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El enemigo interior

Por Juliano Oscar Ortiz , 23 octubre, 2014

Cuando los números tienden a mofarse de los gobiernos, de sus desaciertos tanto políticos como sociales y por supuesto económicos, surge en éstos un afán indisimulado por buscar enemigos en cada rincón del universo. Así pasan por diversos escenarios para ametrallar con singular agresividad a cuánto sector que no sea aliado o no comulgue con su accionar.

La verdad es totalmente interior. No hay que buscarla fuera de nosotros ni querer realizarla luchando con violencia con enemigos exteriores.

(Mahatma Gandhi)

Los enemigos sirven bajo estas condiciones para mostrar:

Unión (nosotros peleamos contra ellos así que unámonos)

Poder (somos el gobierno así que cuidadito)

Personalidad (acá estamos nada nos doblegará),

Patriotismo (el que no está con nosotros es un buitre)

Miedo (si vienen otros el pueblo pierde todo los planes asistenciales)

El miedo es utilizado generalmente cuando los modelos políticos observan que pierden su poder poco a poco y se agiganta el desencanto de los sectores que un tiempo atrás lo cimentaban. El miedo ayuda a generar justamente más miedo. Los discursos de los funcionarios (abiertamente o de forma sesgada) usan frases tales como: Ojo que van a perder los subsidios, las asignaciones, las dádivas, los beneficios, etc. El poder corrupto siempre ha sentado sus pilares en el miedo para que nadie osara inmiscuirse en sus secretos, y desde ese lugar, construir un ámbito para tratar de retener lo máximo posible las cuotas de poder que invariablemente ven perder.

Desgraciadamente, en Latinoamérica, varios países con gobiernos populistas viven esta práctica en menor o mayor medida. Usan el poder del miedo para crear enemigos endógenos y exógenos, reales o ficticios, grandes o pequeños, y en ese maremágnum de enemigos poderosos el gobierno se erige como un adalid de la justicia y de la patria. Demasiado miedo tienen los argentinos por la inseguridad, la inflación, el desempleo y la falta de oportunidades. Demasiado temor por un país que hasta hace unos pocos años crecía y se manejaba dentro de una tolerancia y un respeto por el otro bastante genuina. La grieta de la que tanto se habló en los medios de comunicación, hoy se ensancha a merced de la ausencia de un estado que solucione los problemas de la gente. Un estado que adolece de gestión, de líderes. Un estado inactivo que solo da sensación de movimiento cuando las cosas ya sucedieron y las soluciones terminan siendo parches sin futuro.

El historiador latino Tito Livio dijo, «el miedo siempre está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son», por lo que es fácil advertir cómo la sociedad se paraliza, agravando el temor y la desconfianza en cada actividad que realiza. En verdad, en este teatro político de falsedades y chicanas políticas, el miedo está en el lado gubernamental más que en cualquier otro lado, en su permanente búsqueda de enemigos, que pueden ser, los medios de comunicación, la oposición, los agroexportadores, EEUU, las empresas extranjeras, los actores que piensan diferente, los sindicatos, y así van sucediéndose enemigos con diferente rostro pero con un solo objetivo; desviar la atención de lo realmente importante, las necesidades de la gente, tan simple como eso.

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