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Después del domingo

Por Carlos Almira , 3 julio, 2015

Creo que a estas alturas puede aventurarse que el resultado del referéndum griego va a ser el sí. Es posible incluso que el sí obtenga una amplia mayoría sobre el no. La misma población que votó en enero contra la austeridad, ahora va a aceptar las imposiciones de Bruselas y del FMI. A mi juicio, esto es un error. Pero es muy fácil y muy cómodo juzgar desde la distancia, con las necesidades básicas (y menos básicas) cubiertas, y en una situación de relativa normalidad. Aunque en mi opinión, a medio y largo plazo este resultado va a perjudicar no sólo a los griegos sino a todos los europeos (salvo una ínfima minoría), me parece humanamente comprensible. Si una mañana nos cerraran los Bancos y corriera la voz de que ya nada va a volver a ser normal para nosotros en mucho tiempo, salvo que se acepten ciertas condiciones, por odiosas que sean, y si en esa situación nuestro gobierno nos preguntara en un referéndum qué hacer, es fácil, creo, adivinar cuál sería la respuesta de la inmensa mayoría.
Es más: me parece que la apuesta de la oligarquía política y financiera por alentar el referéndum, siendo nefasta para la mayoría, ha sido muy inteligente y fructuosa para ellos. Pues hay un ellos y un nosotros. No sólo se van a desembarazar de un plumazo de Siriza y de Podemos en España, sino que van a ganar, de momento, una importante batalla ideológica. No necesitaban tanques ni golpes de Estado: el dinero y la propaganda han sido suficientes.
Con todo, creo que quienes estamos por otro orden de cosas también podremos sacar alguna enseñanza, y por lo tanto alguna ventaja para el futuro, de la “batalla griega”: la primera, que el campo de lucha fundamental es la ideología; la segunda, que es una pugna por un nuevo orden mundial que no se va a resolver en una generación; exigirá paciencia, constancia, y sobre todo firmeza y un cierto grado de lucidez; por último, y me es triste decirlo, creo que se trata de un conflicto a largo plazo, entre el liberalismo por un lado y la democracia por el otro, que no admite ya ninguna solución de compromiso entre estas dos opciones.
Seguramente, tras el triunfo del sí el domingo y la caída de Siriza y la desactivación de las expectativas electorales de Podemos, los ganadores de la “batalla Griega”, el poder y el dinero, se replantearán su estrategia a medio plazo: aceptarán una quita sobre la deuda de Grecia, y mostrarán su rostro más “humano”. Porque la siguiente batalla es mucho más importante y decisiva: la imposición del Tratado de libre Comercio Europa/EE.UU. En este caso, se tratará de hacer frente a una posible movilización de la opinión pública europea (si es que existe tal cosa).
Sea como sea, hay que empezar a asimilar ya, en mi opinión, lenta pero claramente, algunas verdades de Perogrullo que, si alcanzan a socializarse a largo plazo, aunque sea lenta y dificultosamente, pueden empezar a cambiar la relación de fuerzas: por ejemplo, que las grandes empresas, los llamados mercados, los inversores, no son los que crean la riqueza ni los que promueven el progreso, sino la gente sencilla (y no tan sencilla), con su esfuerzo y con su trabajo.
Habrá que empezar a pensar un orden de cosas distinto, no ya sólo posible, sino necesario; pensar y difundir sin complejos (pobre Holande, pobre Pedro Sánchez, pobre Mateo Renzi, que acobardados se deben sentir cuando un economista les explica las reglas del juego y lo que deben hacer y no hacer). ¡Basta de complejos! Ya no hay que justificarse como un escolar. Puesto que la razón y la Historia (es posible, quién sabe), puede que empiecen a estar de nuestra parte.
El liberalismo es ya una ideología destructiva, que está teniendo consecuencias devastadoras para la humanidad y para el planeta. Sobre esto habrá mucho que decir. Incluso habrá también que salvar y aprovechar aquellas aportaciones positivas del liberalismo político. Pero, me es triste decirlo, ningún compromiso es ya posible entre liberales y demócratas.images
Los Juncker, las Cristinne Lagarde, y otros como ellos, gentes con encanto, muy preparados, inteligentes, etcétera, seguirán dominando el escenario durante mucho tiempo. Pero se les ha acabado el período histórico en que producían la única cosmovisión razonable, aceptable, posible, para el común de los mortales. De hecho creo que en este terreno, la batalla la tienen ya perdida. Y me alegro por ello.
Por otra parte, hay algo contra lo que los poderosos no pueden nada: las situaciones que ellos mismos contribuyen a crear; la realidad de la Historia. En su caso, la miseria que extienden a su paso.
Comprendo a los griegos que este domingo van a votar que sí y quiero mandarles un mensaje de apoyo, de esperanza, para el lunes, contra los que van a celebrar su decisión; a ellos y a todos nosotros que vamos a perder este domingo. Lo importante empieza el lunes.


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