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Derechos Humanos y Medios de Comunicación

Por José Antonio Olmedo López-Amor , 22 enero, 2014

 

Reunión de Ministros de Interior Europeos en Bruselas (20 de Marzo de 2012)

Reunión de Ministros de Interior Europeos en Bruselas (20 de Marzo de 2012)

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Por: José Antonio Olmedo López-Amor

 

«Los derechos humanos son sus derechos. Tómenlos. Defiéndanlos. Promuévanlos. Entiéndanlos e insistan en ellos. Nútranlos y enriquézcanlos. . . Son lo mejor de nosotros. Denles vida.»

Kofi Annan

 

El nacimiento de los Derechos Humanos

 

El principio moral que manifiesta que todos los seres humanos deben gozar de unos derechos generales y esenciales ya se podía encontrar entre los preceptos de algunas de las antiguas civilizaciones, pues de una u otra forma, este concepto vertebraba la base de algunas religiones como por ejemplo el cristianismo, que proclamaba rotundamente “Todos los hombre son iguales ante Dios”.

Así pues, y digamos que esbozado desde la antigüedad en escrituras religiosas y desarrollado muy lentamente hasta el presente, el concepto de los Derechos Humanos, tal y como se conoce comúnmente, tiene su origen en la cultura occidental moderna y surge a finales del siglo XVIII, momento crucial de la historia en el que se produjeron, simultáneamente, declaraciones de derechos en dos lugares muy precisos del mundo: el primero, la colonia inglesa de América, que muy pronto se convertiría en los Estados Unidos, y el segundo lugar, en el Reino de Francia, el cual se encontraba en el proceso de transición a República tras la revolución que sufrieron y que acabó con el poder monárquico.

La declaración de independencia adoptada por los Estados Unidos y firmada en Filadelfia el 4 de Julio de 1776, contenía una enumeración bastante cercana a la noción moderna de los Derechos Humanos: igualdad de todos los hombres, separación de poderes, poder al pueblo y sus representantes, libertad de prensa, poder militar subordinado al civil, derecho a la justicia y libertad de culto religioso.

La traducción de dicha declaración a la lengua francesa tuvo cierta influencia en la elaboración de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (París, 1789) y realizada en plena Revolución Francesa, de tal forma que el comienzo de su artículo primero es desde entonces un punto de referencia para el inicio de toda relación relativa a los Derechos Humanos. Los Hombres nacen libres en igualdad de derechos.

La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, además de enunciar una serie de principios fundamentales de orden político, atribuye tanto a los pueblos como a los individuos unos derechos completamente actuales: (artículo 2) el derecho a la resistencia contra la opresión, (artículo 9) la presunción de inocencia, (artículo 10) libertad de opinión y religión, (artículo 11) libertad de expresión, o el derecho a la propiedad (artículo 17) entre otros.

 

El camino hacia los Derechos Humanos

 

Como ya he dicho con anterioridad, el desarrollo del Derecho Humano como reconocimiento legislativo ha sido de forma lenta y paulatina, a partir del siglo XVII es cuando empieza a tipificarse declaraciones explícitas con base a la idea contemporánea del “derecho natural”. Inglaterra añade en 1679 a su constitución la “Habeas Corpus Act” (Ley de Hábeas Corpus) y la “Bill of Rights” (Declaración de Derechos) en 1689.

Pasado un tiempo, ya en el año 1927 el Convenio de Ginebra prohíbe la esclavitud en todas sus formas. Los llamados “Códigos de Malinas” que abarcan la Moral Internacional (1937) engloban ciento setenta y nueve artículos propuestos por la Iglesia Católica y la Unión Internacional de Estudios Sociales en los cuales se trata de preservar tanto la dignidad humana como la paz social en el trabajo, un trabajo que debe ser libre y acomodado para garantizar la sustentabilidad y sociabilidad de la persona sin llegar a convertirse en esclavitud.

Si nos remontamos mucho más en el tiempo, encontraremos vestigios que han contribuido -tanto si quieren los historiadores como si no- a la concepción que tenemos hoy en día del derecho humano, la Carta Magna (1215) o el Cilindro de Ciro (539 a.c) son un buen ejemplo de ello, lo que nos demuestra que para conseguir grandes cambios en los rasgos característicos de la historia de la humanidad hace falta, además de perseverancia y la gran suerte de que esos preceptos se expandan por el mundo, su aprobación por la casta política y su aplicación por tanto a las legislaciones.

