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Desmontando a Pedro Sánchez

Por Carlos Almira , 25 octubre, 2014

En una entrevista reciente concedida al periódico El Mundo, el nuevo secretario general del PSOE desgranaba algunas de sus convicciones y proyectos ideológicos y políticos. El presente artículo pretende analizarlas sucintamente a partir de una de las respuestas dadas por Pedro Sánchez, tanto desde el punto de vista de la argumentación (Lógica informal) como del análisis de contenido. La importancia de este tipo de análisis, si es mínimamente riguroso, estriba en sacar a la superficie las ideas, valores, intenciones e incluso proyectos de actuación del sujeto del discurso que pueden serle incluso total o parcialmente desconocidos a él mismo. El lector puede entender fácilmente el interés de un conocimiento tal, relativo a una persona que aspira a dirigir el Gobierno de España.
Para que este análisis sea mínimamente riguroso, dentro de los límites de un artículo periodístico, deberá asumir metodológicamente: primero, la buena intención y el afán de veracidad del autor del discurso (evitando cualquier caricaturización o descalificación a priori del mismo, según un principio de caridad interpretativa); y segundo, la posibilidad de traducir lo expresado en una entrevista a un nivel de argumentación, y por lo tanto de exigirle la satisfacción de los tres criterios básicos de toda buena argumentación, a saber: la claridad, la relevancia y la suficiencia de lo expresado.PEDRO SÁNCHEZ
En la respuesta en cuestión, Pedro Sánchez se expresa en estos términos:
Soy socialista por los cuatro costados. Defiendo la intervención del Estado en la Economía. Una intervención que proteja al ciudadano, combata el corporativismo, fomente la competencia para reducir los precios, por ejemplo, de la luz que hoy provocan pobreza energética. El principal desafío de España es afrontar una transición económica. Hasta hace seis años, el ladrillo fue el motor de crecimiento; el presente y el futuro debe ser la industria, la internacionalización de las empresas y la ventana de oportunidad que representa la lucha contra el cambio climático. Pero ojo, el Estado también debe modernizarse y acabar con tanta burocracia. Creo que el Estado del Bienestar es la tabla de cohesión social de una clase media duramente castigada por las políticas de derecha. Soy un socialista que defiendo, por encima de todo, la igualdad de oportunidades que da contar con una educación pública de calidad y que reniega de todo aquello que cercena la libertad de las mujeres a decidir cuándo ser madres. Creo en la necesidad de transformar España en un Estado laico. Defiendo la unión de España y defenderé a los que de verdad hacen patria todos los días con su esfuerzo y trabajo, la clase media”.
Traducido al nivel de la argumentación, puede re-escribirse así:
Yo defiendo la intervención del Estado en la Economía y por eso puedo definirme en sentido estricto, como socialista.
El objeto de esta intervención es proteger al ciudadano, combatir el corporativismo, y fomentar la competencia.
Fomentar la competencia favorece la reducción de los precios; los precios elevados de la energía provocan la pobreza energética; por lo tanto, fomentar la competencia debe reducir necesariamente la pobreza energética en España.
Hasta hace seis años el ladrillo ha sido el motor de la Economía en España; la crisis de la Economía es aquí, pues, la consecuencia de la crisis del ladrillo (la Construcción); por lo tanto, es necesario fomentar sectores y políticas nuevos, como la industria, la internacionalización de las empresas, o la lucha contra el Cambio Climático, para superar la actual crisis económica en España.
El Estado español hoy está anticuado por un exceso de burocracia; un Estado es tanto mejor cuanto más modernizado está; para modernizar el estado español actual es necesario reducir la burocracia; por lo tanto, es bueno reducir esta burocracia.
La cohesión social de la clase media sólo es posible con el Estado del Bienestar; la cohesión social de la clase media es buena (argumento implícito o entimema); las políticas de derecha son contrarias al estado del Bienestar; por lo tanto, las políticas de derecha son contrarias a la cohesión social de la clase media; es decir, son malas.
Defiendo por encima de todo, la libertad de oportunidades, por lo tanto soy socialista en el sentido estricto; una educación pública de calidad como la que yo defiendo favorece la igualdad de oportunidades (por ejemplo, los derechos de las mujeres); por lo tanto la educación pública que yo defiendo es de calidad.
