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Juan Gómez Bárcena: «el pasado puede ser la excusa perfecta para hablar y escribir acerca del presente»

Por Anna María Iglesia , 16 junio, 2014

Por Anna María Iglesia

@AnnaMIglesia

Conocía a Juan Gómez Bárcena hace casi más de un año, le conocí como “antólogo” de los relatos reunidos en Bajo Treinta (Salto de Página), una antología de autores menores de treinta años. La presentación fue en el Café Salambó, la organizaban nuestros amigos libreros de Pequod; en esa ocasión hablamos pocos, apenas un breve saludo. Días después alguien me aconsejó su primer libro, Los que duermen (Salto de página), una recopilación de relatos en los que ya se vislumbraba una potente e interesante voz narrativa. Ha pasado casi un año de todo aquello, ahora me he vuelto a cruzar con Juan Gómez Bárcena; Madrid y Barcelona has sido los escenarios y en esta ocasión el “antólogo” no sólo se ha convertido sino que se ha consolidado como un escritor con todas y cada una de las letras. El cielo de Lima (Salto de Página) es una novela que esconde, tras una sencilla anécdota –el enamoramiento del poeta Juan Ramón Jiménez por una joven inexistente, inventada por dos jóvenes poetas peruanos admiradores del poeta castellano-, una compleja estructura donde la reflexión acerca de la creación literaria confluye con un retrato generacional de los jóvenes, un retrato transtemporal que cruza el amplio margen temporal que separa el 1904 –fecha en la que se inscribe la trama- y el 2014. La excentricidad del narrador, conformado por distintas voces difícilmente identificables, permite a Gómez Bárcena enmarcar la historia en Lima en 1904, pero narrarla tras el filtro de la cotidianidad. No hay manierismo en esto, no resulta un juego forzado, pues Gómez Bárcena recurre a la ironía y a la autoironía, introduce comentarios y reflexiones en medio de la narración, dando a la novela –ya de por sí difícilmente catalogable- un deje ensayístico. Ni novela histórica, ni novela epistolar, pero tampoco un simple juego metaliterario o un alarde intelectual, El cielo de Lima es, como toda buena novela, una obra a la que todo adjetivo se le queda grande, pues todo intento de clasificación resultaría la injusta reducción de una obra, cuya lectura es más que aconsejable.

cieloEl cielo de Lima es una novela con trampa: se presenta como una obra entorno a la figura de Juan Ramón Jiménez y a la irreal dama peruana que le enamoró, pero en verdad, Juan Ramón es sólo la excusa para construir una novela de formación, de la formación de dos jóvenes poetas

Estoy muy de acuerdo y, de hecho, he comentado en más de una ocasión que una de las cosas que más me molestaba en el momento de pensar y escribir El cielo de Lima es que tenía que detenerme sobre la figura de Juan Ramón Jiménez y darle un cierto protagonismo. No quería y no era mi objetivo el centrar la obra entorno a la figura del poeta y, menos todavía, darle protagonista a partir de una única anécdota, en general nunca han me interesado indagar e informarme acerca las anécdotas relacionadas con la vida de los escritores más famosos, como tampoco la literatura que se interesa por ello. Y precisamente por esto, y como tú bien dices, El cielo de Lima es, por una parte, una novela de formación o, mejor dicho, es una novela entorno a la educación sentimental de uno de los dos protagonistas, Carlos, y, por otra parte, es un pretexto para hablar de la creación literaria: me interesaba mostrar cómo personajes que están completamente impregnados de literatura pueden terminar por ver y percibir la realidad a partir de modelos literarios y no a partir de su propia experiencia. De esta misma manera, me interesaba escribir y reflexionar acerca del proceso de creación literaria y jugar con el binomio realidad-ficción, un binomio en el que la ficción termina por tener prevalencia y es que, no en pocas ocasiones, las ficciones son más verdaderas que la propia realidad.

Los dos jóvenes poetas viven la realidad desde una deformación literaria: la literatura se convierte en el filtro a partir del cual viven y perciben la realidad, pero, paradójicamente, no escriben. Quieren ser poetas pero lo único que escriben son cartas para Juan Ramón.

