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El cazador cazado

Por José Luis Muñoz , 9 junio, 2014

Juan carlosLa extraña abdicación del rey de España parece haber abierto la temporada de caza. Quizá el personaje se merezca ese pim pam pum al que se le está sometiendo. Un tipo capaz de matar a un animal tan bello como un elefante por capricho no merece mis respetos. Curiosa esa hermandad que se dedica a la caza mayor en África, con Blesa, el de los pantalones fucsia, entre sus miembros.

El, dentro de unos días, ciudadano Juan Carlos se granjeó durante muchos años las simpatías de sus súbditos. Era campechano y chistoso, decían. En sus condiciones cualquiera lo sería. Nos facilitó el tránsito democrático desde la dictadura, que no supimos derribar, o no quisimos, hasta la monarquía constitucional. Nos salvó, o eso dicen, porque ya muchos lo ponen en cuestión, de ese extraño golpe de estado del 23 F que más parecía un autogolpe o un golpe trampa.

Es del dominio público sus frívolas andanzas con toda clase de mujeres, sobre todo actrices, y alguna de ellas lo puso en un brete por unas cintas grabadas. Un semanario rosa alemán enumera las mujeres del rey, y la lista es larga; otro, dando rienda suelta a su fantasía, lo equipara a George Simenon cuya vida amorosa sexual fue tan intensa que nadie se explica que pudiera escribir tal cantidad de novelas. Por algunos medios circulan tenebrosas tramas criminales propias de la novela negra en las que le implican de alguna u otra forma. Hasta una conocida marca de coches lo utilizó como reclamo mostrando los bajos de sus pantalones y relucientes zapatos entrando en una alcoba recóndita, tras haber burlado a los escoltas, con la leyenda de que ese coche Te llevará allá donde nadie te encuentre. En ese aspecto Juan Carlos seguía la tradición familiar de su abuelo y su padre.

A pesar del desprestigio de la institución, a la que el en unos días ciudadano Juan Carlos ha colaborado activamente desde hace muchos años, según encuestas recientemente publicadas tras la noticia de esa abdicación sorpresiva, tres cuartas partes de la sociedad española está por continuar manteniendo la monarquía constitucional frente a una cuarta parte que aboga por la república. Así es que me temo que, pese a pedirlo, porque hay que hacerlo, el referéndum sobre nuestra forma de estado no se va a producir o, de producirse, lo perderemos los que abogamos claramente por la Tercera República.

Desde el diario El Mundo se insinuaba, en un artículo censurado por la actual dirección del rotativo, más domesticada desde que a Pedrojota le cortaron la cabeza, que la abdicación ha tenido, además, una motivación sentimental y que Juan Carlos de Borbón hará discretamente las maletas, cuando nadie le mire, con la intención de compartir el resto de su vida con una de las mujeres que se la ha alegrado últimamente. Quizá la abdicación del cazador de animales salvajes, y de bípedos del sexo opuesto, sea debida a una rabieta infantil de crío al que se le ha quitado el último juguete; recordemos esa frase, para la historia, de escolar cogido en falta, tras el incidente de Botswana: Ya no lo haré más que compite en popularidad con el ¿Por qué no te callas?

Falta por saber si ese juguete querrá que siga jugando con él quien ya no es rey sino ciudadano.

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