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Palestina agoniza, Occidente olvida.

Por Yolanda Larrea Sánchez , 30 julio, 2014

Las malas noticias inundan hoy los medios de comunicación: Malaysia Airlines, el Ébola, Gaza… Es ahí cuando viene el hashtag. Y después…después el olvido. Engatusamos a nuestra conciencia a base de caracteres. Escribimos sobre lo que debería golpear la dignidad del ser humano. Nos movemos así cómplices en la red, seguros de que cortamos las alas a la impunidad de lo real. El problema viene cuando hacemos de lo que parecía humanamente imposible, de la masacre, la normalidad. Ya no sorprende que todos los telediarios comiencen con el número de muertos en Palestina. Escribir Palestina, es ahora escribir la muerte. Aun con ello, esto se acabará olvidando, como se olvidaron las vidas perdidas de la operación “Plomo fundido” de 2008. Por aquel entonces, la indiferencia mundial fue aterradora. Ahora la historia se repite. La desmemoria se entremezcla con el desinterés (o quizás debería decir intereses) cuando se advierten los resultados de una votación por la cual la ONU ha conseguido aprobar una investigación sobre la ofensiva israelí. Estados Unidos votó en contra, y las grandes potencias de Europa occidental, como Alemania o Francia, se abstuvieron. De mientras, nuestra España de charanga y pandereta (pero democrática, oye) vende armas a Israel, pero dice que no son utilizadas en el conflicto de Gaza. Sí, debería decir intereses. Y, por fin, se quitaron la careta.

Mientras escribo estas líneas me cuentan que han muerto otras treinta y dos personas en nuevos bombardeos. Ya van más de 1.200 palestinos víctimas de este genocidio. Estas cifras y no otras son las dramáticas. Sin embargo, es más entretenido, y quizás productivo, hablar de los millones que han costado James Rodríguez o Luis Suárez. Mucho nos tendrían que contar Bartomeu y compañía acerca de sus valors, pero eso es ya harina de otro costal y líneas para otro artículo. Como decía, primero fue el Mundial y ahora las transacciones las que ocupan nuestro tiempo y vacían nuestras copas. Y ojo, no se piensen los lectores que una tiene algo en contra del deporte rey, al revés. Es la frialdad de lo que somos la que me inquieta. ¿Qué diría el mundo si los muertos fueran españoles? ¿qué diríamos nosotros? Resulta por lo menos estremecedor que casi nadie se acuerde del número de personas exterminadas al finalizar la operación “Plomo Fundido”, pero sí de lo que costó Cristiano Ronaldo. Mismo año (2009), distinta repercusión. Esto me recuerda algo que hace poco llamó enormemente mi atención: Se trataba de una descripción gráfica del olvido de las niñas nigerianas secuestradas por el grupo radical islamista Boko Haram. Mostraba cómo, en Google, el número de búsquedas a principios de mayo era de millones, mientras que el cinco de junio se había reducido a cero. Simplemente, habían dejado de existir. Era, sin ninguna duda, el horror de nuestra desmemoria. Ya durante el Mundial de fútbol pensaba en este asunto. El mismo día de la final quise investigar e ir un poco más allá. Quise así ver el impacto social en Twitter, tanto de la masacre israelí como del partido, con la esperanza de que, a la manera de la Pastor, los datos cambiaran mis conclusiones. Lo hice por la mañana, que ya se sabe que en las horas previas de los días de partido la cerveza se enfría y la sangre se enciende. Nada más lejos de la realidad. Los hashtag #Gaza, #FreePalestine y similares habían tenido un impacto social mucho menor que #FinalMundial. Me esperaba que fuese menor, sí, pero no tanto. Los primeros habían podido ser vistos por unos tres millones de usuarios, mientras que el referido al fútbol, por unos dieciocho millones. 18 a 3 había quedado este partido. Maracanazo… Definitivamente,mi Fact Check particular había hablado. Y, sobre todo, me había dejado a mí sin habla.

Miro ahora las fotos que certifican la tragedia humana. Siempre aparecen niños llorando ante los ojos del mundo. También ellos jugaban al fútbol. Lágrimas que mañana serán olvidadas, pues su futuro ya casi no existe, ya casi no importa. Ellos, desangrados, aún esperan.


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