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Expresar vs. insultar

Por Fermín Caballero Bojart , 11 diciembre, 2014

forgesViolencia verbal lo llaman ahora pero de toda la vida han sido insultos. ¿Dónde esta el límite? ¿A palabras necias oídos sordos? Parece que ya se avanza a favor de una erradicación de los insultos clara y definitiva en determinados ámbitos sociales. No hace falta que vayan acompañados de amenazas, o que se hagan con gestos. Tampoco que se coreen o se icen u ondeen banderas mientras se propagan. El insulto es cuestión de educación.

En el salón de casa, en el patio del colegio o en el parque del barrio encontramos tres frentes abiertos. Aparentemente el más sencillo de controlar es el del hogar pero luego los críos ante cualquier reacción defensiva sacan lo más cruel de la infancia. Y en el mejor de los cumpleaños una discusión puede llevar a un insulto. Momento que según el estado de ánimo de los contrincantes puede ir a mayores o quedar en una persecución por encima de los sofás.

Hasta aquí, hasta edades donde la fuerza bruta aún no es capaz de emplearse como repuesta de defensa desproporcionada, quizás con un buen ejercicio de autocontrol se podría atajar el asunto. Empleando técnicas para detectar a los más reaccionarios, que desde edades tempranas ya apuntan formas macabras de acosar verbalmente a los compañeros. Y al menos hacerles ver, con claros ejemplos, la diferencia entre insolencia, improperio e injuria, que haberlos haylos y muchos.

Una vez que el individuo ha desarrollado sus artes verbales, acompañadas de ideologías, pasiones deportivas e incluso combinando aquellas, las verbales, con las artes marciales, entonces el verdadero problema, ya en la calle y de forma organizada, sigue en manos del Estado (que de mi casa ya me ocupo yo). Estado que no sabe como enfrentarse eficazmente a un grupo de alterados, pretendiendo que sean los colectivos deportivos o políticos a los que pertenecen, por poner dos ejemplos de los más frecuentados, los que se encarguen de hacerlo. Expulsión, en el mejor de los casos, para quitarse el problema de encima.

La educación es una tarea abismal y compleja, en la que todos deberíamos tomar parte con mayor compromiso. Empezando por reprimir el insulto al contrario, al rival deportivo, al enemigo virtual en las partidas de videojuegos bélicos. Por que la violencia nos persigue, nos contagia en cada estrato de la sociedad que nos rodea.

Hay que condenar a los violentos desde púlpitos, columnas, micrófonos, estrados, sofás y escaños. Represión, en definitiva, que debe ejercitarse por todas aquellas voces que pueden llegar libremente a un niño en puertas de la adolescencia, por que a partir de ahí, dejar asuntos tan serios como son los insultos de cualquier tipo, en manos de un Estado democrático de Derecho de instituciones desinfladas, de agentes sociales artríticos y de poderes desnutridos es harto arriesgado. Tanto que las consecuencias acaban siendo nefastas.

Así que he decidido eliminar todos las palabras, oraciones, párrafos que contienen ofensas provocativas. E incluso artículos completos publicados o a punto se serlo y que están guardados en el ordenador. Y pido perdón, de paso, por acordarme de la familia de algunas personas que hacen infelices a otras. Por llamar por su nombre acompañando de un grave insulto a la gran familia de delincuentes que campan a sus anchas, bien por que están violando ahora, asesinaron ayer, o reventaran la cara a su pareja cada noche cuando tengan la oportunidad.

Si alguien lee por tanto un insulto en alguno de mis escritos, por favor solicite su corrección. Ya me he dado de baja de mi club deportivo, de mi partido político y de otros tantos sitios de internet donde me dedicaba, anónimamente, a despotricar contra todos los ladrones y corruptos de este país.

Me he leído cien veces el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de Naciones Unidas y he copiado mil veces el artículo el apartado a del artículo 20.1 de la Constitución española de 1978. Y por que tengo las manos rojas e hinchadas por este castigo y los ojos desorbitados por tanta incomprensión, he decidido tachar de la mente mi penúltimo pensamiento: La Constitución española de 1978 es un panfleto de disparates. ¿Se ha irritado alguien? ¡Viva la libertad de expresión!

Artículo 20 (Constitución española 1978): Se reconocen y protegen los derechos: a) A expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción.


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