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Está usted abandonando Charming

Por Marta Ailouti , 23 diciembre, 2014

ATENCIÓN SPOILERS: No sigas leyendo si no has visto el final de Sons of Anarchy

A veces solo hay un momento para decir adiós. Sin críticas ni reproches. Solo esa solemnidad. Ese silencio denso que tanto significa, aderezado si hay suerte por, algo más que, una banda sonora. Come Join the Murder, escribe Kurt Sutter para la música y voz de The White Buffalo. Al fondo no hay fundido a negro. El arte está en saber elegir las palabras. O en colocar unos versos de Shakespeare en lugar de un punto y aparte final. Que no os engañe el idioma, Papa’s Goods quiere decir adiós. Y como toda despedida, también Sons of Anarchy se marcha dejando un poso amargo de tristeza.

El final es, para empezar, un final. Y este es, lo discutiría mil veces, el más idóneo que alguien podría darle a estos Hijos de la Anarquía. En él su director, que puso la corona de rosas, rojas en este caso, antes que la tumba, se arma de valor, o de romanticismo, y decide hacer lo que uno debería hacer bajo estas circunstancias. Limitarse a despedirse. No hay espacio para la grandilocuencia ni los sobresaltos de última hora. Solo las cosas que, sabemos, quedan por pasar. Charlie Hunnam, nuestro Jax Teller, también lo sabe. Su regalo es un capítulo de algo más de 70 minutos para ir deshaciéndose poco a poco de su propio personaje. Toda una catarsis de la que somos testigos y que nos brinda a nosotros, los espectadores, la oportunidad perfecta para poder decir adiós.

No hay tiempo para las malas palabras. Lo diré una vez, Sons of Anarchy no siempre jugó bonito, es verdad. Tuvo defectos. Muchos, en las resoluciones de algunas tramas o en algunos giros de última hora. Pero es, ya fue, tan grande, que nunca necesitó ser perfecta para enamorarnos. Es por eso que no importa cuántas veces se pelee Sutter con el Emmy. Nosotros sabemos que lo tuvo. Y no solo por la música, Day is gone que diría Noah Gundersen, cuya banda sonora ha ilustrado más de un texto de quien escribe. Gracias también por eso. Sino por algo que empezó ya en el casting y terminó mucho tiempo después. El carisma de cada miembro del reparto es superior a Charming y su universo. Va mucho más allá y se escribe con nombres propios: Mark Boone Junior, Kim Coates, Tommy Flanagan, Maggie Siff, Ron Perlman, Ryan Hurst, William Lucking, Dayton Callie y Theo Rossi. También Charlie Hunnam cuya interpretación crece al ritmo que su personaje hasta llegar a convencer a los más agnósticos. Y por supuesto, Katey Sagal. No es que importen los premios, pero ellos, al margen de todo lo demás, no deberían marcharse de vacío.

Atrás quedan las muertes de Bobby, de Wayne y de Juice. Y también la de Gemma. Ella es, si no una de las más perfectas villanas que pueden haberse visto en la televisión, uno de los mejores personajes femeninos que jamás se han escrito para este medio. La lista es larga en realidad. De la primera temporada solo Chibs, que era casi una obligación, y Tig, que era pura necesidad, lograron sobrevivirles a todos. Sé que hay otros. Por ejemplo, Chuck, eso lo acepto, o Wendy, siempre más un recurso, algo cansino por cierto, que un personaje de verdad. También Abel. El único, junto a su madre, Thomas y Nero, cuyo final feliz parece algo posible.

Al margen queda Jax, nuestro particular héroe-villano, que se aleja en la moto de su padre hacia el camión de Papa´s Goods. Y sonríe. Lo hace más como aquel, el de los primeros episodios, que el de estos últimos. Ningún personaje ha evolucionado tanto y tan bien en la serie como él, que nos habla en esta séptima temporada con la voz templada. Ya no hay gritos. O quedan pocas cosas por las que gritar. Solo el llanto contenido. Ese grito mudo de saberse roto. La verdad la cuenta él mismo a modo de sentencia. Al final del día los malos pierden. Los malos. Porque Jax lleva demasiado tiempo mintiéndose. También nosotros. Él siempre tuvo opciones, como las tuvo Tara en realidad, pero ninguno las quisimos. Y alarga los brazos hacia el cielo. Es el momento de que algunas cosas terminen. Lástima ese final, con este montaje de cartón piedra, tan poco cuidado. Nos merecíamos un poco de duelo. Un cuerpo al que llorar. Aunque así son las cosas en Charming. A veces, un poco chapuceras. «Pero funcionó», que diría el propio Jax. «Está muerto».

Y ya habrá tiempo de volver. A los reproches o a los elogios. Habrá tiempo para discutir si cerró bien todas sus tramas, si se alargó en exceso o si, a pesar de todo, algunos la disfrutamos como pocas. Tiempo para regresar a sus escenas. A la tensión acumulada. Al humor, las mentiras y los enredos. A los lugares que nos conmovieron. A Opie. A Jax. A Clay y a Gemma. A SAMCRO. Sutter ya dijo todo lo que quería decir. Y a mí me ha convencido. Quizás esperásemos otro final, pero Jackie Boy no se merecía nada menos. Sea como sea, ahora es el momento de abandonar Charming. De alejarse de la serie que nos robó un poco el corazón. Septiembre no volverá a ser lo mismo. Tampoco nuestras pantallas. Adiós y gracias, Sons of Anarchy. Adiós.

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