En efecto, me parecía interesante observar cómo estos dos jóvenes, José y Carlos, hacen de su propia vida una creación. En parte, ellos responden al tópico de los escritores que no escriben, pero no era mi intención quedarme en el tópico clásico, quería darle un nuevo sentido a este tópico literariamente tan común, quería darle un sentido metafísico y hacer que al escribir las cartas al poeta los dos protagonistas escribieran también su propia existencia: quería convertir la escritura de las cartas en la escritura de sus propias vidas. José y Carlos terminan creyéndose que, a través de sus cartas, están escribiendo una novela que no escriben, que están escribiendo, en parte, una novela sobre sí mismos y a la vez que están escribiendo la biografía de Juan Ramón. Ellos dos terminan por creerse demiurgos del poeta castellano.

La poética y los referentes literarios de Carlos y José cambian simultáneamente a las experiencias vitales que tienen y, en paralelo, cambia el estilo de las cartas que escriben y el carácter, la imagen, de Georgina, la musa que inventan y de la que se enamora Juan Ramón

A lo largo de la novela hay un constante cambio de estilo literario por parte de los protagonistas, así como también hay una cada vez más combativa lucha por la posesión de Georgina, del personaje inventado. Además, como ya te he dicho, me interesaba escribir e indagar sobre la creación literaria y no sólo, sino que sentía curiosidad por lo que sucede en el momento de crear cuando la creación se hace grupal. En la segunda parte de la novela, la lucha por la autoría del personaje inventado y los constantes cambios que Georgina, en cuanto personaje, padece se acrecientan porque la creación se hace grupal, colectiva, José y Carlos ya no son los únicos creadores: es en esta segunda parte cuando la creación se convierte en resultado de una combinación de múltiples factores, casi, podríamos decir, un producto de un grupo social variado y con gustos y modos de entender el ejercicio literario y epistolar diferentes. Es entonces cuando los problemas se hacen cada vez más evidentes: por un lado tenemos a Carlos y a José que quieren cosas completamente diferentes para el personaje que, sin embargo, ellos dos crearon y, por el otro, tenemos al grupo de compañeros que ven en esta creación y en las cartas más bien un simple divertimento.

Si Pirandello nos presenta unos personajes en busca de autor, tú nos ofreces a unos autores que buscan a su personaje.

Si, exactamente. Es evidente que a lo largo de la novela, el lector tiene la perspectiva y el discurso de Carlos como la perspectiva y el discurso dominante; Carlos es el personaje que más en serio se toma la creación, para él la creación de Georgina es vital, ella no tarda en convertirse en un elemento esencial de su existencia. Quería hacer énfasis en el hecho de que Carlos no sólo espera que Georgina interactúe a través de las cartas con Juan Ramón, sino que, al final, también quiere que interactúe con él mismo, que intervenga en su vida. Aunque Carlos sea la voz principal de la novela, es verdad que en la novela, sobre todo en la segunda parte, se observa cómo todos buscan apropiarse del personaje, tratan de construirlo según sus propias exigencias, hacerlo suyo. Y, en primer lugar, José, quien es el otro autor y creador de Georgina.

La particular descripción de José y de Carlos como dos aspirantes a poetas inmersos en un mundo que pretender ser literario, recuerda a las descripciones irónicas de Roberto Bolaño en Detectives salvajes, especialmente cuando Bolaño describe a unos jóvenes poetas que traban de encontrar su lugar en el mundo y en la literatura, referentes. ¿Tenías presente la esta novela?

No la tenía tan presente hasta el punto de hacer de El cielo de Lima un homenaje a Roberto Bolaño, pero estoy de acuerdo con tu lectura, pues sí que creo, estoy convencido, que se puede ver la influencia que, sin quererlo de forma consciente, Bolaño ha ejercido sobre mí en el momento de escribir la novela. Muchas veces me han preguntado sobre los referentes que se esconden detrás de este libro y, tengo que reconocer que nunca sé muy bien cómo contestar; con mi anterior libro, Los que duermen, era fácil contestar a esta cuestión, pues Borges había sido un claro referente en el momento de escribir los relatos que componen el libro. En este libro, sin embargo, no hay una referencia tan clara, aunque sin duda, como te decía, si El cielo de Lima tiene alguna deuda con alguien es con Bolaño, no sólo con Los detectives Salvajes, sino con la narrativa de Bolaño en general. Seguramente, creo yo, mi deuda con Bolaño no tiene relación con cuestiones de estilo, pues creo que nuestro uso de la lengua es bastante diferentes, y tampoco con relación al escenario, pero sí con el tema y con la creación de unos personajes enfermos de literatura. Roberto Bolaño es un autor que admiro muchísimo, así que considero un gran cumplido que me digan que se pueda establecer un dialogo entre mi novela y las suyas

