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Periodismo putrefacto

Por José Luis Muñoz , 12 julio, 2018

No hace mucho escuchaba una diatriba cargada de razón de Cristina Fallarás sobre la degradación imparable de la profesión periodística de unos años a esta parte. La falta absoluta de ética de algunos medios y de profesionalidad de sus periodistas hacen que una parte considerable de la prensa de este país empiece a esparcir un olor nauseabundo a su alrededor.

La caverna mediática ha existido desde que el inquilino del Pardo pasó a ser el del Valle de los Caídos y yo pienso que cada vez están más enquistados en sus rocosas posiciones. Manejan esos gacetilleros una información fraudulenta, fake se llama ahora, para desprestigiar a los que no piensan como ellos; recurren, cuando no tienen suficiente  con la mentira, a la descalificación personal o al insulto más soez. Jiménez Losantos, Eduardo Inda, Hermann Tertsch, Salvador Sostres o Francisco Marhuenda son iconos de ese periodismo putrefacto. Unos insultan sin consecuencias, otros llevan años negando con cinismo la evidencia.

No acaba de digerir ese periodismo ultramontano el fin de una etapa que ha corrompido la vida social y política en España hasta límites insoportables y desde sus tribunas cargan contra los tibios cambios que el gobierno de Pedro Sánchez intenta implementar en, por ejemplo, la televisión española sin ir más lejos. Debían de estar muy a gusto con los habituales tertulianos de la televisión pública española, aquella que, según confesó José María Aznar con una de esa sonrisas que hielan, no tuvo tiempo de privatizar, cuyo arco ideológico iba de la derecha a la extrema derecha. Temen que los directores de esos programas tan ecuánimes y sus tertulianos librependadores no vuelvan a pisar los platós de las televisiones públicas y por ello ya han empezado su particular cruzada demonizadora poniendo en la diana de sus dardos a la nueva consejera Cristina Fallarás.

“La desolación de Cristina Fallaras al saber que RTVE no le pondrá un sueldazo”, “Cristina Fallarás sufre un sofoco al enterarse de que RTVE no le pagara el sueldazo que esperaba” o “Vaya cara de haba, Fallarás. La consejera podemita de RTVE lloriquear en Twitter”, son los titulares de algunos de esos panfletos, cuando la periodista y escritora se ha limitado a aclarar que cobrará 500 euros por su gestión, y punto. O “Cristina Fallarás se jacta de haber robado en un supermercado” equiparándola a Cristina Cifuentes. Conozco a Cristina Fallarás desde hace muchos años y sé que todo ese tema le resbala.

La caverna carga sus plumas con la mierda que rezuma de sus cabezas. La caverna odia al contrario de una forma irracional, se expresa con las tripas y lo hace con completa impunidad. La grandeza de los que defendemos la libertad de expresión hasta las últimas consecuencias es oponer a los ladridos rabiosos la razón. “Prohibido prohibir” fue uno de los lemas que se me quedó grabado a fuego en mayo del 68, cuando Cristina Fallarás abría los ojos al mundo . Por no prohibir yo no prohibiría ni el “Mein Kampf”.

Dejemos que esa caverna putrefacta se vaya cociendo en la salsa de su propio odio y tengamos una televisión pública digna y al servicio de la ciudadanía, como aquella televisión inteligente,  imaginativa y transgresora de hace muchos años,  la de Pilar MiróFelipe Mellizo y Javier Gurruchaga. Ladran, luego cabalgamos.

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