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 La dictadura del pensamiento

Por Francisco Collado , 29 noviembre, 2019

 

 

Este país está solicitando ya un desfibrilador de bobos. El pensamiento único ha extendido; sibilinamente; sus tentáculos a todas las facetas de la vida ciudadana. Este huerto patrio, parece haber sido sembrado con la semilla de la necedad por uno de aquellos campesinos castellanos, andaluces o extremeños, curtidos por el viento y la solana. La siembra, regada por abundante lluvia de majadería extrema, abonada con la ponzoña del sectarismo, ha dado su fruto. Al ciudadano le cuesta cada vez más manifestar sus opiniones. Oprimido por todos los puntos cardinales, asaeteado por el absurdo, rodeado de opiniones-marionetas al servicio de una visión del mundo intolerante. Impuesta con astucia. Como quien no quiere la cosa. El ciudadano se lo piensa dos veces antes de emitir su opinión en determinados foros. Los medios de comunicación están invadidos por el adoctrinamiento y manipulados por personajes serviles a la voz de su amo.

Es la dictadura del pensamiento. Una toxina social que impide el ejercicio de la libre expresión si las proposiciones son contrarias a quienes manipulan el entorno. Opinar distinto de los talibancillos del orden indiviso, contradecir a los gurús del pensamiento unitario, supone ser anatemizado o calificado con los únicos cuatro adjetivos que son capaces de manejar estas ideologías del totalitarismo intelectual.

Habitamos un terruño donde los cenutrios crecen como las setas a la sombra de la sandez ideológica. Al igual que la humedad beneficia el crecimiento de los hongos, los zascandiles parecen reproducirse por esporas a su imagen y semejanza. Los medios de comunicación están invadidos de ciudadanos defectuosos buscando su minuto de gloria.  Estamos creando una sociedad de pensamiento canónico, donde los que se han autoerigido en popes de la chabacanería y la caspa manejan los hilos. Enfrentarse a ellos supone el anatema y el rasgado de vestiduras de estos clérigos del disparate conceptual. Manipulan la historia, sesgando hechos y datos, volviendo del revés a los protagonistas, creando mitos intocables, adulterando la realidad o creando una paralela para consumo propio. Nunca estuvimos más cerca de aquella nefasta “Formación del Espíritu Nacional”, donde se manipulaba la realidad histórica y se presentaban una serie de “valores” que representaban el horizonte de aquel país garbancero y oprimido. Ahora se imparte “Formación en la necedad”, la historia se manipula desde el otro lado del espejo. Todos tan contentos y felices, habitando en los mundos de Yuppie.

Los debates mediáticos, que deberían estar ocupados por especialistas, por titulados o por personas de amplia trayectoria en el mundo de la cultura, están usurpados por sectarios de la más amplia raigambre. Esos personajes a los que se les hincha la carótida cuando alguien les lleva la contraria y les muestra el inmenso desconocimiento histórico o social que les consume, esgrimen el grito como arma y la  descalificación como argumento. La escasa formación de estos tertulianos conduce los programas a niveles de surrealismo atroz, donde se entroniza el disparate y la falta de sentido común. Tertulias donde se rinde vasallaje al becerro de oro de la deficiencia intelectual. Una sociedad genuflexa ante el despropósito, incapaz de discernir el rebuzno de un asno ideológico de la verdad, está condenada de antemano. Frente al estigma del pensamiento único, tan sólo queda la cultura y la formación del ciudadano. Es una batalla diaria, en la que no hay descanso. La razón y el sentido común no pueden doblegarse frente a los desatinos, las bizarradas y la insensatez del paganismo  intelectual.

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