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Entrevistamos a Anna Genovés autora de Las cicatrices mudas

Por Olga Navarro , 18 noviembre, 2015

 

Anna Genovés es diplomada en Magisterio, licenciada en Historia Antigua y en Arqueología-Prehistoria por la Universidad de Valencia. Desarrolló gran parte de su trayectoria profesional trabajando como profesora de Sociales y monitora de Gimnasia Rítmica y Deportes, en diferentes IES de la Comunidad Valenciana. Así mismo, trabajó en RTVV. Mientras cursaba los estudios universitario, trabajó como encargada de moda. Escribe desde la infancia, tiene publicadas en Amazon (formato e-book y papel)  las novelas Tinta amarga, Las cicatrices mudas y El Legado de la Rosa Negra. Amén del libro de relatos, La caja pública |relatos. Asimismo, ha trabajado en distintas publicaciones editoriales (Aldea poética VI, Bovary 21, Cachitos de amor II…), y colabora o ha colaborado en diversas plataformas digitales: Diario El Cotidiano, Canal Literatura, Revista Dos disparos, Blog El arte de la costura, Portal erótico Pasionis… En 2011, fue finalista del Certamen Literario Clave de microrrelatos, y dos de sus poemas fueron seleccionados para publicarse en 2013.

Las cicatrices mudas, es la segunda novela de la serie thriller neo-noir de la autora. Tinta amarga es la primera obra literaria de esta colección saga.  COVER KDP CI

¿Dentro de que generación te incluirías?

En realidad no me gustan este tipo de etiquetas porque creo que son ficticias. Me crié en un barrio obrero en el que todos éramos iguales. Traslado la misma sensación a la escritura. Pese a ser una escribidora de última fila o aunque me lean dos gatos, siempre pongo alma y corazón, en todo lo que escribo.

¿Cuáles son tus iconos literarios?

Haría dos listados; uno para poesía y otro para narrativa. No puedo vivir sin Leopoldo Mª Panero, Alejandra Pizarnik, Charles de Baudelaire y Emily Dickinson. Si hablamos de narrativa, mencionaría a Nelson Algren, Truman Capote, Charles Bukowski, William Burroughs, Robert Louis Stevenson, Gustave Flaubert… La lista es interminable. Digamos que todos, por dispares que sean sus obras, me aportan algo de lo que no puedo prescindir. (Risas…). Pero, Elmore Leonard se ha convertido en mi maestro.

¿Cuál es tu relación con Elmore…? Quiero decir, ¿por qué lo llamas maestro…?

Tengo una disgrafía acusada y sus diálogos me están enseñando a puntuar lo que nunca he aprendido con la asignatura de la Lengua Española. Jajajaaa… ¡Parece mentira! ¡Menudos soponcios me llevé en la escuela! Siempre sacaba buenas notas en todo, menos en esta asignatura.

¿Fue muy duro?

Lo fue en su momento. Ahora, estoy acostumbrada. Pese a ello, en muchas ocasiones, dudo si el adjetivo va delante o detrás… o del signo de puntuación que corresponde… o del tiempo verbal que debo utilizar. Al final, puede la lógica: o sea, leer alguna chuleta de la nueva gramática o algún párrafo de un libro bien traducido.

¿Crees que un escritor debe leer para seguir escribiendo?

No soy nada intelectual: me confieso poco lectora. Quiero decir de novelas… mis problemas de lectoescritura hicieron que rehuyera de ellas en el pasado. No obstante, siempre he leído cuentos o tebeos, principalmente, comics de chicos: mi primo, además de tener todos los libros de Disney, tenía la colección completa de Marvel… Ese fue mi catecismo. Al margen, mi abuelo era proyeccionista del cine de barrio y, desde bien chiquita, iba dos o tres veces por semana a ver pelis sin rombos de todo tipo. Mi imaginación se nutría a través de la pantalla. Hoy en día, leer es estudiar, aprender… Es una de las herramientas vitales para cualquier amanuense que desee retroalimentarse, no solo por los contenidos, sino porque la ortotipografía está viva y en constante evolución.

¿Te consideras una escritora de novela negra?

Toco tantos palillos que me siento incapaz de encasillarme en un género concreto: el etiquetado no es lo mío. Me gusta divertirme escribiendo, no sería buena periodista porque llevo muy mal escribir bajo presión o por obligación; me dejo llevar… aventuras, poesía, erotismo, neo-noir… lo que surja. Diría que soy un personajillo Pulp con una coctelera entre las manos: mezclo géneros con una columna vertebral llamada ‘whisky&soul’ que guía el argumento y tiene una finalidad concreta.

