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Esa manía tan mía. | Carlos Gómez B.

Por Carlos Gómez B , 1 febrero, 2020

Hoy, haciendo unos recados cerca de casa, me he dado cuenta de que han cerrado el Tim Hortons de mi calle. Dos meses ha durado. Sí, dos. Un Tim Hortons. Esas cafeterías que están tan de moda ahora. Con sus donuts, sus magdalenas con chocolatinas de colores por encima, sus wraps, sus conocidos timbits –esas bolitas de masa rellenas de chocolate o frambuesa– sus cafés americanos canadienses y su wifi. El wifi que ha sido, durante varias semanas, mi punto de trabajo y escritura. No quiero decir que ahora ya no pueda escribir, quiero decir que, cuando te acostumbras a ti, en un lugar en el que te sientes cómodo, lo demás, lo que sucede a tu alrededor, pasa desapercibido. Y eso es lo que me ha pasado a mí en Tim Hortons: llegaba, pedía lo de siempre, me sentaba donde siempre y a escribir. Uno no sabe si lo que está escribiendo es bueno. Uno simplemente escribe, que ya es suficiente. Eso es lo que me ha pasado a mí en Tim Hortons, y eso es, desde esta tarde, algo que no me saco de la cabeza: lo de escribir, digo.

A ver qué cafetería vuelve a acogerme como lo ha hecho Tim Hortons: sin camareras preguntando si necesito algo más, sin ruido de platos y vasos, sin personas gritando “¡camarero! la cuenta, por favor”, “¡pon otra tostada de tomate!”, “¡el café era cortado! y con hielo, por favor” y más frases que uno se harta de escuchar cuando escribe desde una cafetería que no es un Tim Hortons.

 

Carlos Gómez B.

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