 

De los medios de comunicación

 

El origen de los medios de comunicación se remonta al nacimiento de la comunicación oral, el habla, como instrumento de difusión masivo, sirvió para canalizar los pensamientos e incidencias de manera más masiva que su anterior sucesor, las pinturas rupestres. Con el tiempo, el afán de comunicarse e informarse hizo que las técnicas evolucionaran hasta llegar a la escritura, los primeros libros manuscritos sentarían un precedente que fue pulverizado con el invento de la imprenta. La posibilidad de imprimir tantos ejemplares como se deseara terminó con las inconveniencias de los manuscritos, que corrían el riesgo de desaparecer al no existir más que una sola copia. Así que podemos decir que paulatinamente el ser humano pasó del oscurantismo a la sobreinformación, ya que en la actualidad y con los medios de que disponemos, no solo la información llega a cualquier rincón del mundo, a cualquier hora y en cualquier idioma, sino que también de forma inmediata. La Literatura, la Radio, la Televisión, el Cine, la Prensa e Internet, son unos mecanismos que bombardean constantemente nuestras mentes y han llegado a convertirse en el cuarto poder. Supuestamente, el objetivo de los medios de comunicación es comunicar, pero según el tipo de ideales de aquel que lo ejerza, se evidencian grandes influencias en el ser humano como por ejemplo: informar, educar, entretener, formar opinión, divulgar, enlazar o controlar. El impacto subliminal, por ejemplo, de la publicidad, puede fomentar el consumismo general en la sociedad –tal como está comprobado- una concupiscencia provocada por los intereses de quien vende su producto más allá de la ética y la legalidad.

Supuestamente la figura del periodista, neutro en los conflictos bélicos, viajero, en busca de la noticia, nació para beneficio de una sociedad que no conocía lo que ocurría más allá de su entorno. La información traería consigo el conocimiento y por tanto seríamos más conscientes, estaríamos más protegidos, menos indefensos, pero esa cultura de la información, ha sido corrompida por el dinero y el poder, lo mismo que cualquier otro estamento, y ahora cobra más dinero por sus servicios un paparazzi que un corresponsal de guerra. En la actualidad, los medios están inundados de mentiras diseñadas para convertirse en verdad, cortinas de humo, estrategias para atraer la fama y el dinero. Una conversión lamentable la del periodismo en general, que focaliza su interés en función del beneficio. Si los medios quisieran, podrían hacer un bien enorme a nuestra sociedad, en lugar de apelmazarse para radiar un evento deportivo, o de acudir en masa a conciertos de superestrellas multimillonarias, deberían estar en la presentación del primer libro de un escritor novel, realizar, aunque tan sólo sea una reseña, de la función teatral convocada por una pequeña asociación para captar fondos solidarios, ellos pueden ayudar a crecer las ideas, una palabra pueden convertirla en trueno, pero han elegido estar al servicio de otras influencias. Interés general, dicen algunos, no nos interesa otra cosa que la final de un partido de Tenis o la identidad de la nueva pareja de un popular torero, y lo más absurdo es que nos conformamos con ello, otorgamos nuestra audiencia sin convicción fomentando su imperio, algo que contribuye más aún a nuestra imposible mejoría como sociedad.

Sigue habiendo periodismo comprometido, periodistas de raza, pero no en la medida necesaria para beneficiar al ciudadano, ni lo bastante como para redimir al gremio, los medios hace tiempo que dejaron de ser imparciales y su pérdida de credibilidad, al mismo nivel que la que padece la casta política, les está pasando y les pasará factura.

 

Utopía y realidad

 

Los horrores vividos por las guerras mundiales implicaron al mundo entero, pero fue en Europa, considerada la cuna de los derechos humanos y pionera en su protección, donde los estigmas de los conflictos bélicos llevaron a la constitución de las “Naciones Unidas”. Fue en el año 1948 cuando las Naciones Unidas redactaron la Declaración Universal de Derechos Humanos, otorgando así a los Derechos Humanos toda la formulación institucional que necesitaban.