El cielo de Lima es una novela compuesta por distintos géneros y soportes literarios, desde la carta al excéntrico monólogo de la rata, pasando por la narración clásica o los juegos metaliterarios. Tu estilo, además, varía y se adapta a cada uno de los géneros: a cada personaje y a cada soporte literario le pertenece un estilo propio

Es un libro bastante plural, o al menos esto era lo que yo pretendía. Escribí el libro a lo largo de diferentes momentos, no fue una redacción rápida y, además, al inicio tampoco tenía muy claro el tipo de novela que quería escribir. Ahora, ya con perspectiva, creo que fue una suerte no tener las ideas claras desde el primer momento: el largo del proceso de composición de la obra, un proceso tan errático como suele ser siempre, fue una ventaja porque me permitió trabajar y probar distintos soportes y géneros literarios, como, por ejemplo, la carta o el monólogo. Además, esas dudas que me acompañaron a lo largo del proceso de escritura convirtieron a la propia novela en una novela que está en busca de su propio género. En la primera parte de la novela, el humor tiene mucha presencia, el género de la comedia domina, mientras que en la segunda parte es más bien la narración de una historia de amor para concluir ya con una reescritura del género trágico.

El monólogo de la rata juega una función particular en el relato: aparentemente lo interrumpe, peor en verdad lo que hace es apostillar la trama narrada. El monólogo de la rata tiene casi la misma función que la del coro griego, es una voz externa que comenta la acción y sus personajes

Me gusta la idea del coro griego, no lo había pensado, pero sin duda la rata, a través de su monólogo, puede hacer en parte este papel. El monólogo de la rata es un juego más dentro del juego que planteo entorno al narrador. El cielo de Lima tiene un narrador bastante extraño, es un narrador que está implicado en la trama, pero que en más de una ocasión se distancia, es un narrador que parece saberlo todo pero que, a la vez, no siempre cuenta todo lo que presuntamente sabe, es un narrador que teóricamente se sitúa en 1904, pero que no sólo habla desde allí, sino que también se sitúa en la perspectiva de 2014. Se trata, en definitiva, de un narrador que juega con los tiempos y con los espacios, y la rata es un elemento más dentro de este juego excéntrico en el que el narrador participa. Si el monólogo funciona dentro de la novela es precisamente porque en ella hay un narrador extraño, difícil de identificar; con un narrador más clásico, más reconocible para el lector, no sé si el monólogo hubiera podido llegar a funcionar

La ironía autorreferencial impregna El cielo de Lima, el desconocido narrador de la obra hace constantes referencias al proceso de escritura de la novela que el lector está leyendo: la voz del narrador parece ser la voz del escritor, pero también la de Carlos, quien pretende escribir su propia novela.

La novela sufrió muchos cambios hasta alcanzar su forma definitiva. Es verdad que hay distintos elementos autorreferenciales, metaliterarios, metaficcionales, un narrador excéntrico, pero también es cierto que las primeras versiones del texto estos elementos eran mucho más frecuentes, el narrador era todavía más excéntrico en cuanto era de por sí una construcción metaficcional que jugaba con las distintas alusiones metaliterarias que componían la novela. En su primera versión, El cielo de Lima era una novela mucho más fría, más intelectual y decidí modificarla, pues al leerla me di cuenta de que carecía completamente de toda compasión hacia los personajes, no había emoción, el artificio estaba siempre tan presente y era tan recurrente que no había espacio para los personajes en cuanto personas que despiertan en el lector sentimientos varios. La reescritura del texto pasó por aligerar mucho el narrador y el artificio que la caracterizaba, dejar algunos elementos metaliterarios y autorreferenciales, pero sin que el juego metaliterario o metaficcional dominase la trama, dejando en un segundo plano todos los demás elementos, y se propusiese casi como el único aspecto relevante de la obra.

