ambiente interminable de personas que entran y salen. La mezcla de los enseres polvorientos que dejaron otros ciudadanos de a pie. Ahí es cuando comprendemos lo que tenemos y lo que teníamos. La esencia de la próspera sociedad de consumo que nos vende una mejor vida cuando es un consorcio con más agujeros que los pantalones de Oliver Twist, está implícita en cada recoveco de estos establecimientos.

Pero no todo es malo en estos comercios de tropecientas manos. Tenía un amigo, licenciado y con un piquito de oro, que trabajaba en un C&C. Siempre que había algún chollo me lo decía. Compré un portátil Toshiba valorado en 800€, por 400€. A estrenar, revendido por un yuppie: un regalo que le había hecho su empresa y que él desestimaba porque sólo utilizaba Apple. ¡Me dio un resultado estupendo! ¡Ojo! Ellos lo habían adquirido por 100€. El negocio es redondo. Las tiendas de segunda mano siempre tienen superávit. Aunque sus empleados cobren sueldos paupérrimos y nos compren lo que les llevemos a un precio irrisorio.

El director general de Second Market, Santiago Bartolomé, confiesa: «es un sector que está evolucionando mucho en nuestro país y que no precisa de fuertes inversiones”.

Actualmente, el compendio de este tipo de negocios factura unos 7.000 millones de euros anuales. Pero, en unos años, podría alcanzar la cifra de 30.000 millones de euros.

Compra-venta…

“Hay una oferta para cada demanda”.

Florence Scovel

 


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