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Hoy todos votamos en Grecia

Por José Luis Muñoz , 5 julio, 2015

GRECÍAEl referéndum griego se ha convertido en una cuestión de estado para todos los países de la Unión Europea. En realidad, los griegos, hoy, votan por nosotros. La campaña que todas las cancillerías europeas, y los poderes financieros que están detrás de ellas, o delante, están haciendo por el Sí debiera ser un indicador claro de lo que tendrían que votar los griegos. En nuestro país, además, se pretende, con un solo disparo, abatir dos piezas: Syriza y Podemos. Ya lo dijo de forma muy explícita Mariano Rajoy que ahora se prodiga mucho en los medios: Syriza-Podemos, como si fuera una coalición transnacional. Y lo que decidan los griegos hoy tiene que ver mucho con si vamos a seguir en esa Europa de los mercados, despiadada, que asfixia a los países hasta su estrangulación, o hacia la Europa de los ciudadanos libres. Así es que también está en juego la manera de hacer política. Y diría más, la democracia en su esencia, precisamente en el país que inventó ese concepto. Así es que cuando vayan a votar los griegos, estaremos votando todos en Europa, y de ahí esa extraordinaria expectación, porque es un asunto de una enorme trascendencia y que pesará en el futuro de la Unión Europea.

En una entrevista en el diario El Mundo, Yanis Varoufakis no se ha ido por las ramas a la hora de calificar la situación de esa Grecia contra las cuerdas y noqueada por los poderes facticos que nadie elige: terrorismo. Terrorismo en su doble acepción, la de provocar terror (o se cumplen nuestras órdenes, plegarse a nuestros intereses, o el caos) y víctimas (las medidas contra Grecia lo son contra su población, y tienen como consecuencia directa el desarrollo de enfermedades, la pobreza, el hambre, el aumento de suicidios y la muerte). Y todo eso con métodos limpios. Los poderes económicos ya no tienen que echar mano de golpes de estado de los coroneles, en cuyo régimen empezó ya el inasumible endeudamiento estratosférico del país heleno, decretar huelgas salvajes para desabastecer a la población, ni echar los tanques a la calle, algo tan común en América Latina de lo que ya nos hemos olvidado. Le basta con la estrangulación económica y sus efectos son tan devastadores como si hubieran bombardeado a la población.

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Salvo contadas excepciones, los medios privados de España, y también los públicos, ambos en manos de los poderes fácticos, están echando leña en el fuego de la pira en donde quieren quemar a Syriza, y, de paso, a Podemos. Los argumentos son burdos. Los griegos tienen la culpa de su propio desastre, como la han tenido los españoles que vivieron por encima de sus posibilidades. Los griegos que son una pandilla de haraganes, que se jubilan en plena adolescencia y que siguen cobrando sus pensiones desde ultratumba. Como la culpa es de los españoles que trabajan en la economía sumergida y los ciudadanos que eluden el IVA en las facturas que nos hacen los operarios en las chapuzas domésticas. Y Syriza es el gran mal que ha engañado a su pueblo con promesas imposibles de cumplir. Si Syriza ha cometido un gran error estratégico es, precisamente, convocar ese referéndum. ¿No tienen ya el apoyo de los ciudadanos que les votaron hace seis meses para tomar todas las decisiones pertinentes para la mejora del país? El referéndum, que posiblemente pueden perder, era totalmente innecesario y mete al gobierno de Tsipras en un callejón sin salida, más con el corralito.

Los miles de millones del rescate griego, miles de millones que es imposible que puedan pagar sin una serie de quitas importantes, y más tal cómo se les está acogotando, no han ido a los ciudadanos griegos sino a los bancos e instituciones financieras helenas, más tocadas que las nuestras, y que han practicado alegremente lo que se conoce como el capitalismo de amiguetes: te doy a ti de lo de los demás algo que no vas a poder pagarme nunca, y ya está, porque papá estado, es decir, los demás, cuando me vean apurado, van a reponer lo que te he regalado. Capitalismo trilero, el que se estila desde la estafa global, y se practica porque esa delincuencia apenas tiene consecuencias penales.

