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Los del 68

Por José Luis Muñoz , 19 marzo, 2018

Imagen icónica de la revuelta parisina, vigente cincuenta años después

Hay una película de Bernardo Bertolucci que me llena de especial nostalgia cuando la veo, y lo hago con frecuencia: Soñadores. Me gusta verla, también es verdad, y no voy a ocultarlo, porque en ella sale una actriz fetiche llamada Eva Green (encontré a una doble donostiarra hace años en San Sebastián, durante el festival, casi más guapa que la original). Aunque Bernardo Bertolucci me saque unos cuantos años y muchos más achaques, estoy convencido de que rodó esa película con especial cariño porque en cierta medida se veía reflejado en esos adolescentes airados, rebeldes, y cinéfilos extravagantes que hacían su revolución personal mientras levantaban los adoquines de las calles de París buscando la playa y descubrían la vorágine del sexo dinamitando los tabúes que lo cercaban.

El triángulo amoroso de Bertolucci dinamitaba las convenciones sexuales en «Soñadores», film eligíaco sobre el Mayo de 68

Mayo 68 fue una revuelta de una juventud harta de estar encorsetada, libertaria en sus formas y fondo, hasta las narices de la corrección hipócrita de sus mayores, que quiso romper esquemas, y los rompió, y sentó las bases de una nueva sociedad más abierta y permisiva, menos autoritaria. No triunfó en el plano político (De Gaulle volvió a ganar las elecciones tras un mes de revueltas estudiantiles y obreras que se extendieron por el resto de Europa y cruzaron el charco) pero el mundo cambió a mejor, progresó. Aquellos jóvenes con los que yo me identificaba en usos y costumbres, en aspecto físico, en el uniforme progre, en los tics de lenguaje, en la sexualidad sin fronteras y en identificar al enemigo (el nuestro era Franco, el dictador sanguinario) fueron más felices y dieron pie a una sociedad menos autoritaria en el plano político, docente, laboral, familiar y sexual aunque no removieron el sistema que se limitó a hacer su cambio cosmético. Nada fue igual después de ese estallido de libertad. Los jóvenes airados de esa generación se dieron luego, a lo largo de estos cincuenta años, un baño de realidad y algunos traicionaron sus principios cuando entraron en el sistema, pero muchos otros hemos mantenido ese poso de rebeldía a pesar de las circunstancias y nos ilusionamos cuando vimos a otros jóvenes que tomaban las plazas el 15M en un movimiento que parecía una reedición de Mayo 68 y se diluyó en el parlamentarismo.

Casi todas las últimas revueltas sociales tienen un carácter libertario

A punto de cumplir medio siglo, los del 68 volvemos a tomar la  calle con cincuenta años más sobre nuestras espaldas los sobrevivientes de esa generación ilusionada que no acepta la derrota. Ya no somos aquellos jóvenes y guapos airados de largas melenas y barbas salvajes, ni aquellas chicas minifalderas que declaraban la guerra abierta al sujetador, los que prohibían prohibir y pregonaban el amor libre y lo practicaban, los que declaraban la guerra al consumismo, vivían el rock orquestal con misticismo religioso, amaban las flores, consumían marihuana y revindicaban la comuna en contra de la familia. Con canas o sin pelo, con un mar de arrugas en la frente, menos brillo en la mirada, las piernas que renquean, alguna silla de ruedas, recordamos los viejos tiempos, cuando la dictadura nos echaba encima a los grises y les respondíamos a botellazos, pedradas, vallas o cócteles molotov. Este 17 de marzo de reencuentro de viejos guerreros no hubo que correr delante de las porras o las bocachas de los fusiles lanzadores de pelotas de goma. Esa marcha pacífica e indignada de abuelos, y algún nieto perdido, recorrió las calles de Barcelona con la vista puesta en el futuro incierto de quienes heredarán nuestro mundo, de esa prole que cada uno, con su economía cada vez más precaria, ha ido manteniendo en esta larga crisis que no se acaba nunca porque ya se ha convertido en algo permanente y lo que nos han arrebatado difícilmente conseguiremos que nos lo devuelvan.

La ciudadanía toma las plazas en el 15M

La actitud ofensiva, cínica y despectiva del gobierno de la nación, sus argumentos inadmisibles para no aplicar el IPC en el aumento de las pensiones, ha echado a la calle a cientos de miles de pensionistas que hemos demostrado nuestro hartazgo en cientos de ciudades españolas en defensa de la sostenibilidad de las pensiones y su mejora. El Fondo Monetario Internacional, una de las organizaciones criminales más importantes del mundo cuyos presidentes tienen o han tenido causas abiertas en la justicia (uno por violador, otro por ladrón y la actual por negligencia en el manejo de fondos públicos), quiere apuntillar el estado de bienestar y eso pasa por hacerse con las pensiones públicas, argumentando su inviabilidad e incentivando los planes de pensiones privados, una estrategia criminal más que busca vaciar el bolsillo de los ciudadanos en ese juego de trileros al que nos han acostumbrado. Ni nos vamos a morir pronto, como nos deseaba Christine Lagarde haciendo números de macroeconomía deshumanizada, ni nos vamos a quedar callados porque a esos del 68 con cincuenta años más nadie les toma el pelo. A esta edad en que uno está de vuelta de todo, nada nos da miedo ni nada nos amordaza. Nos mueve el futuro de nuestros seres queridos, de nuestros hijos y nuestros nietos porque queremos legarles un mundo mejor que sucesivos gobiernos no hacen otra cosa que empeorar.

El presidente del gobierno M. Rajoy desprecia y provoca con sus palabras a los pensionistias

El corrupto hasta el tuétano, el indigno gobierno liberticida de Mariano Rajoy y su sucedáneo cosmético Ciudadanos quiere condenarnos a la miseria económica y moral, a ese genocidio lento y callado de los recortes sociales que nos lleva a la muerte real en las salas y listas de espera de los hospitales. No se lo vamos a permitir. Todo en esta vida se resuelve por una correlación de fuerzas. Si el parlamento es incapaz de hacerlo, lo hará la calle. La calle grita harta de engaño y corrupción. La calle puede torcer voluntades y hasta tumbar gobiernos.

Los pensionistas indignados toman las calles de las ciudades de España

Sumémonos a esa marea hasta ahogar a estos impresentables que nos gobiernan en un mar de indignación. Fuera de una vez por todas las políticas criminales que salvan negocios privados y hunden lo público saqueando el bolsillo de los contribuyentes. A estas edades no nos engañan los miserables, esa gentuza que no nos administra sino que nos roba. Y esto es un panfleto, claro. Como los que escribía hace cincuenta años aporreando el cliché con una vieja Olivetti y metía luego en el rodillo de la vietnamita para ciclostilar en los pisos francos. La vida es un puto bucle medio siglo más tarde, pero la playa sigue estando debajo de los adoquines y solo hay que levantarlos.

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