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El día que Orson Welles acojonó a todo un país

Por Víctor F Correas , 30 octubre, 2014

Lo mira. Ese micrófono. Pequeño e insignificante, pero muy válido para su propósito.

¿Y si…? Lo viene pensando en los últimos días. El programa semanal va bien, tiene un relativo éxito y los gerifaltes de la emisora —la poderosa CBS— están contentos. ¿Y sí…? Sí, hoy es el día. Vísperas de Halloween. ¡Qué mejor manera de celebrarlo! Si bien es cierto que el horno no está para bollos y que el aspecto que visiona de Nueva York desde el ventanal de la emisora —una ciudad gris, insulsa, que se despereza de ese maldito sueño que fue la Gran Depresión, aún muy presente—, es algo desesperante, ¿por qué no insuflar algo de vidilla a una sociedad apagada?

La guerra de los mundos Orson WellesDa los últimos retoques al guión, una adaptación de ‘La guerra de los mundos’ de H.G. Wells. Fantástica, por cierto. La ha leído una y otra vez y espera encandilar con ella a los radioyentes que esa tarde, sin saberlo, se disponen a ser cobayas de un experimento sin precedentes. ¿Y si dramatizamos la narración como si se tratara de una invasión real por parte de los extraterrestres? Orson Welles presentó el guión de esa semana a los directivos de la CBS un par de días atrás. Puede ser un programa divertido, interesante. ¿Por qué no probar? Como si fuera un informativo, radio pura y dura en directo, recreando minuto a minuto cómo sería esa invasión, la reacción de la gente al ver las naves lanzándose en picado sobre Nueva York y otras ciudades de Estados Unidos. Algún directivo de la CBS receló; otros, no. Confiaban tanto en Welles que no dudaban de que sería un éxito. Lo que nunca previeron es que el programa pasaría a la historia de la radio. ¿Orson Welles? Sabía lo que hacía.

El reloj marca las ocho de la tarde. Se respira una extraña quietud en el Estudio Uno de la CBS. Los componentes de la compañía teatral Mercury, de la que es director, esperan su señal. Welles observa las manecillas del reloj. Repasa las primeras líneas del guión. Una adaptación de la obra de H.G. Wells, recálcalo bien. Toma aire, respira hondo y sonríe. Un programa más. El PROGRAMA. La luz roja le indica que está en el aire. Suena la música, una orquesta se marca unos compases suaves que le invitan a mover los pies. Seguro que más de un oyente está haciendo lo mismo que él. La música. ¡Ah, la música! Un recio ademán la detiene. Silencio. Su voz es ahora la que llena las ondas. Una voz grave y perfectamente modulada:

—Señoras y señores, interrumpimos nuestro programa de baile para comunicarles una noticia de último minuto procedente de la Agencia Intercontinental Radio —Hace una pausa calculada. La noticia, la supuesta noticia, lo merece—. El profesor Farrel, del Observatorio De Mount Jennings de Chicago, reporta que se han observado en el planeta Marte algunas explosiones que se dirigen a la Tierra con enorme rapidez. Continuaremos informando…

Un corte. Vuelve la música, en esta ocasión desde el Hotel Meridian Plaza, que debería ser la protagonista del programa. Pero la noticia empieza a cobrar veracidad. No es una broma. Surgen nuevas informaciones. Orson Welles controla los tiempos. Sabe cuándo intervenir. Quiere que el programa sea perfecto, muy real. La música cesa de nuevo. La invasión es real. Más noticias llegan a la CBS, y no son nada tranquilizadoras:

—Damas y caballeros, tengo que anunciarles una grave noticia. Por increíble que parezca, tanto las observaciones científicas como la más palpable realidad nos obligan a creer que los extraños seres que han aterrizado esta noche en una zona rural de Jersey son la vanguardia de un ejército invasor procedente del planeta Marte….

Crece la alarma. Las interrupciones son constantes. Los minutos de orquesta son contados. Más noticias, nuevas conexiones. Crece la alarma. Desde el estado de Nueva Jersey, un tal Carl Philips entra nervioso en antena:

—Señoras y señores, esto es lo más terrorífico que nunca he presenciado… ¡Espera un minuto! Alguien está avanzando desde el fondo del hoyo—Su voz es temblorosa. El momento es de pánico absoluto— Alguien… o algo. Puedo ver escudriñando desde ese hoyo negro dos discos luminosos… ¿Son ojos? Puede que sean una cara. Puede que sea…

Millones de personas se echan a la calle. Gritos de horror, gente que va de un lado para otro. Una invasión extraterrestre. Naves lanzando chorros de rayos desintegradores. El fin de la humanidad conocida. Están por todas partes. Los teléfonos de emergencia arden. En Illinois, en Wisconsin, en California… han venido para exterminar a la humanidad. Welles mantiene la serenidad como puede. Los extraterrestres también han llegado a la emisora. Están ahí. No sólo disparan rayos; también emanan gases venenosos. Welles se ahoga en antena, el oxígeno disminuye. Se siente morir. La voz se apaga. ¿Quién seguirá contando a Estados Unidos el relato de la invasión?

Se estima que doce millones de personas escucharon la transmisión y otras tantas cayeron presa del pánico. Se colapsaron carreteras, estaciones y comisarías de policía. Lo mejor de Orson Welles, sin embargo, estaba por llegar.

Hoy se cumplen 75 años de la emisión en directo de ‘La Guerra de los mundos’ de H.G. Wells recreada por Orson Welles.

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