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¿Qué es hacer investigación científica literaria?

Por Eduardo Zeind Palafox , 13 abril, 2015

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¿Qué significa investigar? ¿Cualquier objeto puede ser investigado? ¿Puede hacerse investigación científica con materiales literarios? Antes de atrevernos a responder tan graves preguntas será menester hacer algunas aclaraciones, ciertos distingos.

No es lo mismo, decía Xavier Zubiri, ocuparnos que dedicarnos. Ocuparse es simplemente entretenerse con algo, vagar en cierto terreno interesante, cruzar el tiempo sin tener consciencia de nuestra existencia, que fácilmente se embelesa con cualquier actividad lúdica.

Todos los seres humanos tienen ocupaciones, desde la consistente en estudiar para aprobar un examen hasta el limpiar la alcoba. De hecho, vemos por doquier gente preocupada porque no tiene en qué ocuparse. Mas grande es la distancia que hay entre el que estudia para obtener un doctorado, por ejemplo, que le servirá para ganar algún salario, y el que estudia a los grandes filósofos sin esperar recompensa monetaria o palmas.

El primero, al verse delante de alguna actividad más interesante que la que absorbe sus energías en el presente, la perseguirá, y así andará mes tras mes y año tras año.  El segundo, harto distinto, no dejará que los avatares muden su gusto, y dedicará todos sus esfuerzos al tema con que se comprometió. Quien sólo tiene ocupaciones jamás traspasa el conocimiento vulgar, el que cualquiera puede obtener de oídas, mientras que el dedicado se alza sobre lo anterior y descubre qué es la ciencia, lo que está más allá de cualquier cliché, moda, opinión o gusto.

Pienso que el hombre de letras más cercano a la inexistente ciencia literaria no es el filólogo, ni el hermeneuta, ni el traductor, sino el crítico, hombre que sacrifica su vida a una inacabable tarea. Crítico es quien siempre tiene dudas auténticas (no hace, cual Descartes, de la pregunta un método), preguntas para todas las cosas, y científico el que hace muchas preguntas a la misma cosa. El crítico ansía, diciéndolo al modo romántico, el todo, y el científico sólo la parte.

El lingüista, cuando mucho, nos entregará largos textos tratantes de la estructura del lenguaje de Goethe, mas el crítico nos explicará las razones por las que Goethe, todo Goethe, toda su obra, tiene lugar tan alto en la literatura universal. Más aporta a la vida humana un crítico que invita al gran público a leer a Goethe que el quisquilloso que se empeña en saber por qué el gran alemán usaba tal o cual modismo.

No estoy en contra del arduo escrutar del lingüista o del filólogo, pero sí en contra de que se llame “ciencia” a lo que hacen. Evertir, o encontrar la raigambre de algo, no es por sí mismo un acto científico. Desdorar lo bello o decir que Shakespeare no era poeta porque hemos descifrado sus motivos no es hacer ciencia, sino paradojas.

Decía Kant que sólo hay ciencia donde hay conceptos que corresponden a una intuición, es decir, a un fenómeno, a una realidad. ¿Es la literatura un fenómeno, algo condicionado? Sí es. ¿La sintaxis de un verso es parte de la literatura que dicho verso representa? Poco a poco estamos distinguiendo lo que es aspecto, rostro, de lo que es estructura, ingrediente. ¿Qué es la sintaxis de un poema? Es un ingrediente, o sea, algo que también existe en la prosa del periódico, en la receta de cocina y en el discurso del político.

Zubiri, en un libro de escritos menores, dice: “Mientras las ciencias investigan cómo son y cómo acontecen las cosas reales, la filosofía investiga qué es ser real. Ciencia y filosofía, aunque distintas, no son independientes”. El científico puede razonar cómo se hizo un verso, pero nunca por qué, al ser leído, trastoca la realidad. Y cuando se atreve a hacerlo cae en el terreno de la literatura.

El material con que labora el supuesto “científico” de la literatura es, a fin de cuentas, el “contexto” (de “cum”, que denota “unión”, y “textum”, tejido, trama, contextura). No puede el “científico” literario sobrepasar los límites del “contexto”, de lo que puede intuirse (historia de la gramática, fonética de la época, ritmo, rima), como el sonido o la puntuación, pues al hacerlo pasa a ser literato, un comparador de conceptos.

¿Y no demostró Kant que Leibniz, por reducirlo todo a conceptos, por meter todas las cosas en conceptos, no pudo diferenciar lo que es producto de la imaginación de lo que lo es de la realidad? Sea lo dicho humilde acicate para mejorar nuestra crítica literaria.

Edvard Zeind Palafox

donpalafox.blogspot.mx


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