De hecho, el juego irónico que planteas se percibe, a momentos, como una crítica benévola hacia ese tipo de literatura más intelectual o artificiosa. Pienso en cuando haces mención a Lacan sólo para decir que “tiene exactamente tres años; en estos momentos juega distraídamente con un rompecabezas”

No sé hasta que punto puedo decir que estoy haciendo una crítica, pero sin duda creo que fue un acierto reescribir la novela, aligerar el excesivo intelectualismo y proponer un juego más irónico que intelectual o artificioso. Creo que acerté, que percibí bien que había algo que no funcionaba en la primera versión, lo percibí yo y, sobre todo, lo percibieron bien los amigos, todos ellos muy buenos lectores, que leyeron aquella primera versión y subrayaron este elemento como algo que debía ser modificado. Yo tengo unos doce amigos a los que, normalmente, envío algunos fragmentos de lo que estoy escribiendo para saber su opinión y en el caso de El cielo de Lima me ayudaron mucho a detectar qué era lo que no funcionaba en el narrador.

C_juan_459c5f42omo tú decías, el narrador vive en 1904, pero también en 2014, está en Lima a la vez que está en la España actual. No sé si definir esta dualidad como un signo de tu compromiso político hacia el presente, pero sin duda refleja una mirada que no quiere dar la espalda al tiempo y al lugar presente desde donde escribe

Me alegra que menciones este aspecto, porque creo sinceramente que no se puede perder de vista el tiempo y la realidad desde donde se escribe. Hay muchos lectores que rechazan la novela histórica porque consideran que es un tipo de novela que carece de compromiso con el presente y a mí me ha pasado de leer alguna reseña de El cielo de Lima en la que, incluso elogiando la obra, ponían en cuestión la pertinencia de escribir sobre un tiempo histórico pasado y por tanto se seguir escribiendo novela histórica. Ante todo, yo tengo muchas dudas sobre si mi novela encaja sobre el género históricos

Yo nunca definiría El cielo de Lima como una novela histórica

Exacto, pero incluso aceptando que la novela histórica es por definición toda novela que está ambientada en un tiempo histórico, es decir, en un tiempo pasado, no creo que sea motivo suficiente para que el escrito deba eludir el hablar del presente. Al contrario, creo que el pasado puede ser la excusa perfecta para hablar y escribir acerca del presente y, de hecho, insisto siempre mucho en la idea de que en la novela siempre se vierte algo de uno mismo y de la realidad de la que se forma parte. Es verdad que El cielo de Lima está ambientada en 1904, pero desde una perspectiva actual y si esto no se hubiera captado, para mí hubiera sido un fracaso. Escribir una novela que tan sólo sea el reflejo de una época es, al menos para mí, una tarea insuficiente, de ahí que quisiera proponer una novela ambientada en 1904 pero que tuviera su nivel de reflexión en 2014

El nivel de reflexión enmarcado en 2014 se hace especialmente evidente en la relación de Carlos con su padre, pues plantea distintas contraposiciones muy actuales: el artista o hombre de letras/empresario; la vieja generación/ la nueva generación. La búsqueda, por parte del joven, de nuevas salidas, nuevas oportunidades o, como diría Freud, el intento por parte de Carlos de matar al padre

Sin duda esta es una relación importante para el desarrollo de la novela y, de hecho, atraviesa toda la novela; a pesar de que el padre no aparece mucho en la novela, es una relación clave para el desenlace, al final vemos como Carlos termina convirtiéndose en su padre: el joven que quería ser un poeta, un artista, que buscaba una alternativa vital, termina por convertirse en un burgués más como su padre y como siempre había sido José. A través de la relación entre el padre y el hijo se plantean, como mencionas, unas problemáticas que son perfectamente extrapolables al presente, unas problemáticas que se reflejan también en otros elementos de la obra, como por ejemplo en las revueltas de los trabajadores por conseguir una jornada de ocho horas que por entonces se les negaba. Me parecía interesante el juego que derivaba del situar la mirada del narrador en el 2014: el lector podría pensar que Carlos, al ser testigo de estas protestas y de otras realidades sociales muy alejadas a su ambiente burgués, adquirirá cada vez más una mayor consciencia social y sin embargo esto nunca llega a suceder. La razón es que Carlos no puede adquirir la consciencia que nosotros, desde nuestros parámetros, sí que tenemos: él no puede implicarse más con los trabajadores, más allá de algunos breves comentarios de apoyo, él no puede salvar a la prostituta, aunque nosotros quisiésemos que lo hiciera, él no puede porque está en 1904 y nosotros, lectores, no comprendemos y criticamos su actitud porque estamos en 2014.

