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Épica y manipulación

Por Redacción , 9 septiembre, 2014

Cubierta (1714)1714. Cataluña en la España del Siglo XVIII
Antonio Morales Moya (ed)
Cátedra, Madrid, 2014

El volumen 1714. Cataluña en la España del siglo XVIII, coordinado por Antonio Morales Moya, recoge la contribución intelectual a un debate vivo de destacados especialistas en Historia Contemporánea. Son las investigaciones expuestas durante las jornadas que se celebraron en la primavera de este año, con el título “La nueva España borbónica y los comienzos de la centralización”. Fueron días de estudio y mesas abiertas en los que se rindió cumplido homenaje al historiador Miguel Artola. La cita centró su enfoque plural en la significación histórica de 1714 y los sucesos del 11 de septiembre, con el asedio de las tropas de Felipe V y la capitulación de Barcelona, hecho sedimentado y convertido en hito central del nacionalismo catalán. El 11 de septiembre se transforma en la Diada, en la fecha de exaltación del independentismo y en un escaparate de confrontación. Se dispara un sentimiento manipulador que hace del estado un tirano de la voluntad popular y abona el resentimiento hacia una España dictatorial y absolutista, anuladora de cualquier modernidad.

Esa lectura continua por parte de los partidos independentistas y del nacionalismo catalán, casi en su conjunto, crea una imagen del resto de los territorios peninsulares como incansables generadores de supuestos agravios; la España de siempre es un arquetipo de represión institucional que condena a los habitantes del territorio catalán a una continua opresión. Contra esa imagen inventada no ha existido una historia oficial de calado sino un conjunto de aportaciones de dieciocho historiadores que han ido analizando los acontecimientos en el marco de una realidad histórica cambiante: La Guerra de Secesión, cuyo origen está en la disposición testamentaria de Carlos II, último Austria, sin herederos directos, que cede el trono de España al futuro Felipe V. Del Tratado de Utrech, una paz por cansancio, surgirá un nuevo equilibrio continental, del mismo modo que de la Ilustración deviene un modelo de estado en el que se acrecienta el poder real, tras los Decretos de Nueva Planta, que suprimieron los sistemas legislativos tradicionales. Pero el nuevo estado pretendía sobre todo mantener España como interlocutor cualificado en Europa y no anuló los mecanismos de adaptación de los territorios catalanes que vivieron en el siglo XVIII un espectacular despegue económico, tras un desescombro de privilegios y fueron que solo beneficiaban a las clases sociales más aristocráticas. Ciertamente se regula el uso oficial de la lengua catalana en pos de una unificación cultural territorial, entre medidas que pretenden acentuar el control monárquico sobre los intereses territoriales más pequeños, cimentar una administración orgánica, más racional y eficiente, diversificar las fuentes de riqueza y asegurar la entidad internacional del estado porque las demás potencias europeas ambicionaban el imperio colonial hispano como fuente continua de materias primas.

La construcción nacional del estado catalán en el presente asentado en un interpretación parcial y reducida de la historia supone dar por sentada la perpetua situación de víctima de Cataluña y abre la puerta, tras la deriva soberanista frente a la normativa legal de un estado multicultural recogida en la Constitución vigente de 1978. Este libro resalta con sus análisis fundados que la verdadera Historia empieza cuando concluye la manipulación política. Los aportes reunidos en 1714. Cataluña en la España del siglo XVII contribuyen a estudiar mejor un acontecimiento en un contexto de época, como evento adscrito a un marco histórico internacional. Ayuda a comprender el pasado sin manipulaciones míticas. A todos nos corresponde preservar el consenso de la Transición, la fortaleza del marco constitucional, y las décadas de respeto mutuo y progreso. La eventual secesión de un territorio sería el preludio del desmembramiento completo de un estado con más de quinientos años de existencia en el que cabemos todos, lejos de un independentismo limitador y excluyente, que convierte el porvenir común en una escombrera.

José Luis Morante, escritor y profesor de Geografía e Historia


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