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El espín de Ana

Por David Acebes , 24 abril, 2014

   En poesía, el spleen (esplín, en castellano) representa el estado de melancolía, sin causa definida, de una persona. Estos estados de angustia vital suelen padecerlos los poetas, por lo que se coló en el imaginario colectivo la idea romántica del poeta mohíno y taciturno. En cierta ocasión, lo expliqué en una redondilla satírica:

   «Pregunto con retintín:

¿Qué te sucede, poeta?

¿Acaso estás majareta

o tal vez te sobra spleen?».

    Sin embargo, nada más lejos de mi imagen actual esta pose de poeta trasnochado, con atuendo estrafalario y risibles ademanes. Yo, casado y padre. Funcionario, y sin el más mínimo glamour. ¿Qué he de hacer, por tanto, para vivir como un poeta al uso? ¿Dejarme barba y el pelo largo? ¿Buscarme un sombrero y una pipa de fumar? ¿Vestir andrajoso como Bukowski o Panero? ¿O es que debo, para ser considerado un poeta verdadero, vestirme como Lord Byron según vemos en el célebre cuadro de Thomas Phillips? Está claro que no…

 

Lord Byron, por Thomas Phillips, 1813

Lord Byron, por Thomas Phillips, 1813

   He pensado –como poeta cuántico que soy- que debo hablar (no de esplín), sino de espín. Me explico. El espín (del inglés spin, giro) es una propiedad característica de las partículas subatómicas (ya saben, protones, neutrones y demás), por la cual toda partícula elemental tiene un momento angular intrínseco de valor fijo. Según Goudsmit y Uhlenbeck, los físicos que descubrieron esta propiedad, “la intuición de que el espín corresponde al momento angular debido a la rotación de la partícula en torno a su propio eje sólo debe tenerse como una imagen mental útil (léase, metáfora), puesto que, tal como se deduce de la teoría cuántica relativista, el espín no tiene una representación en términos de coordenadas espaciales, de modo que no se puede referir ningún tipo de movimiento. Eso implica que cualquier observador al hacer una medida del momento angular detectará inevitablemente que la partícula posee un momento angular intrínseco total, difiriendo observadores diferentes sólo sobre la dirección del dicho momento, y no sobre su valor”.

     Parece un galimatías, pero no lo es. Para entendernos, me remito al ejemplo de las cartas de póker que usa Stephen Hawking para explicar esta propiedad a sus alumnos.

 

Reina de corazones

Reina de corazones

 

   Observemos a la reina de corazones (escojo este naipe por ser, desde mi punto de vista, el más poético de todos). Si cogemos la carta y la giramos 180º, ¿qué ocurre? Que la carta se ve exactamente igual. Eso es el espín.

 

Reina de corazones 180º

Reina de corazones 180º

 

   Si solamente la hubiéramos girado 90º, sabríamos que está movida, pues no estaría igual. Sin embargo, con la reina de corazones, tenemos tres posiciones que son idénticas. La posición inicial. Girada 180º. Y girada 360º. Es evidente que esto no ocurre con todos los naipes. Lo mismo pasa con el 8 de tréboles… Pero no con el 7 de este mismo palo, pues si giro 180º no queda exactamente en la misma posición, pues el trébol de arriba -en la posición de 180º- quedaría abajo. Por lo tanto, tenemos que concluir que la reina de corazones o el 8 de tréboles tienen más espín que el 7 de tréboles…

 

Siete de tréboles

Siete de tréboles

 

Siete de Tréboles 180º

Siete de Tréboles 180º

 

   Y pensé: -¿pueden las palabras (o, tal vez, los versos) tener espín? Y la respuesta, como no podía ser de otra manera, es afirmativa, pues de inmediato pensé en los palíndromos…

    ¿Qué es un palíndromo? Según la RAE, el término palíndromo proviene del griego (volver hacia atrás) y hace referencia a una palabra, a un número o a una frase que se lee igual hacia delante y hacia atrás. Ejemplo: una frase que utiliza James Joyce en el Ulises: «Madam, I’m Adam». Si partimos desde la I, observaremos que se repiten las mismas letras en ambas direcciones. Es decir, tiene un espín similar al que tiene la reina de corazones. Claro que, si indagamos un poco más, es fácil encontrar más ejemplos y un palíndromo más perfecto y, por lo tanto, con mayor espín. A mí me gusta, especialmente, este palíndromo de autor desconocido «La ruta nos aportó otro paso natural». En esta ocasión, no hay letra de origen, por lo que no tenemos que partir desde el centro de la oración. Si empiezo por la izquierda, leo «La ruta nos aportó otro paso natural». Si empiezo por la derecha, también.

   Podríamos pensar que esto de lo que hablo es algo original, novedoso, postmoderno, pero no lo es. Me remito, por ello, al denominado «cuadrado Sator», encontrado –entre otros lugares- en las ruinas de Pompeya, y que esconde en latín el siguiente palíndromo «Sator Arepo tenet opera rotas» (El sembrador Arepo guía con destreza las ruedas). Este palíndromo tiene además la particularidad de que puede escribirse como un cuadrado y se puede leer tanto horizontal como verticalmente:

Cuadrado Sator

Cuadrado Sator

 

De hecho, voy más allá. Hay quienes dicen que las letras de este cuadrado (de este crucigrama misterioso) pueden reordenarse para que se lea la expresión pater noster dos veces y sobrarían tan solo las letras A y O, esto es, alfa y omega, el principio y el fin. Vendría a ser, más o menos, así:

   P

    A

A T O

   E

   R

PATERNOSTER

O

S

O T A

E

R

   ¿Palíndromo encubierto o paranoia cristiana? No lo sé. Me hace gracia pensar que el palíndromo tiene un origen, una causa de ser, casi divina.

   Por mi parte, por el mero hecho de crear, pensé en componer un palíndromo que a su vez tuviera un espín perfecto, pues –si lo conseguía- podría concluir ante el mundo entero que un verso o una palabra creada por mí tiene una naturaleza casi divina. Estuve meditándolo mucho tiempo. Y he de reconocer que varias veces estuve a punto de abandonar mi proyecto, pues todos los palíndromos que era capaz de construir (con mis limitadas dotes de poeta), o no aportaban nada, o ya habían sido descubiertos por otros. Hasta que, por arte de magia, lo vi claro. Y pensé en ella. En mi mujer. En mi Reina de corazones. Y todo se cubrió de luminoso sentido. ¡Qué cerca estaba y yo no lo veía! Bendita navaja de Ockam: ANA. Ana es un palíndromo perfecto, y tiene, a su vez, un espín perfecto. Compruébese:

A

A N A

A

   Si giro su nombre 180º, mantiene la misma posición, pero si giro 90º también. Da igual que empiece a leer de arriba abajo, de abajo a arriba, de izquierda a derecha o viceversa. Ana se mantiene igual, impertérrita. No en vano ella es la firmeza misma. Pues, ¿qué significa en mi vida? Ana es mi mujer, la madre de mi hija, el sustento psicológico, mi pilar, el armazón material que dirige mi vida, la que plancha mis camisas, la que me corta el pelo, la que cuida de mi imagen.. Y por ella es por lo que no tengo spleen ni melancolía. Por ella, no voy hecho unos zorros ni tengo una imagen de poeta bohemio. Mi imagen es, simplemente, la que refleja su espejo. Marido y padre, por un lado. Poeta cuántico, por otro.


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