Carlos tiene una mirada estética, de fascinación hacia las revueltas de los trabajadores, hacia los problemas sociales. Recuerda a Tolstoy, quien fue criticado por proyectar una mirada literaria, estética, hacia las problemáticas del campo y de los campesinos rusos, más que un compromiso social o político de denuncia

Es así y creo que éste es uno de los puntos más interesantes de la novela: creo que el atribuir una determinada mirada y una determinada sensibilidad a un personaje que por contexto histórico no puede tener es un error, bastante frecuente en algunas películas o en algunas novelas. Carlos no puede ser un revolucionario, en realidad no le interesa la revolución y, como tú dices, tiene una mirada estética; aunque haya momentos en que parece que tiene la intención de colaborar o de ayudar, él se mantiene en su lugar, en una posición de observador fascinado, contemplativo, con la mirada estética de quien quiere ser poeta. A mí lo que me interesa es que sea el lector el que juzgue, no el personaje.

En tus descripciones de las revueltas, proponer una reflexión en torno a los bajos sueldos de los trabajadores: en 1904 como en 2014 el empresario ha considerado que el trabajador no puede ganar más, que no puede exigir un aumento para un sueldo extremadamente escaso

En El cielo de Lima en la descripción de las protestas de los trabajadores en el puerto, se refleja, por un lado, la idea empresaria de que el trabajador no puede pedir ganar más y que, por tanto, sus protestas son ilícitas y, por el otro, la figura del esquirol de aquel que es criticado por los propios compañeros de trabajo porque se conforma con lo que tiene, no protesta, porque, al fin y al cabo, es alguien que no tiene conciencia de clase. En este sentido, creo que en muchas ocasiones, tampoco nosotros tenemos conciencia de clase, también nos conformamos con lo que tenemos; tanto la figura del empresario que no quiere reducir la jornada a ocho horas como la del esquirol que trabaja y no protesta pueden ser leídas perfectamente en clave actual.

Al inicio hemos definido El cielo de Lima como una novela formación, aunque en verdad se trate de una novela de des-formación: Carlos no se forma como teóricamente como debiera, al contrario, pierde los valores que tenía en un inicio. Podemos decir que estamos frente a una novela de formación frustrada

No lo había verbalizado nunca en estos términos, pero creo que es la perfecta definición para El cielo de Lima: Carlos es alguien que tiene una sensibilidad que, para determinadas cuestiones, como por ejemplo el tema de la prostitución, es bastante actual: para nosotros es aberrante la idea de perder la virginidad con una joven de 13 años que es obligada a ejercer la prostitución y para Carlos es igualmente aberrante, aunque no lo verbalice con tanta claridad. Carlos manifiesta resistencia ante la posibilidad de mantener relaciones con la jovencísima prostituta, se niega a mantener relaciones sexuales con ella, a pesar de que en su época y en su ambiente no sería criticado, al contrario, entonces era considerado como algo normal, completamente aceptable. Sin embargo, lejos de seguir y reforzar sus sentimientos y sus ideas frente a ciertos temas, Carlos es vencido, la sociedad y su tiempo son extremadamente fuertes e influyentes y terminan por doblegarlo. Él sufre un proceso de desformación, por las presiones sociales, por la realidad que le rodea, Carlos nunca se habría formado según nuestros propios códigos, para nosotros él hace el camino inverso.

Con esta desformación de Carlos, tu novela rompe expectativas: el joven que quiere ser poeta, un bohemio, vivir despreocupado por el dinero se revela una falacia, un tópico literario. Carlos proviene de la burguesía y en ella termina enmarcándose

No me gusta mucho la vinculación de escritura y pobreza, sobre todo porque la verdadera vinculación, salvo excepciones, es la de literatura con dinero y literatura con poder. La literatura es el lenguaje del rico y lo ha sido siempre, con sus excepciones obviamente. Lo que sucede a Juan y a Carlos, como les ha sucedido a muchos escritores, es que no se sienten cómodos con la riqueza, buscan un modelo de vida distintos y lo encuentran en la pobreza, es decir, fingiendo una pobreza que no padecen. Y esto es de por sí algo propio del rico, el pobre no puede fingir, el rico sí.

