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Responsabilidad y oligarquía.

Por Carlos Almira , 11 octubre, 2014

El sistema político parlamentario en el que los partidos “ocupan” legalmente el Estado cada cuatro años, en nombre de los ciudadanos pero al servicio de intereses privados, no puede basarse en la responsabilidad de los gobernantes. No puede exigirse seriamente hoy, por ejemplo, en España a la ministra de sanidad ninguna responsabilidad política por el contagio de, al menos una persona, del virus ébola en Madrid; como tampoco a los sucesivos ministros de economía y de hacienda que desde la época de Zapatero hasta el presente conocían la existencia de las tarjetas opacas de Caja Madrid. No puede exigirse esto sin exigir, al mismo tiempo, el fin del Estado no democrático de Partidos.
Desde el momento en que la llamada ciudadanía acepta las reglas del juego de ese Estado, que consisten en abdicar sin contrapartidas de su soberanía cada cuatro años mediante elecciones a los distintos niveles de la Administración, en favor de las camarillas de tal o cual partido político, no se pueden pedir, salvo flagrante violación de la legalidad, cuentas a los representantes ni sus cargos de confianza, del mismo modo que en la Francia del Antiguo Régimen nadie se las pedía al Rey, Monarca Absoluto…hasta que estalló la Revolución Francesa.Presidentes
Una de las características del Estado de Partidos es su apariencia de Democracia. Esta apariencia se traduce, por ejemplo, en una imperfecta y viciada división e independencia de poderes. Así, nuestros gobernantes (y a través de ellos, su nutrida clientela privada, fundamentalmente empresarial) controlan directa o indirectamente el Poder Judicial. Salvo casos aislados y excepcionales (siempre habrá magistrados decentes, disfuncionales con el sistema, en los escalones medios y bajos de la Administración de Justicia) los gobernantes no tendrán que rendir cuentas penalmente por sus actos. Sólo, puesto que la apariencia necesita de la opinión pública como el lazarillo necesitaba del ciego, cuando el delito alcance las proporciones de escándalo en los medios (el Estado de Partidos no puede controlar como un régimen totalitario clásico todos los medios de comunicación sin destruir su apariencia de democracia), sólo entonces, previa cuarentena, previo aislamiento escrupuloso del apestado, del villano (Bárcenas…), el gobernante caído deberá sentarse en el banquillo rodeado por todo el rechazo y la hipócrita indignación de sus antiguos camaradas de tropelías.
Ya el hecho de que se establezca sin reflexión ni discusión una separación tan nítida entre responsabilidad penal y responsabilidad política, es algo sintomático respecto a la naturaleza del Estado de Partidos. Al parecer, las consecuencias negativas, incluso desastrosas, de las decisiones de nuestros gobernantes son, en virtud del principio de presunción de inocencia (principio irrenunciable a mi juicio, en el Derecho Penal) algo de lo que el interesado no es culpable, salvo que se juzgue y se demuestre lo contrario. Por lo tanto, su responsabilidad política quedará exclusivamente, en sus manos y en las de los dirigentes de su Partido que son quienes in extremis, han decidido que sea ministro, diputado, gobernador del Banco de España, etcétera. Será un asunto moral. Y siempre se podrá esgrimir en su favor no sólo la presunción de inocencia, sino el carácter accidental, contingente, de la vida; la buena fe, la dedicación, la competencia, la entrega a los ciudadanos.
El hecho de que en los medios se entable una batalla al respecto, en el hipócrita Estado de Partidos sólo significará que los partidos rivales intentan sacar algún provecho, debilitar al gobernante de turno que ha tenido la “desgracia de caer en las fauces de los periodistas”, para ocupar su lugar, su poltrona, con uno de los nuestros. Pero aun así siempre será una lucha limitada por el “interés común” de los partidos oligárquicos, que es la ocupación pacífica de la Administración al servicio de la empresa privada.
El resultado de todo ello será Filesa, los Gal, el Prestige, los Ere, Gurtel, Urdangarín, las Preferentes, Caja Madrid, Madrid Arena…el Ébola. La sociedad que acepta el Estado oligárquico de Partidos deberá resignarse a estar a merced de todas las catástrofes ecológicas, económicas, médicas, etcétera, que le sobrevengan como quien sale sin paraguas un día de lluvia, o pone una pistola en manos de un niño, y encomendarse a Dios o a la Virgen del Pilar.


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