A partir del siglo XIX se toma conciencia de que la libertad por sí sola puede ser causa de injusticia, sólo es posible la libertad si al mismo tiempo se vela por el derecho a la educación, a la sanidad, al trabajo, a un salario digno o a la vivienda, y tanto el pueblo al que en las constituciones se le reconoce como soberano, como los medios de comunicación deben tener la obligación de luchar por ello y en su camino, denunciarlo.

La eficacia de los Derechos Humanos depende del grado de compromiso que adquiera cada uno de nosotros a la hora de asumir este proyecto. Si pretendemos ir más allá de la conciencia individual o de la presión social y exigir el cumplimiento de lo que consideramos innegociable es del todo imprescindible que el derecho moral se convierta en derecho legal, que el valor se convierta en ley.

Hace muy poco tiempo, el Instituto Europeo de Derechos Humanos envió a uno de sus inspectores a España, dicho inspector estuvo una semana estudiando nuestros porcentajes estadísticamente y viajando por la geografía española, después de su estancia en nuestro país elaboró un informe, un informe que vale su peso en oro ya que evidencia el terrible deterioro que está sufriendo la población española, un deterioro acrecentado por la crisis económica mundial y por las austeras medidas de “recorte” de derechos del ciudadano. Aumenta el número de ricos, aumenta la pobreza a todos los niveles, estudiantes en masa deben abandonar sus estudios por la imposibilidad de pago, se criminaliza las manifestaciones, las Fuerzas de Orden Público utilizan la violencia de forma expeditiva, amparadas por el gobierno, y así sucesivamente. ¿Qué les voy a contar yo ahora de nuestra situación? Y lo paradójico es que nadie hace nada, y me pregunto, ¿para qué sirve un Instituto de Derechos Humanos y los informes que redacten sus inspectores si nadie los respeta? Vivimos en una realidad donde “supuestamente” para salir de una situación de crisis no encontramos otra forma que perjudicar al que menos tiene, es decir, en lugar de proteger a los más desvalidos y estimular la economía para conseguir generar empleo, nuestra manera de proteger a los más desvalidos es quitarles derechos, subirles impuestos, y hacerles pagar por cosas que antes disfrutaban gratis, no contentos con eso, para fomentar la contratación, el estado obliga a los pequeños y medianos empresarios a contraer nuevos gastos, como por ejemplo contratar los servicios de agencias de protección de datos, no hay crédito para emprender nuevos proyectos y soportamos impuestos desproporcionados con la renta per cápita y con el salario mínimo, incrementan las cotizaciones de los autónomos, los precios de la electricidad o la gasolina están en máximos históricos, y después por televisión nos piden que seamos optimistas, tiene gracia.

Las declaraciones de derechos no nos conducen por sí solas a la meta pero nos señalan el camino. La mayor parte de la Humanidad no disfruta de estos derechos, las personas continúan muriendo de hambre, existe la tortura, la esclavitud, la venta de personas, la tiranía y la incultura y si a veces no somos conscientes de eso porque los medios de información no hacen su trabajo ya se encarga algún organismo, gubernamental o no,  periódicamente, de dibujarnos el mapa de los horrores.

Los escritores, como ciudadanos desubicados dentro de este panorama, debemos rebelarnos contra la tiranía de las tendencias modernas, la globalización, el totalitarismo de los mercados, la deshumanización, el monopolio de las clases pudientes y la explotación amoral de personas y medio ambiente, debemos gritar nuestros valores desde el enclave marginal en que la misma realidad nos coloca, no podemos sentirnos representados ni protegidos por legislaciones que en muchos casos no se aplican o por medios de comunicación que manipulados o no, focalizan su atención en el morbo o la opulencia, por eso, abogo por un movimiento de escritores capaces que piensen avanzar en nuestra labor de concienciación, porque todavía confío en la integridad de los artistas y en el poder de la palabra, debemos recuperar la figura del escritor como educador, hacer que la democracia sea participativa y no una dictadura disfrazada. Alzar la voz contra la injusticia siempre está justificado, no concedamos ni un centímetro más a la desidia, no esperemos a que el bosque esté todo quemado para tratar de replantarlo, si queremos una sociedad mejor para nuestros hijos debemos evitar por más tiempo el absentismo de nuestra conciencia.