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El hombre que casi conoció a Marvin Minsky

Por David Acebes , 30 junio, 2014

Hace unos días conocí al científico estadounidense Marvin Minsky (Nueva York, 1927).

Para aquellos que nunca hayan oído hablar de él, diré que es uno de los padres fundadores de la Inteligencia Artificial. A pesar de su edad avanzada, Minsky trabaja como catedrático de Ingeniería Eléctrica y Ciencias de la Computación en el Instituto Tecnológico de Massachussets. Según ha declarado, fue la lectura del libro Mathematical biphysics, de Nicolas Rashevsky, lo que le hizo querer dedicarse a construir máquinas pensantes. Y a tal menester se ha dedicado durante los últimos sesenta años de su vida: a crear máquinas pensantes que imiten los complejos y sofisticados procesos del cerebro humano.

Lo habitual sería que un aspirante a poeta rindiera pleitesía a algún poeta mayor que él. Estoy pensando en un Caballero Bonald o en un Francisco Brines, por ejemplo. Hasta el día en que murió, todos aquellos que pretendían ser alguien en el siempre proceloso mundo de la poesía se acercaban en peregrinación hasta la casa de Vicente Aleixandre, en Velintonia, 3, para escuchar las amables palabras del premio Nobel, al tiempo que le hacían partícipe de sus inquietudes y ambiciones literarias. Del mismo modo, hace bien poco, un amigo poeta me comentaba con ilusión cómo fue recibido en su casa por el gran Francisco Brines, rememorando en sus propias carnes una de esas ilustres visitas de respeto.

Sin embargo, para un poeta como yo, un poeta cuántico, me parecía más apropiado rendir pleitesía a un científico al que admiro, antes que a un poeta. Por tal motivo, al enterarme de que Marvin Minsky recibiría en Madrid uno de los premios Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento, busqué la oportunidad de acudir a la ceremonia de entrega y así poder saludarle.

Para ello, escribí un breve post a la Fundación BBVA en el que afirmaba que podía demostrar que Minsky era un auténtico poeta. Lo que sigue es un fragmento de lo que escribí, a modo de discurso:

 «Voltarie dijo: “El primero que comparó a la mujer con una flor, fue un poeta. El resto, unos idiotas que no supieron verlo”. Si esto es cierto, no obviaré que Minsky fue el primero en acuñar la expresión máquina de carne, un bello oxímoron para definir el cerebro humano, lo que me lleva a concluir que, además de un destacado científico, este neoyorkino es, ante todo, un verdadero poeta. Y menos mal que, en esta ocasión, el resto de idiotas hemos sido capaces de verlo.»

Parece ser que mi post gustó y el pasado día 17 fui invitado a la ceremonia de entrega, donde pude por fin conocerle. O casi conocerle, pues Minsky, durante toda la ceremonia y el cóctel posterior, estuvo tan solicitado que apenas si pude mostrarle mi respeto y felicitarle por su premio. Afortunadamente para mí, un fotógrafo que asistía al evento plasmó el poético encuentro para la posteridad.

 MARVIN MINSKY

No sé ustedes, pero intuyo que me he convertido en el primer groupie científico de la historia, al menos en España. Hay quienes gustan de fotografiarse junto a sus ídolos musicales (The Rolling Stones o Miley Cyrus). O con sus deportistas favoritos (Nadal o Cristiano Ronaldo). Por mi parte, prefiero fotografiarme con otro tipo de ídolos. Véase, en este caso, un científico… No sé. La próxima vez que me encuentre con él, puede que me arme de valor y le pida que escriba un prólogo para mi próximo libro de poesía cuántica.


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