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Life

Por Oscar M. Prieto , 30 enero, 2014

Los miércoles han dejado de ser esos días en medio, en mitad de la semana, días de Mercurio, herméticos, que apenas contaban, poco más que tránsito, como el dios que les da nombre, que era el encargado de conducir las almas al Averno. Ahora tienen una razón de ser, son aptos para ser señalados en la agenda o encerrados con círculo recordatorio en un calendario.

Ahora los miércoles volvemos al cine. Por fin se han dado cuenta de que al personal le sigue gustando ir al cine, que sólo era cuestión de poner las entradas a un precio razonable, para que la cola de espera saliera del recinto y las salas volvieran a estar llenas.

Fuimos a ver “La vida secreta de Walter Mitty”. Habla de un hombre al que, literalmente, se le escapa el tren mientras imagina que hay un incendio en la casa de al lado y que, sin pensarlo dos veces, salta dentro, rompiendo la ventana y salva el perro de la mujer -su nueva compañera de trabajo-, de la que se ha enamorado. Todo esto sucede en su imaginación, mientras el tren se va. Este es uno de los muchos trenes que se le han escapado y una de las muchas imaginaciones con las que se refugia en la tierra de Babia.

Salimos del cine animados. Con ganas de hacer algo con la vida, con ganas de subir a un avión, de escalar un volcán o coger de la mano a una mujer, por este orden o al revés. No vaya a ser, no vaya a ser… Al cruzar por el parque me vino a la cabeza, con la insolencia de un remordimiento, el soneto de Borges, precisamente titulado así: El remordimiento. Se lo quise leer, no fuera a ser que hubiera o estuviera cometiendo el peor de los pecados que un hombre puede cometer: no ser feliz. No fuera a ser, como en los versos, que mis padres me hubieran engendrado para el juego arriesgado y hermoso de la vida y los estuviera defraudando, que me hubieran legado valor y no fuera valiente, que dedicado al arte que entreteje naderías, se me estuviera yendo el tiempo y con él la vida. Quiero creer que todavía estoy a tiempo de cambiar los dos últimos versos del soneto: “No me abandona, siempre está a mi lado, la sombra de haber sido un desdichado”.

Estamos a tiempo.

Mientras dormía, una amiga muy sibila, me escribió esta pregunta en un mensaje, casi oráculo en sentido inverso: “¿Y qué vas a hacer: subir a un avión, escalar un volcán o coger de la mano a una mujer?”

De momento, esta mañana, de camino al trabajo, he venido escuchando “Wake up” de Arcade Fire, en lugar de la radio, como todos los días (Y eso que tenía interés por conocer la crónica del partido de ayer. Ganamos otra vez y el Atleti está de nuevo en las semifinales de la Copa del Rey). Parece una decisión pequeña, pero no lo es. Nunca se sabe las energías que puede desencadenar una canción. Una buena canción, bien elegida, es como el odre de los vientos que guardaba Eolo y que regaló a Ulises para que pudiera retornar a Ítaca.

Walter, el protagonista de la película, trabaja revelando negativos en Life. Me despido por hoy con el lema de esta revista:

“Ver mundo, afrontar peligros, traspasar muros, acercarse a los demás, encontrarse y sentir. Ese es el propósito de la vida”.

Salud

Oscar M. Prieto

www.oscarmprieto.com

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