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Interestellar: qué hacer cuando la luz se apaga

Por Jordi Junca , 20 noviembre, 2014

El mundo va a terminarse, no hace falta estar muy despierto para darse cuenta. El polvo lo cubre todo, el cristal de las ventanas, la cima de las montañas, incluso las nubes sostenidas en el aire. El apocalipsis está cerca. Los hombres han dejado de ser ingenieros y se han convertido en campesinos. Han dejado de creer en Armstrong. Ahora el ingenio es algo secundario, lo que la gente necesita es el fruto del campo. Así empieza Interstellar. En un futuro no tan lejano, donde el hombre ha retrocedido en lugar de evolucionar. La involución, el fin, o qué hacer cuando la luz se apaga.

Cooper es un granjero que parece tener un pasado alejado de los campos de cultivo, su actitud no concuerda con la de un agricultor al uso. En casa suceden cosas extrañas, también está el polvo. Su hija Murph insiste en que algo ocurre en la habitación. El polvo adopta formas curiosas, los libros caen de la estantería. La niña cree poder codificar los hechos a priori casuales, dar un orden a la aparente locura. Eso será el principio de un viaje de dimensiones épicas, donde se pondrán a prueba los límites del ser humano. Esa prueba nos llevará a los lugares más recónditos del universo, y finalmente el hombre llegará donde jamás pensó que pudiera llegar.

Ciencia y supervivencia, preguntas existenciales y respuestas imposibles. Una trama vertiginosa, que salta y corretea a su antojo a través del transcurso lógico del tiempo. Una historia contada de tal manera que revela más de lo que parece, donde las cosas ocurren con simultaneidad sin que nos demos cuenta, un relato que siempre flirtea con la tensión narrativa. Una jugada maestra. La incómoda (y fantástica) sensación de que en todo momento habrá algo que está por ocurrir. La butaca del cine es lo único a lo que podremos aferrarnos. Ya nunca sabremos si fue un flashback o un flash forward, futuro, pasado y presente se ríen de nosotros. El tiempo perdió su esencia y se nos escapó entre los dedos. La línea se convirtió en un círculo.

Ajena a las cuestiones temporales, la película contiene además imágenes que quedarán para la historia del cine. Viajaremos en una nave en primera persona y viviremos la experiencia del vacío. Visitaremos otras galaxias y presenciaremos paisajes que tal vez existan en algún rincón de este vasto universo. Combinadas con la ausencia del sonido, esas imágenes espaciales nos trasladarán directamente a aquel lugar donde no existe norte o sur. Un silencio tan inquietante que define mejor que nadie la inefabilidad de lo que está ahí fuera. Vértigo, quizás esa sea la palabra.

Por supuesto, no todo se reduce a aspectos de imagen o del tiempo. En efecto, detrás de toda esa épica se esconde un mensaje que podría ayudarnos a comprender por qué todavía estamos aquí. Tal vez haya cosas de la película que esquiven nuestro entendimiento. Es cierto que la ciencia tiene una presencia importante, y, a mí el primero, a veces se nos hace difícil entender lo que dicen los físicos. Sin embargo, uno tiene que aceptar que las cosas son como son, y es que el universo es demasiado grande para preguntarse por qué así y no de otra manera.

Si aceptamos esa paradójica comunión entre lo simple y lo complejo, quizás comprendamos que detrás de esa aparente contradicción hay un mensaje claro para quien quiera recibirlo. La supervivencia es algo irracional e incontrolable. El éxito de nuestra especie depende en realidad de esa parte que parece estar conectada a ese algo mucho mayor. La vida, creada o generada, da lo mismo, la vida en su sentido más amplio. La pregunta no es por qué estamos vivos. Se trata, a fin de cuentas, de preguntarse por qué seguimos aquí. Bien es cierto que la pequeñez del ser humano es indiscutible, más si cabe en un largometraje de estas dimensiones. Pero cuidado, y ese es el mensaje, porque hay algo que contra todo pronóstico permite que nuestra especie pueda perpetuarse. A pesar del fuego, a pesar del hielo, a pesar de los cometas, a pesar de los volcanes, a pesar del sol y la luna. Hablamos del amor al prójimo, tal vez os suene, o la capacidad de hacer lo que sea con tal de salvar a los nuestros.


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