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Más que sentimientos

Por Lourdes Redondo , 12 febrero, 2014

 

Hasta luego amiga

Hasta luego amiga

 

A veces no somos conscientes de lo que pueden suponer en nuestra vida diaria muchas cosas, hasta que de repente no están. Madrid es una ciudad totalmente caótica en la que serían innumerables la cantidad de estímulos que aparecen ante nuestros ojos durante tan solo dos segundos. Hay veces que muchos de ellos se añoran cuando no están.

Esta ciudad puede aportar muchísimas cosas, pero también puede arrebatarte la misma cantidad. Cuando llegué no pensaba en el tipo de situaciones que iban a ir desencadenándose, dándole un sabor nuevo a mi vida y un toque de responsabilidad mezclado con uno de amistad verdadera donde la haya. Cuando comencé mis días aquí era una soñadora más que se abría camino, una vasca adoptada por Madrid que decía hola a un nuevo modo de vida, nuevas personas y nuevas rutinas a las que adaptarse.

Por un lado, uno de mis deseos y convicciones era que la primera vez que pisara barajas sería para hacer un gran viaje, y por otro, soñaba con mi primer día de trabajo como el transcurso de horas en las que no eres capaz de hacer nada más que analizar las diferentes cosas que van pasando mientras transcurren los segundos. Pues bien, estas dos afirmaciones no se cumplieron y de lo que más me lamento es de la primera.

Ayer, día 11 de febrero de 2014, por un lado mi santo y por otro, uno de los días más tristes que he vivido desde que esta ciudad me vio llegar. Ayer se rompió mi sueño de pisar por primera vez barajas para irme a otro continente, porque tuve que ir a despedir a alguien muy importante que ha formado parte de mis días desde que tengo el placer de desenvolverme en esta metrópoli.

Podemos reflexionar acerca de ello, pero es difícil tomar conciencia de lo que pueden llegar a significar las personas hasta que se van. No han pasado más que horas y ya siento tu marcha, ya siento que no estás, ya siento que llegaré a cenar y no te tendré a mi lado. Cuento las horas, los minutos y segundos en que todos volvamos a estar reunidos, riéndonos y disfrutando de nuestras respectivas compañías.

Las personas que salen y entran de nuestra vida, pueden fácilmente caer en el olvido pero pocas dejan esa huella en el corazón que se caracteriza por una desazón cuando no las sientes cerca. Ayer mientras caminábamos miraba a mis lados y solo veía individuos, individuos de toda clase y cultura, desde un señor mayor que llevaba un jersey de franela y estaba con el teléfono aparentando estar al día de las nuevas tecnologías, hasta la peruana que hablaba incansable chillando por teléfono explicando todas y cada una de las condiciones de su vuelo a su familia, esperándola con ansia.

Tantas historias que pasan ante nosotros sin apenas percatarnos. Una de esas historias ayer eras tú, compañera, expectante por un lado y poco consciente por otro, de que tenías que marchar, de que esta ciudad y estos amigos, se quedan aquí guardando tu ausencia, y México y tu gente te esperan. Te queremos amiga, y te guardamos la silla y esa preciosa sonrisa en nuestros corazones, porque esta etapa de vida no hubiera sido lo mismo sin ti, y porque todos estos sentimientos y todas estas aventuras no hubieran cobrado vida, de no haber formado tu parte de ellas.

Un día más y un día menos, momentos disfrutados con ella y momentos que disfrutaré, porque esto no es un adiós, es solo un hasta luego.

Un hasta luego de una vasca madrileña, que vive cada minuto expectante por ver que le deparará el siguiente.

 

 

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