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Las inteligencias creativas. Parte II

Por Irene Zoe Alameda , 22 marzo, 2015
http://www.nytimes.com/2015/03/17/health/older-really-can-mean-wiser.html

¿Qué diferencia a las personas creativas de las que no lo son?
Ilustración de Christopher Silas Neal

Créame: el saber ocupa lugar, y la adquisición de conocimiento requiere tiempo. El tedio y la abstracción son el mejor caldo de cultivo para el desarrollo de la inteligencia.

 

Un error común es pensar que las personas creativas son egoístas, que “sólo van a lo suyo”. Conforme el creador gana en edad y sabiduría, atesora experiencia y proyectos, y (¡ay!) esos proyectos no suelen formar parte de los requerimientos de los trabajos por cuenta ajena. Conforme madura, cualquier creador se ve obligado a ir tomando decisiones trascendentales y excluyentes en el manejo de su tiempo. Al contrario de lo que se piensa, los creadores no se importan nada a sí mismos, de hecho es común que lastren desde la infancia graves problemas de autoestima derivados de su socialización deficiente -por su percepción de ser distintos del resto-. Al creador es su obra lo único que le importa: por encima de sí mismo.

 

Y he aquí que la vida del creador comienza a llenarse de reproches por parte de quienes podrían brindarle su apoyo.

 

Como el creador es lo que hace, carece de horarios. No se le puede pedir a quien vive imbuido en su película, en su proyecto de arte callejero, en su investigación, en su universo poético o musical… que concilie “vida y trabajo”. Entiéndase: esa persona ES su trabajo. Y su creación se fragua a todas horas, en la vigilia y en el sueño, su actividad tiene lugar noche y día. No es que quien crea sea alguien desconsiderado con los demás: es que si deja escapar una intuición, una secuencia melódica, una certeza, una conformación, la perderá para siempre. La creatividad trabaja constantemente y lanza sus resultados a la consciencia en cualquier momento, no entiende de horas.

 

Quienes hayan convivido con una persona creativa saben de la desolación que le supone haber dejado escapar o haber perdido una idea. También de la angustia que le produce la sensación de pérdida de tiempo. Convivir con un ser creativo supone protegerlo.

 

A usted que lee estas líneas le estarán viniendo a la memoria personajes muy apreciados por su talento, y que no parecen sufrir de las frecuentes desventajas del temperamento creativo aquí descritas. Antes bien, hay sujetos egregios que destacan precisamente por tener bien alineados su ser profesional y su ser familiar; al fin y al cabo, esto es lo que más trasciende de su imagen pública porque es lo que más suelen alabar los periodistas.

 

Hay muchos imitadores que producen cosas, que parecen creativos pero que no arriesgan y que por consiguiente no innovan nada. Estas personas exhiben la estética del creador pero carecen de su ética de esclavitud al trabajo (“libertad bajo palabra” llamaba Octavio Paz a la labor del poeta). Los aparentes creadores, meros re-productores de lo que les rodea, son  muy cumplidores y pueden convertirse en amables personalidades. Si viven lo suficiente acaban siendo sabios venerados por su apreciable adaptación al medio.

 

Frente a los creadores, que calculan obsesivamente los años que les quedan de vida para intentar acomodar sus proyectos pendientes con la vana esperanza de que les dé tiempo a acabarlos, los imitadores suelen desprender una proverbial conformidad con su ser, lo que desde luego no esta nada mal. No obstante, los imitadores, carecen de capacidad creativa, aunque sean altamente productivos. Son re-productores de lo que ya existe, y su labor es tan útil como la de la abuela que hace, por ejemplo, buenos filetes rusos siguiendo la receta familiar, heredada de su madre. Necesaria la abuela filetera, su labor no es histórica, como sí lo es la de, pongamos, el equipo científico que ha logrado cultivar proteína alimenticia en un laboratorio y ha creado la primera hamburguesa clonada (con el objeto de poner fin a la masacre diaria que supone el sacrificio animal).

 

Cada semestre hay algunos alumnos que me preguntan por qué tienen que leer a Virginia Woolf, a Cervantes o a Tomás de Aquino. Mi respuesta es invariable: “Cuando lo hayas leído, lo sabrás”. Una obra maestra, renovadora, lo es porque proyecta un nuevo universo con un nuevo orden: cuando se acaba de aprehenderla, cuando se la ha interiorizado, se cae en la cuenta de que ya no se está en el mundo en el que se creía habitar.

 

El verdadero acto creador es infinitamente más amplio que la obra creada: crea un nuevo universo y con él una nueva ontología. Producir una obra consiste en seleccionar elementos del caos y ensamblarlos de manera que cooperen necesariamente en un orden. Y ese nuevo ser no es únicamente un objeto funcionalmente ordenado dentro del caos; en el hecho mismo de existir como orden dentro de un universo caótico en el que el orden no existía previamente, ese objeto está proyectando la existencia de un nuevo mundo, este sí con orden.

 

A menudo los críticos de Kafka han señalado la extraña sensación de saberse en un lugar diferente al terminar una de sus obras. En Consider the Lobster, David Foster Wallace venía a explicar: “comenzaste dentro y ahora estás fuera”. El creador opera un homomorfismo, una traslación del ser en la que el universo que lo rodeaba ha transmutado en otra cosa, una metamorfosis del entorno que, necesariamente, hace reconsiderarlo todo.

 

Esto permite distinguir claramente a un creador de un imitador, el cual juega ingeniosamente con los elementos existentes sin albergar siquiera la sospecha de que el mundo podría llegar a ser otro. Sólo los creadores implican la construcción colateral de universos a los que las personas podemos acogernos en una versión alternativa de nosotras mismas.

 

Y dicho todo esto, por favor: si alguna vez usted se cruza con alguien inquietante, y su modo de percibir la realidad y de gestionar su vida le produce desasosiego, intente ser comprensivo y respételo. Al fin y al cabo, no le hace daño a nadie y ¿quién sabe? Tal vez esté ayudando a un futuro Homero.

 

www.irenezoealameda.com


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