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Japón 1 – EE.UU 0 (recién comenzado el partido, digo la guerra)

Por Víctor F Correas , 7 diciembre, 2015

Día marcado en rojo en el calendario. ¿Que por qué? Siete de diciembre. ¿Nada, ni por esas? Venga, otra pista: aviones en vuelo rasante, cayendo en picado sobre sus objetivos, lanzando bombas a cascoporro. Fuego, muerte, destrucción.

Barcos que se hunden en las hasta entonces calmadas aguas de la bahía, marineros que unas cuantas horas antes reían alentados por la compañía de una botella de cerveza o un vaso de güisqui y ahora yacen muertos en el suelo, con el horror impreso en sus rostros. En los cielos, gritos de júbilo; en tierra se recoge a los heridos, se entierra a los muertos y se jura venganza en silencio. Que vaya si la habrá. Sí, este siete de diciembre fue el día en que hace setenta y cuatro años a los japoneses se les ocurrió bombardear el puerto de Pearl Harbour, en Hawái. Así, sin aviso. Por las bravas. Japón, crecida y henchida de orgullo, se atrevía a atacar a los americanos, que hasta entonces se resistían en enfangarse más de la cuenta en el avispero europeo, convertido ya en mundial. Que son ganas de provocar. Luego el percal acabó como acabó. Cosas de la vida.

Hablando de la Segunda Guerra Mundial. Este siete de diciembre también ve desfilar por estas líneas a Adolf Hitler. Que mientras los japoneses estaban a lo suyo, dictaba su ‘Decreto Noche y Niebla’. Inspirada en una obra de Richard Wagner, el propósito de la susodicha era eliminar físicamente a opositores políticos y miembros de la resistencia en los países ocupados; y también a los que pusieran en peligro la seguridad de Alemania. Y como el Pisuerga pasa por Valladolid, asimismo se legalizaba el asesinato de prisioneros de guerra. ¿Y la Convención de Ginebra? “Eeeehhh, Macarena, ¡aaay!”, que cantan Los del Río.

Y fuera de esto, tampoco el día da para mucho más. Si acaso, que tal que hoy hace cuarenta y tres años despegaba de Cabo Kennedy, en Florida, el Apolo XVII, la última misión del proyecto, con el astronauta Eugene A. Cernan al mando. Días después sería el último hombre en abandonar la superficie de la Luna. Ahora se habla de Marte, y mucho. A saber.

De nacimientos y defunciones hay que destacar tres. Bernini, Gian Lorenzo de nombre, vino a este valle de lágrimas hoy hace cuatrocientos diecisiete años. Si alguna vez os da por ir a Roma, daos una vuelta por El Vaticano. Dentro y fuera de la basílica veréis muchas obras suyas. De defunciones, dos: Robert Graves, que dejó de escribir tal que hoy hace treinta años. Posiblemente el autor que mejor supo retratar y contar la antigüedad clásica –Yo, Claudio, El vellocino de oro…-; y Marco Tulio Cicerón, ejecutado hoy hace dos mil cincuenta y ocho años tras ser declarado enemigo del Estado de Roma. Así se las gastaban los romanos.

 

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