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¡Madre!, de Darren Aronofski (2017)

Por Irene Zoe Alameda , 29 septiembre, 2017
Poster de '¡Madre!', de Darren Aronofski.

Póster de ‘¡Madre!’, de Darren Aronofski.

En su última película, Darren Aronofsky ha caído en la casi inevitable trampa/tentación que aguarda a los autores verdaderamente innovadores: dejarse arrastrar hasta los confines de su particular universo hasta romper todo vínculo con la comunicabilidad. A partir de esta premisa, es fácil comprender las extremas reacciones de un público bipolar ante la experiencia a la que invita ¡Madre!: una minoría se queda transida, mientras que otra parte sale irritada y haciendo aspavientos de la sala antes de que concluya la proyección. Es como si el director gritara: “¡Pasen y vean cuanto habita en mi psique, y admiren con cuánta fiabilidad transfiero mis emociones a la pantalla!”

 

Es ¡Madre! un ejercicio cinematográfico virtuoso. Como cineasta, la película me mantuvo anclada a la butaca, superada por la capacidad de Aronofsky de recrear con medios audiovisuales el bucle, espeso, lógico y reiterativo, de sus obsesiones, de ese nudo gordiano sobre el que late su atractiva visión. Como espectadora, admito que el resultado es un auténtico desastre: en el primer tercio del filme vemos cómo la pareja formada por los actores Jennifer Lawrence y Javier Bardem se ve sobrepasada por la llegada de unos extraños visitantes. Esa maravillosa tensión creada en el primer tercio del filme se mantiene a duras penas en el segundo, envuelto en el desconcierto, y se disuelve en demencia en el tercero, cuando la película transita hasta el terreno surrealista y se desmorona en un ataque de diarrea visual. Los últimos treinta minutos son tediosa incontención, subordinada a unas intenciones metafóricas más propias de la poesía que del cine.

 

No es esta una obra apta para todos los espectadores: habrá quienes la desprecien y quienes la adoren. Al fin y al cabo, ¡Madre! recoge la vivencia psicológica de un genio, Aronofsky, en el punto álgido de su ego, y expresa con detalle y de forma desinhibida cuantas certezas articulan su proceso de la creación. Solo en ese sentido unidireccional la cinta es un milagro. Con un Javier Bardem tan extraordinario que si sitúa ya fuera de los parámetros que bareman a los mejores actores, su encarnación del demiurgo quedará grabada en los anales de la historia del cine.

 

Faltan las palabras, pues, para describir semejante proeza interpretativa, como apenas las hay para loar los exquisitos personajes encarnados por Ed Harris y Michelle Pfeiffer, capaces de dar vida a la pesadilla del director sin por ello desconectarse de la realidad.

 

Con ¡Madre!, el director de Réquiem por un sueño, La fuente de la vida, El luchador, Cisne negro y Noé ha asumido un riesgo muy grande en su carrera. Si en un futuro cercano es capaz de regresar a su narrativa, viscosa y magnética, logrará recuperar el favor del público mayoritario, quien perdonará esta “debilidad” de genio. Desgraciadamente, muchos se quedan encallados tras ese salto mortal.

 

Estamos atentos.

 

www.irenezoealameda.com


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