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Niña con barbies (II): Algunas cuestiones antes de lo normativo.

Por Víctor Mora , 29 abril, 2014

En la segunda parte de este artículo vamos a hablar sobre lo normativo, concepto que nos afecta a todas y todos, pero antes, por si hay alguien perdido, os recuerdo que este es el segundo de una serie de artículos en relación a esta noticia que saltó a algunos medios hace poco:

“Una niña de seis años transexual ha recibido un trato discriminatorio por parte del colegio donde estaba matriculada (que se negaba a tratarla según su identidad femenina en todo lo que concierne: su nombre, su ropa, el acceso al vestuario correspondiente, etc.).”

 El artículo anterior está disponible en esta misma revista en este enlace:

Niña con barbies (I): Sobre la construcción.

 

Pero antes de introducir la normatividad, que va unida a la construcción, de la que ya hemos hablado, voy a comentar algunas de vuestras respuestas y mails a propósito del anterior artículo, que por supuesto os agradezco, porque ayudan a dinamizar el debate o a aclarar cuestiones que quizá han quedado borrosas o pasadas por alto. Si no están literalmente todas es porque muchas de ellas preguntaban sobre lo mismo, y confío en que las respuestas sean satisfactorias:

 

– «¿De verdad crees que sólo hay dos géneros? Así lo afirmas en tu artículo.»

Este tema es muy interesante y muy problemático, y te agradezco que lo saques a relucir. Antes de nada quiero aclarar que no se trata de lo que crea yo, se trata de las bases (los pilares) sobre los que nuestro modo de conocimiento se ha construido, y especialmente sobre los que la sociedad que habitamos se ha construido, en la que hay sujetos (jurídicos y políticos), y en cuya descripción no se admiten definiciones abstractas, o que simplemente se salgan de lo binario. En la sociedad hay dos géneros: hombres y mujeres. Para continuar conviene tener clara la distinción entre identidad (de género: masculina o femenina) y orientación (sexual: heterosexual, homosexual, bisexual), porque son cosas distintas, y por lo tanto un hombre de orientación homosexual no tiene identidad de género femenina, es decir: no es una mujer, ni quiere serlo. El problema de esta confusión se debe a que tendemos (por nuestra educación precaria y desinformada) a mezclar la cuestión de la identidad con el deseo sexual. Son cosas independientes, y cuando hablamos de personas transexuales la cosa se complica. En el caso que nos ocupa parece bastante claro: esta niña sabía y sabe que es una niña, con independencia de saber si le gustan sexualmente los niños, las niñas o ambos, porque me temo que el deseo, que determina la orientación, se desarrolla más tarde que la identidad (te recuerdo que tiene seis años). Y entonces, ¿qué pasaría si al llegar a la adolescencia se siente atraída sexualmente por mujeres? Pasaría que es una mujer transexual lesbiana; ¿pensará que se ha equivocado al cambiar de género cuando tenía seis años? No, porque las lesbianas sienten deseo sexual por otras mujeres, pero eso no quiere decir que quieran ser hombres. Repetimos: identidad y orientación son cosas distintas. También quiero decirte que en algunos países ya hay reconocido un tercer género desde las instituciones oficiales, y para aquellas personas que no se identifiquen con ser hombre o mujer hay una opción legal, un/a X, lo cual no afecta a la orientación sexual o al deseo, sino a la construcción social binaria. Como decía al principio, esta es una cuestión importante, interesante y problemática, y volveremos sobre ella porque está totalmente relacionada con la normatividad.

 

– «Yo creía que la biología determinaba el sexo, y que a partir de ahí se implementaba la construcción cultural».

Efectivamente, así es como se ha establecido. Hay varias cosas importantes en lo que has comentado, una es que lo biológico determina el sexo, y eso es así, pero no siempre determina el género. Resulta que a veces, como el caso que nos ocupa, la biología determina un sexo con el que el sujeto no está de acuerdo, y por lo tanto ha de intervenir y reasignarlo al que le corresponde, porque estamos de acuerdo en que el poder que tenemos las personas sobre quiénes somos depende exclusivamente de nosotros, y no de la biología o del Estado; eso sería un caso de la llamada disforia de género, como el de esta niña. Otro caso sería, por ejemplo, el de intersexualidad (o “hermafroditismo”), cuando un bebé nace con los dos atributos sexuales igualmente definidos o indefinidos, ¿qué se hace en ese caso? Pues lo que se ha hecho normalmente es decidir desde la familia (los padres deciden qué sexo debe ser el determinante para su construcción de género) o desde la institución (médica). Estos casos han conllevado multitud de problemas para los sujetos intersexuales, sobre los que se ha decidido sin que ellos o ellas intervengan (como trató Foucault en su ensayo sobre el caso de Herculine Barbin, y que recupera Butler en Gender Trouble).

