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¿Las niñas no? Las niñas sí

Por Laura Repeto , 1 junio, 2020

Si eres mujer estoy segura de que a lo largo de tu vida habrás tenido esta sensación más de una vez, pero te diré una cosa: tranquila. Está bien, es normal, yo he sentido lo mismo que tú.

Hace años yo también fui adolescente y no lo entendía. No sabía por qué me provocaban rechazo algunos de los comportamientos de los chicos de mi clase, cuando todas mis amigas lo veían como algo normal, o al menos, eso hacían creer a los demás. ¿Acaso era lógico molestarse porque tu noviete de los 15 estuviera con sus amigos hablando constantemente de sexo? ¿Podía una sentirse mal por el simple hecho de escuchar cómo comentaban entre ellos una y otra vez las veces que se habían masturbado? Sí, podía hacerlo, pero no lo sabía.

Quién pudiera rebobinar y volver a aquella época para decirle a mi yo de 15 años que se podía permitir las licencias que quisiera. Sí, Laura, podías sentirte mal, podías enfadarte, podías todo eso y más, porque tú no tenías libertad para hacer lo que ellos sí y no sabías por qué. Las niñas no hablaban de sexo, tampoco se masturbaban (¿¡yooo!? ¡qué va!), y mucho menos se acostaban con chicos a los 15.

¿Que te ha bajado la regla y necesitas cambiarte la compresa? Aguántate hasta que termine la clase y reza por que no se te asome ninguna mancha por el pantalón; ¿que te masturbas igual o más que los niños de tu pandilla? Niégalo hasta convencerlos de que es verdad lo que dices; ¿que te preguntan si sabes lo es un 69? Haz como la que no sabes de qué te hablan… Y así, un sinfín de ejemplos con los que podría rellenar varios capítulos de la serie, ahora tan de moda, Sex Education —que por cierto, os recomiendo ver en Netflix—.

Pero no, no solo volvería atrás para decirme a mí misma que podía enfadarme por todas esas cosas sin sentir vergüenza por ello. Volvería para hacerme entender todo lo que ahora ya sé: que no era mi culpa sentirme así, pero tampoco la de aquellos chicos adolescentes con las hormonas a tres metros sobre el cielo (madre mía, cada vez le encuentro más sentido al libro de Moccia).

La culpa la tienen los padres —en los que puede que algún día nos convirtamos— de todos esos niños y niñas que un día fuimos todos. Una sociedad todavía tan machista que llega al punto de hacernos creer que somos marimachos si no nos depilamos, maleducadas si no escondemos el tampón de camino al baño, guarras si nos acostamos con alguien cada sábado, busconas si provocamos, incongruentes si decimos sí pero después no queremos…

Y entonces, ¿cuál es la solución? Como decía el azucarillo que me encontré por casa la semana pasada: «Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres».

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