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Definición de globero

Por Fermín Caballero Bojart , 23 mayo, 2014

LUK02-554652-01-02-20140523-154607-017-U202073401542egF--940x470@Gazzetta-WebRecientemente, con la victoria de Urán, dos manojos de globos rosas volaban por el cielo de Barbaresco. El globero, un voluntario anónimo y sin ánimo de lucro, sonriente, obedeció a la orden de otro voluntario que con una señal le obligó a soltar los racimos; sencillo. Así se comporta el aficionado que trata de emular, imitar, copiar y, un poco más culto, de mentir, según el diccionario de la RAE. Sonrisas y penurias al margen, el “globero” español es un aficionado que no conoce la definición pura que nos llega de la vieja Cuba y que los académicos adoptaron como uso coloquial de un imperio venido a nada y perdido por dos petardos lanzados desde el Maine. Que, en resumidas cuentas, convierten a cualquier buen aficionado a la bicicleta en chanza de bromas indulgentes. Y eso es lo que pienso de los desarrollos, los platos, los piñones y las piernas depiladas de los domingos. Por que mover 56×11 no es cuestión de racimos rosas. El primero en defenderlo fue Eddy Merckx. Por medio lo intentaron los recordman de la hora. Y más cerca de nuestro siglo lo movió Alberto Contador.

En la CRI de Barbaresco, que bien vale un Giro, al humilde de Rigoberto Urán le vino bien volver a montar, en crudo, todas las conjeturas de los túneles de viento que los americanos de Specialized le propusieron como proyecto. Hijos del viento. Lejanos pero a pie de grandes vueltas, cual bólido aerodinámico, ajustan todas las fórmulas posibles a un software que emula, de verdad, y calcula la verdadera postura que el corredor debe tomar para alcanzar el máximo rendimiento, con los mejores parámetros, en un escenario de idénticas características: viñedos, lluvia, viento raseado y los Alpes a la vuelta de una esquirla.

Pero hace dos días ese 56×11 nadie se atrevió a calzarlo por edad, lean Evans y su generación, o por respeto, piensen en la mayoría del pelotón. Por miedo a las plañideras cimas alpinas, blanqueadas y dormidas, a la espera de los escarabajos, los canguros y los valientes. Para mostrarles sus pañuelos; sus penas, anteriores, como lo fueron los campeones. Tal como lloraron los mitos. Y los que manejan los volantes lo saben. Desde los coches se enviaba la información, vía pinganillo (sinónimo de carámbano), en tiempo real, de manera que si a Evans le había puesto nervioso, en cada vuelta de radio de la CRI, a Urán, en la etapa de ayer, le sirvió de consuelo. Nada peligraba, solo el calentamiento global, por lo que los más atrevidos decidieron poner nombre a los globos y color a las nubes. Marco Canola (vencedor final de la etapa), Jackson Rodríguez , Jeffry Johan Romero, Gert Dockx, Angelo Tulik, Maxim Belkov tomaron la iniciativa de una escapada con indicios de victoria. Representando a Bardiani, Colombia, Europcar, Androni, Lotto y Katusha. A lo mejor de cada pueblo, de cada squadra. Alentando a un flácido pelotón del que tiraban los FDJ.fdr, en pos de Bouhanni, vencedor de tres etapas (hoy llegó cuarto) y los Giant-Shimano. Negociada, la escapada, a dos minutos, permitida a tres minutos y luego a algo más colmó la paciencia de los Sky que determinó tomar el mando de la persecución, lo que no gustó en el entorno de FDJ, que volvió a tomar la palabra; el golpe de timón. Y mientras los escapados consumían alimentos de primera necesidad, fue cuando el pelotón estiró su veneno y con una larga y fría fila de colores elegantes se propuso, tras 90 kms de carrera, escribir una línea más en la historia del Giro. De renglones en escala de grises y rosas. De líneas perforadas con aliento a lluvia, como si la humedad les prolongara los relevos, con el terreno a favor, donde las caballerías no pueden abarcar todo el ancho de una vieja vereda; reasfaltada, pobre y húmeda. Mientras los pocos globeros que seguían el Giro en directo (por internet a través de http://www.rtpa.es/television) se sentían identificados con Vladímir Gúsev ( Team Katusha) cuando se cae mientras se engancha entregando el chubasquero en el coche de equipo. Cuatro minutos a los fugados y el pelotón pensando en la montaña de verdad. En los porcentajes que desvirgan a los debutantes. Granizada. Y como una jugada única, repetida por su valor, vuelve la televisión con el Garmin Thomas Dekker para mostrarnos la habilidad que da la profesión; objetivo: Introducir el chubasquero en el coche de equipo sin perder el equilibrio. Y como conejillos de indias del mejor laboratorio mundial del cambio climático deciden agachar la cabeza bajo el casco y rogar a la Virgen Negra, que les espera mañana, que deje de pedir penitencia. “Hielo” anuncian las motos de la caravana.

Y encomendados al destino afrontan con profesionalidad el recorrido.

En un relajado descenso que lleva a meta el pelotón recorta un minuto a los escapados y se acerca al final con fiereza. Con la alegría de unas nubes rotas por el sol Cannondale y Trek deciden que es hora de marcar tiempos, relevan a los FDJ.fr y recortan a los fugados la moral. Fuga donde los menos débiles, alertados por el pinganillo, deciden saltar de una punta de lanza desgastada, de una cabeza de carrera venida a menos. Y son Canola, Jackson y Tulik, los que abren una nueva página de la crónica de hoy. Por detrás la jauría lo sabe; es una hoja de letras rectas y sobradas. A 10 kms de meta Tinkoff y BMC tratan de aportar furia, relevados por Movistar, pero sin éxito.

Y entonces, bajo pancartas indelebles, como de insondables calambres, llega la cifra desesperada de 5 kms para meta. Luego de 1 km para el final. Garmin intenta arreglarlo por detrás; a destiempo. FDJ vuelve a la carga, a la cabeza de una lanza partida, ansiosa y exacerbada. Pero el terreno, muy húmedo, la conciencia alpina y las piernas ajetreadas por las perrerías climatológicas no dejan pensar a los talentos del pelotón. Y los que llevan ventaja la aprovechan. Y enfilan la recta final desafiándose. Devorándose. Donde Marco Canola, el más fuerte, se encuentra con una victoria de etapa para toda una vida, para todo un palmarés desnudo, deshuesado de palabras, donde nadie, ni un globero, sabrá que declarar ante una nube de cámaras persecutorias tras tres horas y media de pedaleo. Grande y anónimo, pero sutil.

A partir de mañana los españoles (sobre todo los inactivos desanimados) no deberían dormir siesta. Nada tan cercano como el sufrimiento de una etapa de 170 kms. Un final en alto, en Oropa. En el santuario de la virgen negra, donde los recuerdos, buenos y sufridos, nos traen a un Miguelón (Indurain para los globeros) atragantado siguiendo la rueda de Ugrumov o años después al Pirata, donde le quisieron dejar tirado (por avería) en una tonta anécdota que toda Italia guarda en un pequeño frasco, pues una semana después la sangre se le fue de madre.

Eran otros tiempos.


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