La otra cuestión que planteas en tu pregunta (insisto, muy importante), es que la construcción cultural se implementa. Y eso efectivamente es así, y nos plantea un problema muy grave que el feminismo ha tratado y sigue tratando desde el famoso no se nace mujer de Beauvoir. ¿Y cuál es el problema? Bueno, parece que ya hemos asumido que todo es construcción, y que el problema del género es una cuestión cultural, de una cultura que, como dices, se implementa en función del sexo biológico. Esto es un problema porque, ¿no estamos hablando de lo mismo? Es decir, si simplemente cambiamos biología por cultura, estamos ante el mismo problema: somos sujetos determinados, y en función de nuestro género tendremos implementados una serie de deberes, derechos, modos, costumbres, etc., en el ámbito público y en el privado. ¿Qué diferencia entonces biología de cultura en un nivel práctico? Esta cuestión también está relacionada con la normatividad y es un debate abierto, pero la pregunta es sencilla: si Beauvoir nos libera en cierta medida del determinismo biológico con no se nace mujer, ¿podemos liberarnos igualmente de la cultura? Pues por ahora, mírese cada una y cada uno para sus adentros, no hemos podido. Si ya sabemos que todo es construcción y que el problema del género es cultural, ¿por qué no lo cambiamos? Sabemos que por esa cultura las mujeres (y las sexualidades tangentes, sobre las que ya volveremos), están subordinadas y sometidas a los varones en muchos aspectos, ¿por qué no se cambia esa construcción cultural? ¿Por qué nos conformamos con la estructura del patriarcado? O lo que es lo mismo, citando a la filósofa Carmen González Marín: si nadie nace mujer, ¿por qué hay tantas mujeres?

Dejo la pregunta, como todas las demás, abierta a debate.

 

– «En los tiempos que corren resulta chocante encontrar artículos que no hablen de crisis, paro, corrupción, economía, pero desde luego son mas necesarios que nunca.»

Y tanto que son necesarios, y especialmente en tiempos como estos, que describes muy bien. Y te digo por qué: en momentos convulsos, como los que vivimos ahora, en los que la tensión social se agrava porque crece la urgencia de necesidades básicas, siempre hace falta una figura: el enemigo. Desde las instituciones o las élites se crea y se difunde la figura de un enemigo al que la comunidad pueda culpar de sus males y así crear controversia y confusión; y por muy extraño que nos parezca ahora, la Historia nos dice que siempre nos toca a los mismos. Cuando hay crisis, señoras y señores, se saca a la luz pública a las brujas, y las brujas siempre son los desviados de la norma. Puede ser que se distraiga la atención de los problemas acuciantes con enfocando cuestiones como el nacionalismo (Cataluña), los valores morales (el aborto), etc., pero siempre se va a demonizar a alguien para crear un enemigo a quién culpar del desorden. A las identidades subversivas (esto es no normativas) nos toca antes o después ocupar el lugar de enemigo social, pero siempre nos ha tocado en momentos de crisis. Por lo tanto es muy necesario usar nuestras armas en contra de este procedimiento, y la mía es la palabra, la nuestra es la palabra. Lo único que podemos hacer es hablar, escribir y decir las cosas como son, para tratar de evitar que nos conviertan en un problema social. Os invito a que sigamos haciéndolo.

 

– «Adelante con tu análisis….que si lo tratas de una manera humanista y llegando a su trascendentalidad más profunda, podrás llegar a la conclusión de qué otras vidas pasadas de esa niña hayan podido ser su decisión elegida antes de llegar a estas tierras….en su actual vida….

Un abrazo»

Como dije que iba a responder a todas las cuestiones que se plantearan, le contesto, señora. De entrada siento desilusionarle si le comento que no voy a tratar temas acerca de la reencarnación, ni nada que tenga que ver con la mística de ninguna índole, sobre lo que tiene usted miles de libros, artículos y webs, que seguro conoce más que yo, porque no es mi campo de investigación. Sólo le digo que espero (espero) que no esté insinuando que esta niña fue «algo» en sus «vidas pasadas» por lo que en esta, la presente, haya de «pagar» o «cumplir con un castigo», y por lo tanto sea transexual. Se lo digo, señora, porque si es así me parece usted insultante y grosera, teniendo en cuenta el día a día que esta niña ha tenido (y tiene) que vivir «en estas tierras, en su actual vida»; y creo que su comentario está totalmente fuera de lugar. Si fuera así, que de verdad espero que no, usted y yo no tendríamos más que hablar.

 

Os invito a que sigáis participando y sigamos hablando. Ya sabéis que podemos hacerlo a través de los comentarios de esta misma web o a través de mi mail personal: vmoravmora@gmail.com.

 

En unos días hablamos sobre lo normativo.

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