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Delirium tremens

Por José Luis Muñoz , 28 mayo, 2015

esperanza-aguirrePara nadie es un secreto que Mariano Rajoy no es el despótico capitán Blight que gobernaba la Bounty cuando se produjo el famoso motín. Mariano Rajoy es el hombre tranquilo y algo autista que parece no enterarse de lo que ocurre a su alrededor, y por ello sus barones Juan Vicente Herrera, Luisa Fernanda Rudi, José Ramón Bauzá, Alberto Fabra y hasta María Dolores de Cospedal, el grueso de los que han perdido las taifas en las que gobernaban, sus hombres de confianza que le arroparon en su momento, se han rebelado y abandonan el barco en los botes invitando a que el capitán haga lo mismo. Pero Mariano Rajoy se aferra al puente de mando, ajeno al motín y a las vías de agua que entran a borbotones en el barco del PP que quien esto escribe hace ya meses auguraba sin ser profeta, porque se veía venir.

Queda en el PP gente loable, y ahí está Cristina Cifuentes que ha obtenido un buen resultado a pesar de la campaña en su contra de Esperanza Aguirre y exhibe una elegancia de maneras, o el ministro de Asuntos Exteriores José Manuel García Margallo para el que la jueza Manuela Carmena que encabeza Ahora Madrid es una persona digna y respetable y no representa ningún peligro para la democracia. Pero claro, Margallo viene de la UCD y tiene una educación exquisita y eso se nota.

Mientras los barones del PP se han mirado en el espejo, siguiendo el consejo del hasta ahora presidente de Castilla León, y hacen las maletas asumiendo su responsabilidad por sus pésimos resultados, algo inédito en el PP, Rita Barberá, tras reconocer que le han dado de hostias, habla de rojerío radical; La Razón dice que Ada Colau okupa Barcelona; Yolanda Barcina habla del Tercer Reich nombrando a un tal Stephan (se le olvidó Zweig a quien no lo debe de haber leído) y la pija castiza sigue enrocada en su delirio por ser alcaldesa de Madrid o cerrar el paso como sea a Manuela Carmena sin haberse enterado de que los madrileños no la quieren.

Uno de los fallos garrafales del dedo de Mariano Rajoy en estas elecciones municipales fue pedir auxilio a Esperanza Aguirre para mantener Madrid, porque escogió precisamente a la candidata más nefasta y peligrosa, para él y para el partido. Esperanza Aguirre no es PP, sino ella misma, y la caracteriza una ambición desmedida por estar en el poder al precio que sea. En su delirante deriva de todos estos días postelectorales, que están analizando hasta expertos psiquiatras, la pija castiza ofrece la alcaldía a Antonio Carmona, comulga con el programa socialista, confiesa no haberse leído el de Ahora Madrid, se cita con Ciudadanos y vende su alma al diablo. ¿Ha bebido la condesa? ¿Se ha chutado? ¿Ha sufrido una insolación? En su ristra de simplezas sin fin la presidente del PP madrileño llega a hacer el más espantoso ridículo postulándose para regenerar un PP que ella misma se ha encargado de enfangar y hundir en Madrid. ¿Delirium tremens? Podemos es un peligro para la democracia occidental, dice la que es un peligro para la democracia nacional. No se descarta el recurso al tamayazo para sentarse en el sillón municipal.

Un psiquiatra le aconsejó a la presidenta del PP madrileño que debía hacer el duelo, aislarse y requerir asistencia urgente para detener el deterioro evidente de su salud mental. Y luego, irse a su casa. No se ha enterado Esperanza Aguirre que ya solo es un cadáver político. Tampoco Rajoy.

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