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Niña con barbies (I): Sobre la construcción.

Por Víctor Mora , 18 marzo, 2014

Una niña de seis años transexual ha recibido un trato discriminatorio por parte del colegio donde estaba matriculada (que se negaba a tratarla según su identidad femenina en todo lo que concierne: su nombre, su ropa, el acceso al vestuario correspondiente, etc.), y ahora los padres de la pequeña se encuentran pendientes del desarrollo del caso en los tribunales por discriminación.

Esta noticia saltó hace poco tiempo a los medios de comunicación (seleccionados, claro, no todos cubren hechos de este tipo), y plantea varias cuestiones, todas ellas interesantes y de las que tenemos que hablar.

No voy a tratar tanto los matices materiales del caso en cuestión (que podemos seguir en los medios y que son por supuesto fundamentales), sino todo lo que se desprende del mismo, que es mucho. Y es que esta niña sin quererlo, porque tenemos que tener por seguro que nadie hace algo así a propósito, es susceptible de convertirse en un símbolo. Una víctima de determinados males contemporáneos que debemos aprender a identificar; saber de dónde provienen, qué significan y llamar por su nombre.

Y como todo lo que simboliza y apunta es importante (y quizá no siempre sencillo), os propongo éste como el primero de una serie de artículos que analizarán el caso desde la perspectiva de las cuestiones llamadas de género, y os invito a participar en los comentarios públicos en esta misma web, o privados a mi mail personal: vmoravmora@gmail.com, para añadir las preguntas o sugerencias que vayan surgiendo al análisis (que serán publicadas aquí igualmente).

En primer lugar y a modo de presentación, os propongo que miremos con atención la fotografía que ilustra la noticia en El País digital, acreditada por García-Santos, que bien podría ser una obra sin título expuesta en un museo, y que podríamos titular, por ejemplo, “Niña con barbies”.

¿Qué vemos?

 El interior de una habitación, iluminada por la luz que deja entrar el ventanal del balcón. Se adivina el cielo diurno tras los visillos cerrados, y el contraluz que causa dibuja la silueta de una niña pequeña sentada en la cama. Y, ¿cómo sabemos que es una niña? Muy sencillo, mire usted, pues porque lo vemos: lleva el pelo largo recogido en una coleta alta, sandalias rosas, un collar, y juega con dos muñecas Barbie.  

No tendríamos ninguna duda, y es que no la hay. Y, ¿por qué? Pues porque los géneros (que son dos, como saben: masculino y femenino), son fruto de una construcción. La construcción del género es algo que la filósofa norteamericana Judith Butler explicó muy claramente en su ensayo El género en disputa, en 1990.

 El texto de Butler recogía el testigo (más o menos dado la vuelta y tamizado por Foucault y la biopolítica) que Simone de Beauvoir convirtió en eslogan, quizá sin querer, allá por el 49 con El segundo sexo, y su archiconocido no se nace mujer, se llega a serlo.

 Y, ¿cómo es esto de que no se nace sino que se llega a?

 Bueno, pues Butler nos lo dirá claramente, y es algo que todos ya sospechábamos cuando desde pequeños nos daban pelotas de fútbol y pantalones azules, o de pequeñas sandalias rosas y muñecas Barbie: el género se construye, y la construcción comienza desde el minuto cero, desde lo que determina la biología. En función de nacer con unos órganos u otros, nuestra vida será rosa o azul, de muñecas o de balones y, sobre todo, será todo lo que esos objetos implican y significan en la vida social y cultural (que es mucho, señoras y señores, es todo).

 Sin embargo el sexo biológico y la identidad de género, como vemos por ejemplo en el caso de esta niña, no tienen por qué estar relacionados, y de hecho no coinciden siempre. ¿Por qué? Porque el género no está en los genitales, sino en la cabeza (alma, mente, espíritu, llámelo usted como quiera), y es la  mente la que manda y la que necesita corresponderse con la construcción que se asigna a su identidad.

 Creo que estaremos todos y todas de acuerdo en que es la mente quien nos determina (lo que llamamos el yo), ¿o es el cuerpo? ¿Pueden dividirse mente y cuerpo? Evidentemente no: cuando hablamos de identidad mente y cuerpo (interior y exterior) han de estar de acuerdo. Y ese acuerdo al que hemos llegado, para vivir en sociedad, se construye, se realiza mediante la construcción.

 Y esa construcción, como veremos en el siguiente artículo de Niña con barbies, es normativa.

 Os invito de nuevo a que participéis para alentar el análisis.

 

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