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Entrevista a José Luis García Martín, un escritor de línea continua

Por Redacción , 17 febrero, 2014

JLGM 2Frente al quehacer monolítico de quien persiste en un sólo género, José Luis García Martín (Aldeanueva del Camino, Cáceres, 1950) protagoniza una experiencia literaria plural. Poeta, ensayista, autor de diarios, crítico, traductor, columnista de prensa y director de la revista Clarín, es también profesor universitario, tertuliano habitual y primer referente de un puñado de individualidades que ya cuenta con un sólido recorrido. Un escritor de línea continua.

¿Cómo conviven entre sí tantas inquietudes literarias?
Me parece un hecho bastante habitual. No hay escritor que no haya cultivado más de un género. Pío Baroja publicó un libro de poemas y Pedro Salinas una novela. Lo difícil no es desarrollar muchas actividades (en literatura todos somos pluriempleados), sino destacar en alguna.

Sorprende tanto ánimo, cuando se percibe un ambiente de cristal empañado, una realidad sujeta por hilos negros. ¿Son tan umbrías las circunstancias de la literatura?
Ya decía Campoamor que todo es según el color del cristal con que se mira. En literatura siempre han sido muchos los llamados y pocos los escogidos. En el mercado literario hay sitio para escasos autores y de ahí los codazos para encontrar un lugar. Pero la literatura no es solo la literatura que se compra y que se vende. Está también la que no se vende, que a veces es gran literatura. Yo me encuentro muy a gusto en las afueras del mercado. Y si como escritor no me quejo, como lector no me puedo quejar: se publican más libros maravillosos de los que uno puedo leer. Siempre tengo a mano algo apasionante que leer, ¿cómo iba a quejarme?

Durante años, su crítica militante prodigó rechazos y adhesiones. ¿Se ha suavizado ese perfil de “viejo lobo de mar”?
He cambiado de intereses. Ahora hablo menos de poetas consagrados o emergentes (eso fue lo que me dio la mala fama) y más de otros géneros: historia, memorias, libros de viajes. Perdí interés por la poesía prescindible, aunque esté correctamente escrita (y eso deja fuera a la mayor parte de los libros de poesía). Pero no he perdido del todo los viejos instintos. Sigo disfrutando haciendo sangre en un mal libro de un autor muy promocionado. O descubriendo material adulterado, como el volumen La ciudad y los escritores firmado por Fernando Savater y transcrito (no escrito) por algún apresurado analfabeto.

Los diarios ya son un género de práctica frecuente en España. ¿Qué razones justifican tan abundante cosecha?Pues las mismas razones que justifican la abundancia de haikus (en la colección La Veleta, de Andrés Trapiello, se acaba de publicar una excelente antología), de aforismos o de microrrelatos. Son géneros que aparentemente requieren poco esfuerzo y parecen estar al alcance de cualquiera. Todavía hay quien confunde un aforismo con una ocurrencia, un microrrelato con un chiste y un haiku con unas pocas sílabas que hablen de la naturaleza. Y quienes creen que escribir un diario es contar lo que a uno le pasa. La cosecha es abundante, pero lo aprovechable poco. Aunque más que en otras épocas, por supuesto.

No hace mucho se editaba la última entrega de su diario, Línea roja. ¿Autobiografía, o ensamblaje entre imaginación y biografía?
La imaginación forma parte de la vida, lo soñado es tan real como lo vivido. Todo lo que yo cuento en mis diarios es verdad, pero por supuesto no cuento toda la verdad. Los silencios también forman parte del arte de la escritura. Me gusta jugar con la imaginación del lector, mentir con la verdad. Cuento cosas verdaderas y dejo que el lector se imagine otras que no lo son tanto (pero eso es cosa suya). Un diario se convierte en literatura cuando nos interesa aunque no conozcamos al autor ni sintamos especial interés por su figura.

Creo que la poesía es el núcleo de su escritura. ¿Sigue escribiendo poemas?
Hago todo lo posible por no escribirlos, pero a veces no puedo evitarlo. Lo que sí escribo a menudo son falsos poemas que atribuyo a autores inventados o reales. Siempre me han gustado esos juegos que me vienen de los viejos tiempos de Jugar con fuego y, aunque a menudo he intentado dejarlos, siempre acabo recayendo en ellos. Como escritor, no siempre se me puede tomar en serio. Hay en mi obra textos míos que no son míos y en la ajena textos que sí lo son. No hace mucho publiqué una serie de poemas y fragmentos de Marilyn Monroe que está teniendo cierto éxito en Internet. Pero lo paso mal cuando me piden alguno de los originales.

En el seguimiento de la lírica de fin de siglo, acuñó la etiqueta “poesía figurativa” para nombrar una estética donde prevalece la intencionalidad comunicativa. ¿Cómo ha evolucionado esa estética?
He evolucionado yo. Antes me gustaba clasificar, establecer jerarquías. Ahora dejo esa labor a otros. Voy contra mi interés al confesarlo (porque me he dedicado a ello con asiduidad durante largos años), pero creo que nada hay de menor interés que las habituales reseñas de poesía y los panoramas de poesía joven. Son un subgénero gremial sin interés ninguno. Intercambio de favores, manoseo de etiquetas que se vacían de contenidos (“poesía de la experiencia”, “poesía de la conciencia”), enumeración caótica de nombres y presuntas características. Pienso en Villena, en Rafael Morales, incluso en Bagué Quílez, pero creo que a mí también se me podría incluir. Ahora me interesa más destacar un libro, un nombre valioso, que establecer un catálogo o formular apresuradas teorías. Démosle tiempo al tiempo antes de escribir nuevos capítulos de la historia literaria.

Hoy no parece que ninguna etiqueta tenga un dominio claro. ¿Es el tiempo de la diversidad?
El presente siempre ha sido el tiempo de la diversidad. Hace falta una cierta distancia temporal para comenzar a ver las cosas claras.

Para los desvelados por el afán de estar al día, ¿podría resumir algunas claves interpretativas de la poesía actual?
Creo que resulta evidente, por alguna respuesta anterior, que he perdido la capacidad de hacer esos resúmenes. Habría que pasarles la pregunta a Villena, Rafael Morales o Luis Bagué Quílez. O en su defecto a Juan Carlos Abril.

Tiene una capacidad de trabajo envidiable. ¿Está próxima alguna novedad editorial?
Me temo que son muchos los escritores que tienen más capacidad de trabajo que la necesaria y de ahí que anden siempre abrumados con varios libros de poesía, dos o tres novelas y media docena de diarios que tratan de encontrar editor. Yo tengo la suerte de que, aunque al margen del mercado, siempre lo he encontrado. Aparte del diario A buen entendedor, que se va anticipando en la prensa, la editorial Renacimiento prepara un libro mío del que no diré más que el título, porque el título lo dice todo: Lecturas buenas y malas.

José Luis Morante


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