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¿Se puede calcular “cuándo-se-es” humano?

Por Sebastián Agulló , 15 marzo, 2014
Imagen obra del autor.

Imagen obra del autor.

Sin duda, uno de los debates más candentes en estos momentos derivado de una decisión política, concretando, la Reforma de la Ley del Aborto propuesta por Alberto Ruiz Gallardón, es la cuestión de cuándo “podemos” hablar de un ser humano para legitimar o deslegitimar, según convenga, es decir, de una forma más cruda, qué línea separa una intervención médica de un asesinato.

Y yo, desde mi libre opinión, sostengo dos máximas: la primera, que estoy a favor del aborto (en muchos más casos, incluso, que los contemplados según la legislación vigente) y la segunda, sobre la que versarán estos párrafos, que determinar ese cuándo es una de las pegas más absurdas y poco pragmáticas de la que he sido testigo.

Porque, ¿cuándo podemos decir que “algo” es un ser humano, y no sólo eso, sino un ser humano sometido al Derecho? Recientemente hemos visto, lamentablemente, otro suceso harto polémico: la muerte de 15 inmigrantes que trataban de alcanzar la costa española, y cuyo recibimiento no fue otro que disparos con bolas de goma, lanzamiento de gases, negación de auxilio y devolución en caliente. Todos esos seres humanos (porque son humanos, ¿no?) que no perecieron, por indocumentados, no están sujetos al Derecho español, nada pueden reclamar; por ello, esos psicópatas de la Guardia Civil que a lo sumo pueden dormir tranquilos derivando la responsabilidad a sus superiores, como en los experimentos de Milgram, ni siquiera pueden ser considerados ciudadanos, y, por ende, son empujados como ganado, de nuevo, a su país.

También es digno de considerar que hasta hace muy poco los disminuidos psíquicos no tenían derecho al voto, o lo que es lo mismo, son seres humanos pero a los ojos del Derecho serán ciudadanos según convenga. Por ello debo deducir, pues es blanco y en botella, que un no-nato, ya no sólo está sometido al debate de si es o no un humano, sino que, si de plazos se trata, la legislación debería contemplar cuándo es ser humano, si es que lo es, puede ser, valga la redundancia, también un ciudadano sujeto al Derecho.

En esta maraña que acabo de fabricar, retomo la cuestión: ¿cuándo el feto es un ser humano y, por ello, su madre pierde el derecho a decidir sobre su nacimiento? Algunos “expertos”, casi todos sujetos a alguna ideología, dicen que desde el mismo momento del engendramiento; otros dicen que son cuatro semanas; otros dicen que es el tiempo en el que toman consciencia (esto es divertido, porque, ¿se habrán parado a pensar en cuánto inconsciente nos topamos a lo largo de la vida?); otros dicen que cuando comienzan sus funciones más básicas; etc.

Mientras todos estos colectivos debaten en torno al cuándo, nos olvidamos de la mujer y sus derechos. Si, como algunos, nos tenemos que amparar en la máxima de las máximas, el derecho a una vida digna, deberíamos pensar en la mujer que alberga en su útero al no-nato, deberíamos pensar en la cantidad de personas que reclaman el derecho a la eutanasia; y nunca, nunca, en un país progresista podríamos denominar “legal” que una asociación se ponga a las muertas de una clínica abortista a gritar y ridiculizar, es decir, demonizar a las mujeres que ahí acuden, señoras y señores, a culminar una decisión difícil.

Pienso que las mujeres merecen el apoyo de la Sociedad en su toma de decisiones en el caso de abortar, pienso que una Ley sobre el Aborto debe velar por la seguridad de la madre, por sus derechos, por su derecho a una vida digna que quizá no va a tener ni va a poder brindar al no-nato. Sin embargo, mientras los de chaqueta deciden cómo legislar el útero de una mujer o poner fecha exacta a cuándo algo es humano o no lo es, todas estas consideraciones se obvian.

Desde luego, no sé cuál va a ser la resolución sobre esta legislación… sin embargo, espero que ésta se centre en los derechos de la mujer y no en cuándo algo es humano. Por Pragmatismo y por el bien de una Sociedad, la española, que a diario es hurtada de su mayor derecho: el de una vida digna (techo, trabajo, salud* y comida).

*Es un guiño irónico al intento de privatización de la Sanidad Pública.


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