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En 1968, Pasolini recordaba a los jóvenes estudiantes que protestaban que ellos, por mucho que se alzaran como sus portavoces, no eran el proletariado; les recordaba que eran jóvenes burgueses de izquierdas, pero no proletarios

Carlos y Juan pueden deambular en la pobreza porque precisamente no son pobres. Y este deambular es, en el fondo, fruto de la insatisfacción que sienten; en El cielo de Lima, casi todos los personajes son, en verdad, unos insatisfechos: los ricos quieren en algunas cosas ser como los pobres, los pobres quieren ser ricos, los indígenas quieres ser blancos…

La insatisfacción y las dudas sobre su futuro de los personajes se refleja en el estilo dubativo, de un texto que se autocritica, que vuelve hacia atrás y se desmiente. Un texto en el que la palabra es reflejo de estos temores a la vez que los escribe, los crea. Si, efectivamente quería marcar a través del estilo las ideas que luego plasmo a nivel temático. La idea de la escritura y el estilo como reflejo de la realidad y como construcción de la realidad la quise representar a través de la figura del escribidor: él es alguien que utiliza la palabra para construir mentiras que, sin embargo, a través de las palabras escritas se convierten en realidades. El escribidor nos recuerda con su trabajo que sin palabras no hay realidad, de que la realidad se construye con la palabra y de que ésta tiene un enorme poder. Al mismo tiempo, el tono dubitativo y autorreflexivo del narrador muestra también su consciencia del poder de la palabra: la historia será dependiendo de cómo se escriba. El narrador de la obra tiene mucho en común con el escribidor, con Cristobal, los dos encuentran en la palabra su función, su trabajo, los dos son conscientes del extraordinario poder de la palabra, sobre todo, de la palabra escrita

Pero es un poder que se desmiente, cuando escribes: “Nadie que no sea un necio puede confiar en algo tan frágil como las palabras”

Las palabras dejan de pertenecer a quien las escribe como las cartas que el escribidor escribe a gente desconocida, son cartas de amor que luego adquieren una completa autonomía. Basta pensar en las cartas de Georgina que el escribidor ayuda a escribir a Carlos, son cartas que, una vez son recibidas y leídas por Juan Ramón Jiménez, se hacen autónomas, incluso se vuelven contra los autores, pues tienen unos efectos que Carlos ni preveía ni quería. Y no sólo las cartas, la propia Georgina termina por tener más fuerza que sus dos creadores, Carlos y José, llega el momento en que Georgina se convierte en un personaje que sus dos creadores ya no pueden controlar ni dirigir. Se trata, al final, de todos aquellos discursos que terminan por dominarnos, por tener más fuerza de nosotros, que somos quienes los difundimos

Te refieres al carácter incontrolable e impredecible del lector, cuya imagen está presente y es tematizada a través de Juan Ramón Jiménez: el representa, es, el lector. La relación de Carlos y José con Juan Ramón Jiménez a través del personaje de Georgina es una relación literaria pura: Juan Ramón es el lector que lee las cartas que ellos escriben, pero que en esa lectura lee más allá del texto, su lectura y su comprensión de las cartas huye del control de los dos jóvenes. A través de las misivas, Carlos y José quieren escribir la biografía del poeta, quieren diseñar sus pasos y su relación con Georgina pero no pueden, el poeta escapa del relato que ellos tratan de escribir. En efecto, hacia el final de la novela, cuando Juan Ramón Jiménez pretende hacer un viaje a Lima, un viaje que en absoluto había sido previsto por Carlos y por José, éste último le comenta a su amigo: “Juan Ramón está siendo un mal personaje”. El lector es incontrolable.

El lector de El cielo de Lima lee dos novelas: la novela física y la que se está escribiendo

En todo momento el lector duda acerca del texto que está leyendo y me gusta esta ambigüedad que no sólo tienen los lectores, sino que también se refleja en José y Carlos, pues ellos mismo parecen no tener claro, cuando hablan de novela, de si se trata de las cartas que envían a Juan Ramón Jiménez o de la novela que Carlos tiene la intención de escribir y que, a lo mejor, ya está escribiendo. En El cielo de Lima hay siempre una sintonía entre la novela que lee el lector y la biografía de Carlos y José: no se habla de sus relaciones amorosas hasta que no convierten a Georgina en el amor de Juan Ramón. Hay, por tanto, siempre una ambivalencia entre la historia que ellos escriben a través de sus cartas y la novela que ellos viven en cuanto protagonistas.


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