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La deuda soy yo

Por Fernando J. López , 16 agosto, 2014

Menos mal que tenemos a gente del talento de Luz Sanín para aclararnos las causas de la deuda. Porque podemos pensar que tiene que ver con lo que han desfalcado, despilfarrado, malversado o robado algunos, pero no, nada de eso. Ni se trata de aeropuertos fantasma, ni de mala gestión, ni de corrupciones diversas, ni de enchufismo y más asesores que ciudadanos por metro cuadraro. Para nada. La culpa de la deuda, como ella misma afirmaba, la tienen las subvenciones a los homosexuales. Y punto.

Como homosexual no subvencionado (lástima, que no me ha tocado ni eso) solo puedo entonar el mea culpa, porque hoy he llegado a la conclusión de que la culpa de esta crisis tiene que ser mía. En primer lugar, gracias doña Luz por (nunca mejor dicho) iluminarnos. Gracias a sus palabras me he dado cuenta de que ser gay y, por tanto, formar parte de un colectivo que necesita que se financien políticas de igualdad para evitar la violencia, el bullying, el mobbing y la discriminación en general es un despilfarro insolidario. Es más, todos sabemos que con unos cuantos palos y un par de maricones bien gritados a la antigua usanza se nos pasaba la tontería y se resolvía todo mucho antes. Dónde va a parar.

En segundo lugar, he caído en la cuenta de que también soy culpable porque pertenezco a ese grupo de parásitos que somos los profesores de la enseñanza pública. Esos seres que pasamos unas oposiciones porque nos aburríamos muchísimo y teníamos unas ansias enormes de empollarnos aquel temario y soportar cuantas pruebas quisieran ponernos por el simple placer de convertirnos en un agujero roto más de nuestro Estado. Seres que pasamos horas intentando una labor inútil y, como debe pensar Wert, nada productiva: educar y formar conciencias críticas.Una lástima que se invierta dinero en pagarnos un sueldo por ello, cuando sería mucho más rentable acabar con la escuela pública de una vez y que solo se pudiese estudiar al son del rosario en los concertados (viva el adoctrinamiento) o al son de los euros en la privada (viva el elitismo).

Y, por si fuera, poco soy culpable de la deuda por un tercer motivo. Porque además de profesor y gay, también soy teatrero. Sí, escribo y eso. Ya saben, labores igualmente absurdas y que en mi caso me llevan a perpetrar obras teatrales y novelas en diferentes medios. Por eso, porque no aportamos lo bastante (las palabras no cotizan en bolsa), nos han subido el IVA al 21%, a ver si así disuaden de una vez a los espectadores y dejamos de contagiarles con nuestras ideas pesimistas y nuestros textos, no vaya a ser que se les despierte la conciencia, o la emoción, o hasta el sentido del humor y acaben pensando por sí mismos. Si eso sucediera, cabe la terrible opción de que prefiriesen ir al teatro a fagocitar más horas de telebasura y eso, desde luego, no puede ser sano.

En definitiva, gracias a las palabras de mi ya admirada señora Sanín, hoy he podido ver la luz y darme cuenta de que,  si se me permite el remake de Luis XIV, la deuda soy yo.

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