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DE LOS TRABAJOS PENDIENTES DE LA CLASE POLÍTICA

Por Agustín Ramírez , 12 julio, 2019

Tras las elecciones generales del mes de abril y las municipales y autonómicas del mes de mayo, seguimos sin gobierno en el país y en bastantes municipios y autonomías, la clase política sigue en su línea de dar la razón a quienes proclamaban “que no nos representan, que no”.  Sus bastardos intereses partidistas siempre son más importantes que los de la ciudadanía a la que dicen quieren representar y para la que dicen quieren trabajar.

Sus mezquindades partidistas e intereses personalistas los pasan por la trituradora de ideas, las aliñan con banderas y lazos, les añaden un mejunje de “democracia”, “libertad”, “patriotismo” y les sale un discurso que, además de rancio, huele a vacío y falso.

Quizás convendría recordarle a nuestra clase política que en las elecciones generales quien más votos sacó, casi ocho millones y medio, fue el grupo de quienes no fueron a las urnas – un millón de personas más que el partido ganador PSOE-. ¿Han pensado un poquito en el porqué de tanta abstención? Supongo que ni les interesa, tan preocupados están por tejer y destejer alianzas, ora con unos, ora con otros, ora contra unos, ora contra otros. Señores de la clase política, hay vida más allá del propio ombligo y no es la suya, es la de los ciudadanos.

Esa vida es la de una sociedad donde el gobierno sacó un decreto-ley para obligar al registro de la jornada laboral de los empleados. Y ¿por qué? Pues porque según la Encuesta de Población Activa (EPA)  “en España hay 797.000 trabajadores que realizan horas extra en sus trabajos (el 4,8 % del total de asalariados), de los que casi la mitad no cobra ni cotiza por ellas. Una de las consecuencias de las horas extras no pagadas afecta al empleo, pues éstas se comen 74.000 empleos, según datos de la EPA.” Lo que antaño fue una reivindicación laboral, la de retirar el control horario, la de creer en la clase trabajadora, en su responsabilidad, todo eso ha derivado, gracias a la crisis económica y a los recortes de derechos laborales, en una orgía para que unos se lleven el dinero a costa de los otros y con perjuicio de las arcas públicas, concepto que a muchos empleadores solo sirve para evitar hacer ahí los ingresos y llevarlos a otras arcas, más privadas y geográficamente más lejanas.

Esa vida es la de una sociedad que quiere una solución al problema de las pensiones; las próximas jubilaciones han visto endurecidas sus condiciones, de tiempo y cantidad, y las de las siguientes generaciones ¿Cómo podrán ser con las condiciones laborales actuales? No nos quieran engañar con el truco de que los que trabajan pagan las pensiones de los jubilados porque además de falso, es tramposo e injusto. Existen los impuestos, cómo se consiguen y cómo se distribuyen es la clave y no centrarlo todo en las cotizaciones. Un poquito de responsabilidad y hacer números que es lo que deben hacer. Porque para las pensiones siempre falta dinero, pero para rescatar a la banca y a las autopistas nunca falta.

Y vayan dándole una vuelta a una realidad tozuda: la privatización no es ni más rentable ni de mayor calidad. Véase en la sanidad, en la enseñanza. Hora va siendo que lo público tenga el lugar que le corresponde y cumpla la función que debe. Otro día hablaremos de las contratas de limpieza, de la externalización de los servicios sanitarios y de tantas lindezas que siguen esperando a que sus señorías, además de decidirse a hablarse, o no, entre ellos empiecen a trabajar en aquello para lo que se presentaron y fueron elegidos.

Y para terminar, es falso que todos los políticos sean iguales; gente honrada y decente la hay en la política, como en el sindicalismo y como en todas partes; otra cosa es que no sean noticia y ni se les vea. Un reconocimiento a los anónimos decentes.

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