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La Crisis de los 40

Por Raquel Ortiz Bolfán , 23 febrero, 2020

Hace falta que corras todo lo que puedas para seguir en el mismo lugar.

Si quieres ir a alguna parte, ¡tendrás que correr con doble rapidez!


“Alicia a través del espejo” Lewis Carroll

 

¿Cuántas veces hemos oído que entre los 40 y los 50 sufriremos una crisis personal?

Seguro que tenemos algún conocido, amigo o familiar cercano, que ha pasado por la denominada crisis de los 40, conocida vulgarmente como la crisis de la mediana edad. Aunque es posible que sepamos más de ella, porque también la hemos padecido en primera persona y no queramos reconocerla.

¿Qué tiene de significativa esta crisis?

Como bien dice su definición, es una situación que puede desestabilizar los cimientos de todo individuo, y que se produce en una etapa en la que se caracteriza por analizar con retrospección, todo lo sucedido en nuestra vida. El componente principal es la autoevaluación, por tanto, entran en valoración todos los actos y acciones que nos han llevado a ser quienes somos y a estar donde estamos, y cómo no, es el momento donde se empieza a cuestionar negativamente todas las decisiones que se han llevado a cabo.

¿Por qué se produce esta crisis existencial?

Como señalan los expertos, en nuestro primer ciclo de la vida estamos en la fase de construcción. Buscamos un trabajo estable, nos adaptamos a él, formamos una familia, nos rodeamos de amigos, e intentamos vivir el día a día en una sociedad impulsora y cambiante. Intentamos compaginar todo lo que hemos ido cimentado, proclamando estabilidad y permanencia. Pero en esta ola de procreación expansiva generalizada en la que nos hemos encontrado inmersos, el tiempo como siempre nos pasa factura, dejando bajo nuestra sombra, años de dedicación, constancia y sacrifico. Y entre todo este flujo de altibajos sobre nuestra subsistencia, llega un determinado momento donde empiezan a resurgir las preguntas negativas sobre el pasado y el presente, incrementando el sentimiento negativo sobre la propia vida actual.

Entre los 40 y los 50, cuando nuestra madurez personal llega a su cúspide, y dependiendo de los valores internos y externos de cada persona, se produce un receso en nuestro itinerario diario. Esta suspensión, origina una ruptura en nuestra realidad mental entreabriendo dos universos paralelos. Uno de los mundos es el real, el que contiene todo lo que te ha situado hasta la actualidad, y el segundo mundo es el que te hubiera gustado vivir. Así que, en este torbellino del raciocinio, entra en juicio si lo que has vivido va vinculado a lo que se esperaba de ti, o a lo que tú verdaderamente deseabas, es decir, tu “yo adaptado” o tu “yo natural”, si te has comportado dejándote llevar influenciado por la sociedad, familia, amigos etc., o si te has comportando controlando y decidiendo por ti mismo.

Este desasosiego puede llegar a desequilibrar completamente a cualquiera, desencadenando una crisis existencial profunda, ya que se puede llegar a cuestionar todas las parcelas de la vida. La monotonía e insatisfacción es tan grande, que se produce insatisfacción y frustración personal, profesional, familiar y sexual.

¿Podría haber una cura a esta dolencia?

El primer camino a seguir es el propio reconocimiento. Cualquier aspecto negativo de la vida tendemos a disgregarlo y atribuirlo a otra persona, porque dentro de nuestra perfección, a nosotros es imposible que nos suceda.

Así que, reconocido el problema, es más fácil erradicarlo. Hay que aceptar y atravesar este ciclo, buscar el origen, encontrar la ayuda precisa, tanto interna como externa y salir de la zona de confort.

Esta etapa de autoreflexión es buena para detenerse un momento, respirar y seguir avanzando. Puede ser beneficiosa para plantear nuevos proyectos, para acercarte a las personas que te crean bienestar, puede ayudarte a buscar nuevos objetivos, nuevos retos y eliminar los que no llevaban a ningún puerto.

Observando desde la distancia, se puede llegar a pensar que es un nuevo período de crecimiento.

 

“Pregúntame donde voy, pregúntame cuándo voy, pregúntame con quién voy….pero no me preguntes quién soy, porque perderé toda mi identidad”

 

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