¿Crees que la novela negra necesita renovarse?

La escritura está viva, y por tanto, progresa de forma natural y constante a lo largo del tiempo, aunque seamos incapaces de ver sus innumerables matices en un primer encuentro. Por eso siempre releo las obras, incluso las que escribo. Soy más consciente del mensaje que trasmiten a medida que las disecciono.

¿Crees que el sexo es necesario en la novela negra?

Tan necesario como llevar una buena pistola o la ironía.

De las novelas que has publicado, ¿cuál es tu preferida?

¡Uf! No sé. Siempre digo que mis novelas, poemarios, libros… En fin, lo que edito, son mi hijos. Los quiero a todos, pero es inevitable tener preferencias. Cuando repasé, Las cicatrices mudas, vi un neo-noir con ese puntito Tarantino y ese trasfondo shakesperiano, oculto, y me quedé flasheada. Escribir es vomitar lo que llevas dentro. Reescribir es leer entre líneas; descubrir el trasfondo de las palabras y sus porqués.6

Las cicatrices mudas… ¿es la última novela que has publicado, verdad?

Sí. Las cicatrices mudas, vio la luz el treinta de agosto. Todavía es una niña pequeña, pero confío plenamente en ella.

Y… ¿qué más puedes contarnos de ella…? Porque, en realidad, tú comenzaste con la novela erótica, ¿no?

Es una historia larga… Voy a confesarte algún que otro secreto… Verás, cuando escribía de jovencita, tenía un poso erótico y otro psicokiller, que me reprimía: me daba vergüenza expresar esos sentimientos, que en una persona como yo: educada con el postfranquismo; parecían insanos. En 2013, decidí abrir un blog, y, bueno…, allí me explayo todo lo que me apetece. Hace dos años, ya talludita, con espolones y demás (risas…), se me ocurrió publicar un relato erótico llamado El tatuador. Tuvo más de tres mil visitas en pocos días. Los lectores me pidieron que hiciera un segunda parte. Y los complací, se llamaba El motero. El resultado fue el mismo. A la sazón, decidí eliminarlos del blog, y reagrupados, dentro de una novela corta llamada Bovary 21; un libro que nunca debió editarse. Busqué una salida y encontré a Amazon.

De inmediato, le di unas cuantas vueltas de tuerca hasta convertirla en un thriller neo-noir. El fruto fue Tinta amarga que, a su vez, detonó ese chip asesino de mis neuronas. Y me gustó tanto, que proseguí en la novela negra. Pensé: «Anna, mira que disfrutas con el personaje de Vera Carmona, sin lugar a dudas, tu alter ego. O con Juan Utrera, ese madero atractivo e infalible. ¿Te atreves a seguir…?» Y, vaya que lo hice: en tres meses escribí Las cicatrices mudas. La historia comienza con una ‘previus’ que introduce a los lectores en esta novela cuya trama parte de un asesinato. Este handicap, reinventa a un policía acomodado tras el escritorio, a una espía cansada de su trabajo, y, saca a relucir, un pasado teñido de negro en el que navegan diferentes héroes y antihéroes. Un baile de conspiraciones entrelazadas que se unen mediante unos apasionantes flashback. Y cuya resolución, sorprende al más pintado. Ya me lo ha dicho algún que otro lector. Y lo cierto es, que te engancha desde la primera página. Ya no puedo contarte más… Pero, en Amazon, se pueden leer gratis los primeros capítulos.

¿Aventuras o neo-noir?

Todavía no lo he descubierto… Es como preguntarme qué me gusta más, el queso o el chocolate. Te respondería que, a veces, me apetece el salado y otras el dulce.

¿Te sientes poeta o escritora?

En verdad, me veo jugando a las muñecas cuando mi tiempo huyó por el retrete hace tiempo, y encima, tiré de la cadena. Es broma. En realidad, creo que tengo corazón de poeta y alma de escritora.

¿Estás preparando algo nuevo?

En estos momentos tengo programando un poemario, si puede ser, para Navidad. Acto seguido, hay dos novelas pendientes. Por cierto, una es de aventuras y la otra negra. Pasarán meses o incluso años, antes de publicarlas. La segunda que publique, será la brújula que marque mi Norte.


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