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Librerías

Por Oscar M. Prieto , 31 mayo, 2020

Me llevó horas dar con la que sería mi casa y no porque fuera un barrio de casas iguales. Los primeros días fueron extraños, confusos, quizás por la niebla persistente de aquella ciudad, en aquel invierno en el que anochecía casi después de comer y los trayectos en metro eran interminables; quizás por el idioma, que había ido a aprender, del que apenas conocía las canciones de los Beatles; probablemente por mis 18 años, siempre confusos y extraños.

Por muy Londres que fuera y muy pertinaz que se quisiera, no hay cielo nublado en el que no termine apareciendo el sol. El sol, para mí, salió la tarde de un viernes, cuando paseaba distraído, sin rumbo y asombrado por los alrededores de Oxford Street. No se trataba de un reflejo en el escaparate, sino que el propio sol, el mío, era aquella librería que el azar o el destino había puesto en mi camino. Aunque yo siempre he creído que fue la Divina Providencia, pues en la librería, muy al fondo, había un par de estanterías repletas de libros en español. Pocos días recuerdo más felices que aquel. Sentado en el suelo, repasando los títulos de todos los libros, como si fueran hermanos de los que una guerra me hubiera separado e incluso, más emocionante aún, como si hubieran sido escritos para mí.

Desde aquella tarde, entrar en una librería siempre ha tenido para mí algo de reencuentro, de alegría, de sol y también de agradecimiento. He encontrado en las librerías refugio de la lluvia, del desamor, de la soledad, del absurdo y de tantas inclemencias, que han dejado de serlo, después de calentarme al fuego de una buena conversación con el librero. Una buena librería tiene para mí algo de farmacia, de botica, más bien de rebotica y al librero lo tengo por ese sabio boticario que sabe urdir remedios, con la delicadeza de una báscula y la rotundidad de un almirez. De una librería, da igual del humor con el que haya entrado, siempre salgo esperanzado. El librero me devuelve la confianza en que existe un orden y que hay un libro, un hilo, para cada laberinto. Vayan desde aquí mi ánimo a todos los libreros, que tanto bien me han hecho.

Salud.

www.oscarmprieto.com

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