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Ese no es mi cuerpo

Por Beatriz Obeso , 25 julio, 2016

Si me lo permitís, comenzaré con un ejemplo; tal vez alguno de vosotros recordéis  la polémica con el catálogo de la cadena de tiendas holandesas HEMA, en el cual se encontraba la siguiente frase: “Porque como mujer nunca tienes suficiente ropa. Ni suficientes bolsos, ropa interior o accesorios…”

De todos los estereotipos ofensivos que existen aún a día de hoy, éste podría parecer de los más inofensivos, sin embargo deberíamos pararnos a observar la frase con mayor detenimiento. La clave está en “[…] como mujer nunca tienes suficiente ropa”, y es que ahí no está diciendo que queramos acumular ropa y más ropa las mujeres, sí, efectivamente ese estereotipo está ya muy manido. Lo que está diciendo es que necesitamos tener tanta ropa, tanta que nunca es suficiente. Pero, ¿por qué necesita una mujer más ropa que un hombre? Os invito a pensar en todas aquellas mujeres a las que habréis escuchado decir en más de una ocasión que ante su primer día de trabajo, una entrevista de trabajo, una defensa ante un tribunal académico, entre las primera preocupaciones está la de ¿y qué me pongo?

¿Y qué me pongo para parecer profesional? ¿Y qué me pongo para no llamar la atención sobre mi cuerpo y que me escuchen? ¿Y qué me pongo para que me tomen en serio? Si lo pensamos, nuestro cuerpo de mujer viene con unas connotaciones negativas que la ropa debe enmascarar y cubrir. Así la mujer no se viste, la mujer se disfraza como una muñeca, vestida por otros que regulan sobre su cuerpo.

Mi cuerpo no es mi cuerpo. Yo no lo he definido, yo no lo he aceptado, yo no lo poseo, es una ser extraño con el que debo vivir toda la vida. Un ser extraño, delicado y peligroso, que está a disposición y disfrute de todo el mundo menos para mí, que me han hecho leer los términos y condiciones de mí cuerpo femenino.

Mi cuerpo no es mi cuerpo, mi cuerpo es mi enemigo porque me hace volver asustada a mi casa noche tras noche.

Mi cuerpo no es mi cuerpo, mi cuerpo es mi cárcel porque me encierra en un estereotipo que me impide ser escuchada y valorada.

Mi cuerpo no es mi cuerpo, mi cuerpo es mi condena porque cuando empezó a desarrollarse me relegó a un segundo plano dentro de la sociedad y me cubrió de vergüenza.

Mi cuerpo no es mi cuerpo, mi cuerpo es una granada de mano a la que le han quitado el seguro y me han entregado avisándome de que si en algún momento cometo el error de descuidarme, y la dejo caer, la granada me explotará a mí y sólo a mí. Y así de víctima, ser siempre para todos culpable.

Pero yo no quiero odiar y temer a mi cuerpo. Yo no quiero que me sea ajeno. Por eso yo he perdonado a mi cuerpo y me he acercado a él. Porque cuando mi cuerpo sea sólo mío, ningún hombre podrá gritarme, silbarme y denigrarme para reclamar lo que ellos consideran suyo por derecho, reafirmando su autoría sobre mí. Porque cuando mi cuerpo sea sólo mío y no pueda ser menospreciada mediante insultos a mi apariencia, entonces no les quedará más remedio que escucharme, que escucharnos a todas porque no tendrán con qué cargar contra nosotras.

Y finalmente, yo he perdonado y me ha acercado a mi cuerpo porque cuando mi cuerpo sea mío, habré ganado lo único que por derecho es y será siempre sólo mío.

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