Defiendo un Estado laico en España; un Estado laico es más moderno que un Estado confesional o un Estado aconfesional (entimema); lo moderno es mejor que lo antiguo; por lo tanto, defiendo también en esto, un Estado mejor que el actual.
Quien construye realmente con su esfuerzo y su trabajo diario un país es la clase media; yo defiendo la unión de España; por lo tanto, yo defiendo el trabajo y el esfuerzo diarios de la clase media española.
A partir de aquí, pueden señalarse sucintamente los siguientes usos falaces de la argumentación:
Recurso al equívoco: por ejemplo, mediante la apropiación semántica de expresiones como “socialista” (que podían reclamar para sí también, Lenin, Mao, Fidel Castro, el Che, Salvador Allende, etcétera). Más correcto y riguroso sería para Pedro Sánchez el marchamo de social-demócrata. ¿Se trata aquí de un guiño a votantes potenciales de Izquierda Unida y Podemos?
Recurso a la hipóstasis: por ejemplo, otorgándole un referente concreto y objetivo, a expresiones genéricas, como “La Economía” (en vez de “los intereses y necesidades de las empresas privadas”), o “la clase media” (en vez de “los profesionales liberales”, los “trabajadores cualificados”, “los rentistas”, etcétera). ¿Un guiño al electorado de centro?
Recurso a la simplificación: por ejemplo, al atribuir al elevado precio de la energía (y no al paro, la reducción de salarios, la precariedad laboral, etcétera) la pobreza energética en España. En vez de reconocer un conflicto de intereses entre trabajadores (salarios) y empresas privadas (costes y beneficios), atribuye las dificultades de los primeros a una ineficacia en la competitividad de las segundas (que pueden reclamar para ser más competitivas, por ejemplo, una desregulación completa del mercado de trabajo). ¿Un guiño al electorado más moderado de la derecha?
Recurso a la falacia por antigüedad/novedad: por ejemplo, al dar por sentado a priori que lo moderno es siempre mejor que lo antiguo (según esto, el Estado Alemán bajo el régimen nazi, más moderno administrativamente que la organización de las tribus del Amazonas, era mejor por definición, que éstas).
El recurso falaz a la connotación, oportunista: por ejemplo, al hablar de eliminación de burocracia en vez de reducción de funcionarios o de despido de empleados públicos. ¿Otro guiño al electorado de derechas?
Recurso al miedo: si la clase media no quiere ser arrollada por la política de la derecha, debe votar al “socialista” Pedro Sánchez.
Confusión sistemática entre condición necesaria y condición suficiente: por ejemplo, la crisis del ladrillo ha sido, acaso, una condición necesaria, pero no la condición suficiente de la actual crisis económica en España (que es un episodio de una crisis global de un determinado modelo de capitalismo financiero); o la competitividad interna e internacional de las empresas redunda necesariamente en una disminución de los precios y, por lo tanto, en un beneficio para los “trabajadores” (obviando que una parte esencial de esta competitividad consiste en una reducción de costes, es decir, de los salarios y las condiciones de contratación de esos mismos trabajadores). De nuevo, un guiño al electorado de derechas, acaso atemorizado ante fenómenos como el ascenso de Podemos.
Recurso a la apropiación semántica emotiva de expresiones como “España”, identificada falazmente con una determinada estructura territorial-administrativa del Estado, en pro de recolectar los votos de un amplio espectro de ciudadanos que no desean la ruptura del país, que identifica ambiguamente con la expresión “clase media”.
Conclusión: Del análisis, inevitablemente somero, de este texto, se puede deducir: 1º su ambigüedad; 2º su oportunismo (electoralismo); 3º la ausencia de un compromiso definido de su autor con una política concreta, que permita a su electorado pedirle cuentas después, en el caso de alcanzar el poder.
Si Pedro Sánchez llega a Presidente del Gobierno, según esto, realizará una política fundamentalmente pragmática; se adaptará a la realidad que encuentre (fundamentalmente será condescendiente y favorable a los poderes económicos, mediáticos, institucionales ya establecidos); se preocupará sobre todo por guardar las formas, por aparentar más o menos hipócritamente lo que no es: su marchamo “socialista”, en la línea de la social democracia europea (Francois Hollande, el SPD aliado de Merckel, etcétera); utilizará propagandísticamente, para ocultar o justificar su política real conservadora y sumisa al estatus quo, el discurso y la cosmovisión del ecologismo, la igualdad de género, el europeísmo, el progreso de la Ciencia, etcétera, en la línea de todos sus ilustres antecesores: Felipe González, Zapatero…
Tal será la política que apoyará quien le vote.


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