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El francotirador, de Clint Eastwood

Por José Luis Muñoz , 28 febrero, 2015

El_francotirador-943269662-largeEncomiable ambigüedad aparente la del veterano Clint Eastwood a la hora de llevar a la pantalla el libro que sobre sí mismo escribió Chris Kyle, el francotirador más letal del ejército de EE.UU desde el sargento York, porque El francotirador tanto puede gustar a un patriota del Tea Party como a un votante de Barack Obama, al que el conservador director atacó sin tapujos en la última convención republicana. Aparente ambigüedad, resalto, si obviamos que el punto de vista del relato cinematográfico es siempre el del propio Chris Kyle.

En la película de Clint Eastwood encuentra el espectador el decálogo más tradicional del patriota americano: Dios, Patria y Familia, más amor por las armas de fuego, un cuarto pilar imprescindible. El ambiente familiar en el que se forma el protagonista, con un padre riguroso,  que interpreta la Biblia a su manera, es el cliché típico del americano tipo criado en el medio Oeste. El cowboy Chris Kyle, acostumbrado a matar ciervos desde niño y a montar caballos en rodeos, parece predestinado a convertirse en un francotirador letal de los SEAL cuando tenga ese abceso de patriotismo tras los atentados de Al Qaeda en África y del 11S neoyorquino. Anclado en el sistema binario que rige entre buena parte de la población de EE.UU., los buenos y los malos, él apretará el gatillo con una puntería endiablada para salvar a los suyos y que muerdan el polvo los otros, sean niños o madres. Ni por lo más remoto entra en su cuadriculada cabeza que los que tiene enfrente sean patriotas que desean liberar su territorio de unos invasores que destrozan su país, quizá para siempre, ni se plantea que está allí, en una tierra extraña cuya lengua y religión no entiende, por una infame mentira de su clase política y él es un simple peón al servicio de unos negocios turbios e inconfesables. Y Taya (Sienna Miller), la abnegada esposa del soldado Kyle, lo reclama para tenerlo a su lado, para que cumpla el precepto familiar, no porque cuestione en ningún momento lo que está haciendo su marido en Irak. El enemigo, además, es bárbaro y cruel en grado extremo, que seguramente lo era a la vista de lo que ha nacido después allí, y los únicos que se salvan de ese calificativo, a medias, son los colaboradores que mueren como traidores. Para entendernos, la película de Clint Eastwood está mucho más cerca de En tierra hostil o de La noche más oscura, de Kathryn Bigelow, que de En el valle de Elha, de Paul Haggis, su guionista de Millian Dolar Baby.

Como película bélica y de acción, las hay mejores—Black Hawk derribado, por ejemplo, de Ridley Scott—, pero hay que reconocer que El francotirador es bastante más animada que el soporífero díptico sobre la Segunda Guerra Mundial—Banderas de nuestros padres y Cartas desde Iwo Jimma— con el que el director de la magistral Mystic River nos obsequió hace algunos años, lo que no impide que El francotirador sea muy reiterativa—una y otra vez las incursiones con los Hummers y el francotirador haciendo blanco desde las terrazas; una y otra vez sus idas y venidas de un Irak, recreado con verismo en Marruecos, con muy pocas variaciones en cada uno de esos despliegues—. Como película sobre enfrentamientos entre francotiradores—Chris Kyle se enfrenta a su némesis Mustafá, un sirio tirador olímpico que combate en las filas de la insurgencia iraquí y pretende hacerle sombra con su puntería—la película de Jean Jacques Annaud Enemigo a las puertas resultaba mucho más emocionante. Como película sobre el shock postraumático que aqueja a los combatientes de los conflictos cuando se reintegran a la vida civil, el film de Clint Eastwood pasa de puntillas con unas secuencias perfectamente olvidables en las que Chris Kyle aparece como adiestrador de tiro al blanco de soldados tullidos de un hospital militar, una terapia harto discutible. Y un tullido mental, precisamente, fue el que le hizo probar su propia medicina a Chris Kyle, aplicándole el precepto evangélico de quien a hierro hiere, a hierro muere,  y ha sido condenado a cadena perpetua cuando el film de Clint Eastwood llegaba a las pantallas.

Se lleva el espectador, eso sí, una excelente imagen de Chris Kyle, hombre familiar, bien humorado, entrañable y patriota, que hace bien su trabajo, educa a su prole en el amor a las armas, juega en casa con un revólver y sólo mata niños y mujeres en caso de necesidad extrema, y, por extensión, de esa fuerza de choque tan eficaz como los SEAL que pasarán a la historia por haber liquidado al Osama Bin Laden. La divinización de la milicia en EE.UU puede chocar con el punto de vista europeo, mucho menos entusiasta con sus guerreros. Le queda la duda al espectador si Chris Kyle era tan absolutamente plano como se le pinta en la película y no tuvo nunca conflictos morales con su trabajo—a lo más que llega es a alzar las cejas, sorprendido, cuando su hermano, marine, abandona Irak diciendo que Todo esto es una mierda—, aunque seguramente de un tipo que tuvo un bautismo de fuego como el suyo—encomiable que Clint Eastwood, en un intento de edulcorar la imagen de su protagonista, no obvie ese episodio terrible—y siguió apretando el gatillo no se podían esperar grandes conflictos internos.

El epílogo, con las imágenes reales del funeral de Chris Kyle y un tremolar de las banderas de las barras y estrellas cuando el coche funerario, escoltado por un ejército de motoristas, se dirige al cementerio de Arlington, mientras aparecen los títulos de crédito, es el sello patriótico que pone Clint Eastwood al biopic sobre este particular héroe americano cuya vida y muerte puede traerles a muchos al pairo. Porque ahí radica el principal hándicap de esta película, a pesar de la buena interpretación que del personaje hace Bradley Cooper, que lo que le pase o le deje de pasar al protagonista y a sus colegas deja al espectador bastante indiferente, casi tan indiferente como le dejaron a Chris Kyle los 250 iraquíes de toda edad y condición sobre los que la Leyenda, sobrenombre con que los suyos le bautizaron, hizo tiro al blanco.

El francotirador es una de las películas menos personales de Clint Eastwood, un proyecto que fue de las manos de David O. Russell a las de Steven Spielberg y finalmente recaló en las del veterano actor y director que parece haberla dirigido sin mucho entusiasmo. El que sí mostró entusiasmo por el proyecto fue Bradley Cooper, protagonista y productor. El siempre polémico Michel Moore la calificó cómo la glorificación de un cobarde, porque eso es en definitiva un francotirador, un cobarde que mata a traición desde su puesto de caza sin arriesgar mucho su pellejo. Eso sí, Chris Kyle fue un trabajador muy aplicado.

Título original: American Sniper
País: EE.UU.
Año de producción: 2014
Género: drama bélico
Duración: 132 minutos
Director: Clint Eastwood
Estreno en España: 20/02/2015

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