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Historias de oficina. Libro 2. Capítulo IV

Por Sonia Aldama , 26 junio, 2014

 

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BUSCANDO UN POCO DE TRANQUILIDAD (IV)

 

–          ¡No me jodas! – exclamó Juan Carlos mientras le pegaba un manotazo a Irma para que no se tomara otro lexatín.

–          Mira chata, no sé quién eres, pero tenemos prisa, así que o te apartas o te aparto.- dijo Sofía mientras empujaba a sus compañeros para que salieran del ascensor.

–          Anda, guapa, ahí te quedas con la Isidra que te va a dar mucha conversación. – le dijo Belén a la pija del bikini pepero.

Los cuatro publicistas salieron corriendo en busca de algún lugar tranquilo. Llegaron hasta el aparcamiento del hotel y cogieron un taxi:

–          Al paseo marítimo. – ordenó Juan Carlos al taxista.

Desde que había cambiado de latitud parecía más autoritario, ¿le habría bajado la tensión?

Salieron del taxi apresurados, Irma llevaba un pareo de flores amarillas atado a la cintura y una camiseta blanca en la que se podía leer: A TOMAR POR CULO TÓ. Siempre le decía a Belén que eso era mucho más relajante que hacer yoga.

Juan Carlos había cambiado sus aburridas camisas por una llena de palmeritas y un pantalón corto azul a juego con sus chanclas tipo surfero.

–          Sofía ¿y esa camisa tan grande que llevas puesta? – le preguntó Irma.

–          Ah, es de Keanu, es que antes hemos estado en… en la piscina, y se me ha mojado la camiseta.

–          Sí, claro, pero qué morro tienes, tía, nosotros luchando contra los elementos y tú en la fiesta toga – le dijo Belén con los brazos en jarras.

–          Pero vamos a ver, guapita, ¿qué me estás contando? ¡Si tú llevas el vestido al revés! ¿Te crees que no te vi hablando con el piloto del avión cuando llegamos al aeropuerto? – le contestó Sofía.

–          Venga, chicas, si dejáis de discutir os cuento lo mío con el recepcionista. – contestó Irma mientras se subía a un pequeño yate.

–          ¿Pero dónde estaba yo mientras ocurrían todas esas cosas?

–          ¡En el servicio!- contestaron las tres a coro.

Irma convenció a sus compañeros para robar el yate y los cuatro se alejaron del puerto, dos horas después, lo que tardaron en arrancar el motor.

Saldama

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