Habría que analizar de dónde viene esa desmesurada deuda pública cuyo pago es el caballo de batalla, y de ahí la necesidad de auditarla, algo a lo que se oponen de forma denodada los que la generaron, porque dejaría al descubierto el entramado de corruptelas, sobornos y desvaríos financieros que están en su esencia. La cuarta parte pertenece a gasto militar, es decir, al gran negocio del planeta. Grecia, por su situación geoestratégica y de vecindad con Turquía, país al que ha estado secularmente enfrentado, tiene uno de los ejércitos más sobredimensionados de Europa al que destina más del 3 del PIB mientras Francia y Alemania no llegan al 1,5. ¿Y quién le vende tanques y submarinos? Europa, principalmente Alemania y, en menor medida, Francia, sus principales acreedores que les exigen que recorten las pensiones de sus ciudadanos pero no que restrinjan las compras a su  muy boyante industria del armamento, ya comprometidas por los anteriores gobiernos. Cuando Syriza hablaba de auditar la deuda, y cercar la indebida, seguramente se refería a ese gasto militar.

Los problemas financieros griegos vienen de mucho más lejos, de endeudamientos estratosféricos para organizar los juegos olímpicos, por ejemplo; de créditos fallidos que una banca poco escrupulosa hacía en su economía de amiguetes; de la evasión de impuestos y capitales de las grandes fortunas; y de un sistema fiscal, parecido al nuestro, que favorece al gran empresario y le exonera de sus obligaciones contributivas.

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El caso de los juegos olímpicos puede resultar muy ilustrativo para comprender cómo se generó esa enorme masa dineraria  cuyo pago se exige a cambio de laminar a la población. De un presupuesto inicial de 1.300 millones de dólares se pasó nada menos que a 20.000 millones.  ¿Quién se benefició de esa tremenda sangría de dinero público? En ese saco de la corrupción podríamos meter también a la multinacional alemana Siemens que pagó comisiones de más de mil millones de euros para conseguir jugosos contratos ligados a su industria militar (los misiles Patriot), digitilizaciòn de teléfonos y sistemas de seguridad.  A eso hay que añadir la venta de submarinos defectuosos, alemanes, subrayo, por un contravalor de cinco mil millones de euros. El descomunal endeudamiento de la economía griega no viene del abuelo cuyos nietos siguen cobrando su pensión después de haberlo enterrado, que nadie duda que sea cierto, aunque anecdótico, y  ha de ser corregido, sino de una gigantesca trama de corrupción, bien engrasada con sobornos, en torno a la cual los países que le reclaman ahora la devolución de la deuda contraída y los intereses le estuvieron vendiendo a destajo material militar al ejército griego, que era lo que la aumentaba. Pero claro, interesa desviar la atención al pensionista, al haragán que cobra el desempleo sin buscarse trabajo, al pequeño pícaro. Como consecuencia de todo ese despilfarro, debido a los partidos que ahora abogan por arreglar el estropicio que ellos montaron (aquí sí que habría que hablar, en el caso de Syriza, de una insoportable e inasumible herencia recibida, expresión que tiene el copyright de Mariano Rajoy), los funcionarios griegos han visto reducidos sus sueldos un 25%, los pensionistas cobran un 40% menos, el transporte público ha subido un 30% y el IVA el 4%. Pero aun así, parece poco a una Europa dispuesta a tumbar un gobierno democráticamente elegido porque no le gusta como interlocutor.

Hoy Grecia decide entre bajar la cabeza y seguir por el modelo ruinoso que le ha diseñado la Unión Europea para que la población sufrague con su esfuerzo y dolor lo que se han gastado otros, lo que la conduce a un genocidio lento, o plantar cara a los poderes fácticos que tiran de los hilos de las cancillerías europeas. Como siempre, desde que el hombre es hombre, el poder de unos pocos, pero poderosísimos, contra los intereses del resto.

Europa puede nacer o morir en Grecia.

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